Perspectiva estructural de la Responsabilidad Social
Alejandro Bernhardt, Director General Esade Business School Campus Buenos Aires, aseguró que en la Argentina, a diferencia de otros países, se han aplicado instrumentos no genuinos para enfrentar las pujas distributivas, con lo que las mismas se instalaron con un carácter crónico. Esta es su ponencia:
La evolución económica de Argentina ha tenido dos rasgos importantes: períodos de rápida expansión seguidos de abruptas caídas y una baja tasa media de crecimiento a largo plazo. Ambos aspectos han impactado profundamente sobre la estructura social, generando procesos de exclusión y poniendo a vastos sectores ante el riesgo permanente de retroceso en la escala socioeconómica.
Un derivado de este proceso ha sido la instalación en la sociedad argentina de las pujas distributivas, entendidas como un conjunto de comportamientos y acciones basados en ciertas creencias, supuestos y preconceptos a través de los cuales los individuos procuran el incremento o mantenimiento de su bienestar neto, generando externalidades negativas.
Las pujas distributivas existen en estado latente en cualquier sociedad, y se activan ante un insuficiente consenso distributivo y/o a raíz del retroceso o crecimiento económico por debajo de las expectativas. La presencia de los factores que movilizan las pujas distributivas se traduce en demandas sociales concretas solamente si los individuos y sectores tienen la voluntad y la posibilidad de poner de manifiesto aquéllas, sin que sean bloqueadas por la actuación de instrumentos de política económica. Estos instrumentos pueden ser genuinos, cuando actúan positivamente sobre los consensos distributivos o favoreciendo la expansión del producto social a distribuir, o no genuinos, cuando se limitan a interferir en la manifestación de las pujas distributivas a través de mecanismos compensadores temporarios o válvulas de seguridad transitorias.
En general, durante muchos años en la Argentina –a diferencia de otros países- se han aplicado instrumentos no genuinos para enfrentar las pujas distributivas, con lo que las mismas se instalaron con un carácter crónico, actuando como un freno adicional a la posibilidad de mantener un crecimiento económico sostenido.
La pregunta a formular sería ¿qué nos impide aprender de la experiencia ajena y copiar los procedimientos utilizados por los países que han tenido éxito en sus políticas orientadas a la contención de las pujas distributivas y a la expansión permanente del producto? Los impedimentos se originan en la actuación de tres filtros, que en la práctica pueden operar en forma individual, de a dos o los tres simultáneamente. El primero de ellos sería el filtro de vigilancia, de naturaleza técnica, es decir la falta de preocupación por reunir los datos necesarios para conocer y comprender lo que sucede en el entorno, que respondería a la pregunta ¿tratamos de ver? El segundo sería el filtro de mentalidad, de naturaleza cultural, es decir la imposibilidad de conocer y comprender lo que sucede en el entorno, por la actuación de paradigmas. Este filtro respondería a la pregunta ¿podemos ver? Por último, el tercero sería el filtro de poder, de naturaleza institucional, es decir la renuncia a la voluntad de conocer y comprender lo que sucede en el entorno. Este último respondería a la pregunta ¿queremos ver?
Si la actuación de estos filtros no obstaculizara la correcta apreciación de la realidad, veríamos que los modelos recientes de desarrollo sostenible se han basado en dos instituciones fundamentales: economía de mercado con aceptación y responsabilidad social y democracia real con compromiso ciudadano.
Del mismo modo, en tal caso, veríamos que estas instituciones tienen cimientos culturales, representados por: a) vigencia de valores propicios para el desarrollo económico; b) superación de hipótesis conspirativas como explicación de las dificultades que impiden el crecimiento; c) institucionalización de la resolución de las pujas distributivas y d) establecimiento de reglas de juego claras y permanentes.
Estos cimientos culturales se asientan sobre dos pilares fundamentales:
1) La calidad de la lógica distributiva, y
2) La calidad de la responsabilidad social.
La calidad de la lógica distributiva implica cuatro eslabones: distribución de oportunidades, distribución de esfuerzos, distribución de ingresos y distribución de la riqueza, mientras que la calidad de la responsabilidad social abarca la solidaridad social correctiva y la solidaridad social estructural.
La distribución de oportunidades y la distribución de esfuerzos tienen que ver con la solidaridad social estructural, mientras que la distribución de ingresos y la distribución de la riqueza tienen que ver con la solidaridad social correctiva. Una sociedad sensata se ocupa de la solidaridad social estructural, es decir que procura generar una equitativa distribución de oportunidades, a partir de la cual la iniciativa y la voluntad de los miembros de la sociedad dan como resultado una cierta distribución de esfuerzos. Procediendo de esta manera es innecesario luego ocuparse de la solidaridad social correctiva, salvo puntuales situaciones de emergencia, ya que la distribución del ingreso y de la riqueza en tal caso no quedarían sujetas a discusión, por cuanto serían el resultado del esfuerzo de cada uno realizado a partir del aprovechamiento de las oportunidades que la solidaridad social estructural distribuyó de manera equitativa.
La solidaridad social estructural, además de volver innecesaria la solidaridad social correctiva (como conducta permanente), es difusora de principios que fortalecen la trama de valores propicios al desarrollo económico, con lo que la senda del crecimiento sostenible y la genuina mejora del nivel de vida de todos los habitantes se vuelven metas mucho más accesibles.