Empresas en América Latina: Premios y castigos
Adolfo Sturzenegger, economista, profesor de la Universidad Nacional de La Plata y autor del documento sobre Indice de Responsabilidad Social Empresaria del Foro Ecuménico Social, propone organizar premios con adecuadas características, como paso para una certificación integral de Responsabilidad Social Empresaria.
Es para mí importante poder participar en estas cuestiones de Responsabilidad Social Empresaria en cuanto las mismas implican el tratamiento de aspectos morales, pudiendo además reflexionar y discutir sobre temas que trascienden los meros principios económicos y van hacia la sociedad en su conjunto. Por ello quiero agradecer especialmente esta invitación del Foro Ecuménico Social a participar como expositor en esta Cátedra.
Voy a plantear la importancia, pero también las limitaciones, que tiene la asignación de premios a empresas dirigidos a estimular el desarrollo de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE). Sin embargo, antes me gustaría mencionar, en general, cómo se han generado la idea y los principios de la RSE, recordando también las limitaciones y problemas todavía no integralmente no resueltos para la aplicación concreta de esos principios.
La presentación más general de la idea de la RSE surge en las últimas décadas en forma natural. Se comienza reconociendo que la empresa para poder actuar como tal requiere imprescindiblemente de la sociedad. Esta le aporta a aquella un medio social que significa cosas esenciales para el desenvolvimiento empresario. Le brinda una estructura jurídica para poder llevar a cabo diferentes contratos, le da a la empresa un entorno laboral donde encontrar los recursos humanos, le da un entorno macroeconómico para el desarrollo de sus negocios, y le da un mercado para vender su producción. La realidad es que la empresa no es concebible sin la sociedad y sin ese entorno. Así vistas las cosas, es natural concluir que la empresa tiene como obligación mínima tener en cuenta esa sociedad, y que consecuentemente debe actuar con responsabilidad social.
De la idea anterior surgen los dos componentes básicos que debe desarrollar la empresa para cumplir con la sociedad, esto es, para actuar como empresa socialmente responsable. Primero, la empresa debe actuar como miembro integrante pleno de un Estado de derecho. En otras palabras, en su accionar debe cumplir con la letra y el espíritu de todas las leyes que tienen implicancias en tal accionar, como leyes laborales, fiscales, comerciales, regulaciones que existan sobre protección del medio ambiente, leyes de defensa del consumidor o de la competencia, normas legales que emiten las comisiones de valores dirigidas entre otros objetivos a lograr un alto nivel de ética en los negocios.
Sin embargo existe un segundo componente básico integrante del concepto de responsabilidad social empresaria. Este es que, bajo ciertas circunstancias, la empresa debería ir más allá de lo que dicta la ley y, más aún, más allá de la maximización de sus beneficios. ¿Por qué la sociedad está reclamando esta nueva exigencia social en el desenvolvimiento empresario? La principal fundamentación es que en nuestra sociedad actual existen múltiples problemas económicos, éticos, fiscales y jurídicos no resueltos, y que la acción de los gobiernos y/ o de las organizaciones no gubernamentales, que son quienes naturalmente deberían ocuparse de ellos, no resulta suficiente para lograr su solución. En la búsqueda de soluciones aparece, en diferentes circunstancias, que la empresa puede cumplir un rol estratégico, a veces insustituible, para alcanzar esas soluciones, y si esto es así, entonces la empresa debería ir más allá del solo cumplimiento de la ley, y más allá, de la maximización de sus beneficios si esto fuera necesario.
Ejemplifiquemos lo anterior. Una empresa, actuando dentro de la ley, cumple estrictamente con todas sus obligaciones tributarias y laborales, o sea satisface plenamente el primer componente de la RSE. Ahora bien, siguiendo el principio de la maximización de sus beneficios, compra sus insumos productivos con el proveedor que mejor satisface la ecuación económica de precios-calidad. Sin embargo detecta que tal proveedor evade parcialmente el pago de sus impuestos y que parte de su planta laboral trabaja “en negro”. En este caso, el segundo componente de la RSE le exige a esta empresa que, como mínimo deje de contratar con tal proveedor. En realidad, debería también denunciar la existencia de esa empresa incumplidora de la ley y de la ética de los negocios. Resulta claro entonces que si la empresa satisface ese segundo componente de la RSE, su accionar se ubica más allá del cumplimiento de la ley y más allá de la maximización de sus beneficios.
Ahora bien, la exigencia que la sociedad le impone a la empresa para cumplir con ese segundo componente de la RSE, presenta varios problemas, de los cuales los dos principales son la cuestión del Contenido y la cuestión de la Motivación.
