Nancy Falcón, directora del Centro de Diálogo Intercultural Alba.
El Qurán, (dijo) es uno de los atributos de Dios, como Su Piedad; se copia en un libro, se pronuncia con la lengua, se recuerda con el corazón, y el idioma y los signos y la escritura son obra de los hombres, pero el Qurán es irrevocable y eterno. "La busca de Averroes", Jorge Luis Borges.
En el Nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo.
Cuarenta días pasó Jesús en el desierto, otros tantos el Profeta Muhammad (PB) en la cueva de Hira, hasta que descendió la revelación del Sagrado Corán. Cuarenta días de espera, como si en ella hubiera algún misterio que develar.
Hoy el mundo entero está en cuarentena esperando que el virus se vaya o por lo menos esperando no contagiarse de algo desconocido. Paradójicamente encerrándonos y estando lejos físicamente unos de otros nos estamos cuidando. Mientras tanto la naturaleza respira, descansa de contaminación creada justamente por nuestra presencia, por nuestra forma de habitar el mundo en que vivimos.
Dice Dios en el capítulo 103 del Sagrado Corán:
En el Nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo.
Juro por el Tiempo (especialmente la última parte del mismo, cargado de acontecimientos),
Con suma certeza, el ser humano se halla en la perdición,
Salvo aquellos que creen y llevan a cabo actos buenos y rectos, y se recomiendan unos a otros la verdad y se recomiendan unos a otros la paciencia.
La historia de nuestros Profetas, esta colmada de enseñanzas sobre la paciencia. Es el Profeta Jacob quien con paciencia espera que le sea devuelto su hijo José con vida, y soporta un largo tiempo sin poder verlo (tanto, que dice el Corán, que la ceguera le encuentra por su tristeza). Dice el Profeta Jacob en el Corán: “Debo ser paciente, tal vez Dios me los devuelva (a sus hijos). El es el Omnisciente, el Omnisapiente” (aleya 83 del Capítulo de José).
También es la paciencia de Agar en el desierto, sola con su pequeño hijo Ismail, quien no cae en la desesperación sino en la confianza de la promesa de Dios y funda de esta forma, al pueblo árabe en medio del desierto.
En ambas situaciones, Allah socorre al creyente, en ambas situaciones cada uno está envuelto en un propósito más grande del que pueda imaginar.
En Ramadán nos acompaña la paciencia del ayuno, privándonos no sólo de comida y bebida sino también de toda palabra estéril, o pensamiento vano. En Ramadán más que nunca nos preguntamos
¿Qué ocurre con los privados de todo sin buscarlo? Aquellos que en un contexto como el nuestro, de pandemia, están privados de agua y jabón, comida, servicios básicos. A ellos no podemos recomendarles la paciencia, a ellos les urge la presencia. La presencia del Estado, pero también nuestra presencia como familia humana, la presencia de estar allí donde sufre nuestro hermano.
“Sin duda el mas noble, el mas honorable de vosotros ante Dios es aquel que tiene Taqwa (conciencia), rectitud y reverencia a Dios” (Corán, Capitulo 49; Aleya 13).
Ramadán nos acerca a Dios en la conciencia de los que no buscan ayunar. A ellos va nuestra oración y debe ir nuestra acción. Cada vez que el Sagrado Corán nombra la palabra salat (oración) inmediatamente esta nombrada la palabra zakat (contribución social obligatoria) que es acción con quienes más lo necesitan.
Los musulmanes transitamos este mes de ayuno buscando en nuestra oración la paciencia, tratando de obtener esa taqwa, esa conciencia que nos acerca a nuestro Creador, sabiendo que solo en Dios está contenido absolutamente todo lo que ocurre, y también es Aquel que todo lo puede. A Él va dirigida nuestra suplica para que la humanidad pueda sobrellevar este difícil momento y encuentre la cura de nuestro cuerpo y también de nuestra alma.
Amin. Que así sea.
Nancy Falcón, directora del Centro de Diálogo Intercultural Alba