Con relación al contenido la cuestión es la siguiente. ¿Hasta donde debe ir la empresa en el intento de cumplir con el segundo componente? ¿Cuáles son los límites para su accionar en tal sentido? Volviendo a nuestro ejemplo. ¿Cuánto tiempo y recursos debe gastar la empresa para denunciar situaciones de evasión tributaria, incumplimiento de la legislación laboral, o corrupción, en otras empresas? ¿Tiene la obligación de hacerlo sólo con relación a las empresas con las cuales tiene trato comercial?
Con relación a la motivación la cuestión se presenta así. ¿Cómo debe compatibilizar la empresa su interés (maximización de sus beneficios) con virtud (satisfacer el segundo componente de la RSE)? ¿Cuáles son los mecanismos para lograr esa compatibilización?
Nosotros, en el Foro Ecuménico Social, estamos propiciando la emisión de una certificación de la responsabilidad social de las empresas basada en un Indice especialmente diseñado, para que la sociedad tenga un dato transparente, bien definido y concreto acerca del comportamiento empresario, y de esta forma la sociedad sepa cuáles son las empresas que actúan en forma socialmente responsable. Tal cual está concebida esa certificación, los dos problemas anteriores, de contenido y de motivación, tienden a quedar resueltos. El de contenido porque ese Indice define qué se debe premiar y qué se debe castigar, y el de motivación porque la sociedad va a saber confiablemente a qué empresas premiar y a cuáles castigar, con lo cual ser socialmente responsable será un buen negocio empresario.
No existe todavía en el mundo una certificación semejante, en particular porque muchas empresas y organizaciones empresarias se oponen a ella. Entonces, ante esta negativa se van estableciendo metas intermedias para crear esa cultura de la RSE y para informar a la sociedad sobre cuáles son las empresas que están más cerca de cumplir con esta idea.
Tal vez uno de los avances más importantes haya sido el Global Reporting Initiative (GRI) que propone la exigencia de que las empresas presenten un triple balance, o sea que además del balance financiero convencional, se presenten un balance económico, uno ambiental y uno social, con los impactos de la empresa en estos tres últimos ámbitos.
También se ha avanzado en certificaciones específicas. Por ejemplo, en Europa se exige que los productos genéticamente modificados tengan una certificación y que las empresas informen claramente sobre las características biológicas de los mismos a quienes los utilizan.
Además se dan premios a la RSE, pero estos, no siempre, logran resolver en forma adecuada aquellos dos importantes problemas citados anteriormente. En general, son premios otorgados a acciones puntuales de las empresas, la mayoría de las veces acciones especialmente preparadas para ganar los premios que poco tienen que ver con una concepción amplia e integral de la responsabilidad social de las empresas. En este sentido, a veces estos premios pueden ser equívocos. Como cuando, por ejemplo, una empresa que fabrica armas se presenta y gana uno de estos concursos por una atractiva acción empresaria en el campo educacional o de la pobreza, pero que en otros aspectos la empresa no reúne las mínimas características para ser socialmente responsable.
Lo que tenemos que hacer es pensar la posibilidad de lanzar premios con adecuadas características, como paso intermedio para en un futuro tener una certificación más completa e integral de la RSE.
Esos premios deberían tener las siguientes características:
- Hacer una evaluación lo más integral posible de la empresa. Se debe tratar no de juzgar acciones individuales, sino acciones empresariales de contenido más amplio. Esto tiene sus problemas pero hace a la esencia de la RSE.
- Evaluar más positivamente aquellas conductas o acciones que efectivamente tienden a resolver situaciones donde existen verdaderos fracasos o imposibilidades del gobierno o del mercado. Esto es imprescindible. Si hay una cuestión donde el Estado o el mercado actúan eficientemente, no es necesario que la empresa también actúe. Por ejemplo, no se debe premiar a una empresa que actúa en un sector donde hay una ley de protección ambiental que funciona en forma correcta. En este caso el gobierno ha decidido la mejor forma de utilizar los recursos y no hay que premiar a la empresa que quiere ir más allá de la ley, ya que en esta oportunidad, si la ley es correcta, sería irresponsable socialmente hacerlo aunque se lo presente como una protección adicional de los recursos del medio ambiente.
- No se deben premiar aquellas acciones que responden al principio de la maximización de beneficios. Pese a ser beneficiosas socialmente, la maximización de los beneficios ya es suficiente incentivo. Un premio adicional a tal maximización es innecesario. - No se puede premiar a empresas que, por más que inicien importantes programas sociales, no tengan idoneidad para llevarlos a cabo.
Hay que tomar conciencia que crear una cultura ilustrada, profunda y correcta de la RSE es una tarea muy compleja. Tenemos que ser muy cuidadosos. Yo aliento al Foro y a otras instituciones a explorar, como solución intermedia de aproximación, el otorgamiento de premios empresarios. Pero con la salvedad de que deben ser -como dije- lo más integrales posibles, donde los dos grandes problemas de contenido y motivación puedan ser resueltos en forma razonable.