Compromiso ciudadano
Exposición de Attilio Danese y Giulia Paola Dinicola, Directores del Centro de Investigación Prospettiva Persona, profesores de Política Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad "G. D'Annunzio", de Chieti, Italia.
Debemos tener en relación a la democracia una actitud menos ingenua con respecto a que es la resolución de todos los problemas. En América Latina y en Europa podemos constatar los mismos problemas de la crisis de las democracias. Uno de los aspectos es el contraste entre cualidad y cantidad. Una democracia se basa en general sobre los votos. Los votos valen uno por cada ciudadano. Sea instruido o no, tenga sentido de responsabilidad o no, vale un voto. La cualidad depende de la cantidad.
En general, en el sector público quien está como jefe elige personas con las cuales puede contar y quienes estarán agradecidos por haberlas promovido. Este agradecimiento es mucho más grande cuanto menor es el valor en general en la persona promovida. Quizás en las empresas esto vale menos porque es necesario vender, pero en el plano político un jefe no siempre prefiere rodearse de gente inteligente sino más bien de personas fieles. O sea, la virtud no es ser ético y responsable sino ser confiable.
Este aspecto es importante en el análisis de la corrupción porque multiplica la corrupción en su base misma, sobre todo si los jóvenes ven continuamente que su estudio, su compromiso es desvalorizado. Es una subclase formada por aquellos que, en alguna medida, han sido traicionados por los dirigentes.
Hemos titulado nuestra investigación “Ciudadanía responsable” y otro problema vinculado a este tema es la selección de la clase dirigente. Nuestra investigación se realizó en el momento en que en Italia existía lo que se llamó “mani pulite” (manos limpias) y se equivocaban considerando solo corruptos a los políticos. Hoy se piensa, en cambio, que la corrupción parte desde abajo y todas las veces que no se respetan los procedimientos y que se piden favores a los políticos se forma parte de la corrupción, que después puede crecer hasta la utilización de importantes capitales.
Del ciudadano corrupto y que a la vez corrompe se habla poco, pero a menudo el político también es víctima de una especie de presión de parte de sus electores, ya que justamente estos dicen que lo votan sólo si les conceden determinados favores. Digámonos claramente quién votaría a una persona honesta, seria, casi santa, si no hiciera favores, si de alguna forma no promete trabajo para nuestros hijos o algún otro tipo de facilidades. En estas situaciones, las responsabilidades del político, propias del sistema democrático, dependen de la cantidad de votos de los cuales tienen necesidad para poder hacer política. Y este es el circuito de la corrupción entre ciudadanos y políticos. ¿Cómo salir de ese círculo? Con nuestros estudiantes propusimos un código de los políticos formado por principios éticos que tienen que ser acogidos; no pueden ser nunca impuestos. En esto vale lo que dijo el profesor Alejandro Bernhardt en la Cátedra Abierta: hay que reconstruir una trama cultural propicia para la creación de riquezas. Él hablaba de las riquezas. Hay un capital de las riquezas que se basa en la confianza de los ciudadanos, que es previo a la económica. ¿Quién más que los argentinos pueden comprender esto? Si todos tiran de la confianza de un lado el barco se tumba, y así es para un Estado, para una universidad, para el capital intelectual de una Nación, que es fundamental. Se construye desde abajo la ciudadanía.
Para reconstruir bien la ciudadanía se podría comenzar por una buena comunicación entre elegidos y electores. Hay experiencias en el mundo de pactos que se hacen en las elecciones en los cuales se compromete el propio honor. Se trata de un pacto claro, escrito, documentado, con los electores, donde estos pueden controlar cuánto se hizo y cuánto no se hizo.
Uno de los límites es lo que se llama “democracia puntual” o sea que se resuelve en un momento cada cuatro o cinco años, cuando el ciudadano está llamado a dar su opinión y después descansa. Otro aspecto que se puede mejorar y que no tiene un costo importante es la formación de las bases; formar las conciencias del mayor número de personas y en esa tarea subrayar el valor de la ética. Cuando hablamos de la democracia y de ciudadanos responsables, damos poca importancia a toda esa clase de marginados de la política que según los politólogos no tienen los requisitos mínimos para participar, para seguir un debate político, hasta a veces para comprender el noticiero. En las investigaciones que hicimos en la universidad mostramos el insignificante porcentaje de obreros, de trabajadores manuales, de mujeres, de jóvenes y personas que tienen estudios suficientes, que no tienen tiempo, que habitan en lugares marginados que están fuera del circuito de las noticias. Así se comprende cuan retórico puede ser hablar de asambleas donde quizás sólo algunos pueden gestionarlas, o hablar de democracia directa o inclusive de democracia digital, aquella que con la computadoras permite a todos los ciudadanos dar su opinión.
En Italia se ha desarrollado el tercer sector, el voluntariado que se organizó y hoy tiene un producto anual muy grande, que es un tercio del producto de todas las empresas. Esto ha sido una maravilla también para los estudiosos que actualmente están formando los cuadros de estos operadores de las empresas sociales. Además están surgiendo maestrías. Con la Universidad de Salerno estamos organizando una maestría para formar dirigentes del tercer sector.
Otro aspecto débil de la democracia es que se presta a ser orientada, guiada, instrumentalizada por los medios de comunicación. En general vence quien convence, y, por lo tanto, quien tiene posibilidad de gestionar. Hay ciudadanos que construyen redes para poder tener influencia en la distribución de las noticias, en la orientación ética, los horarios y contenidos. Constituyen hasta consejos de audiencia de telespectadores que logran influenciar en alguna medida la orientación de los grandes grupos.
El ejemplo más grande de Italia fue un referéndum sobre la procreación asistida. Todos los medios más importantes estaban por la votación del “Sí”. ¿Cómo se organizaron los que sugerían no ir a votar? Sobre la base del voluntariado, del “mailing”. Cada uno tiene su lista de amigos y eso funcionó muy bien, más allá de las creencias religiosas, si se piensa que el 80 % no fue a votar. No ir a votar era el único medio para poder justamente plantear la libertad absoluta de investigación en ese tema. En la Constitución se dice que un referéndum no es válido si no logra un quórum, y aquí la idea era no lograr el quórum. Queremos subrayar la importancia de las formas alternativas que parten de la base y pueden también cambiar la influencia de los grandes medios de comunicación. Para hacer esto es necesario una gran unión popular, una red que se constituye cotidianamente.
El poder para ejercer la ciudadanía se comienza a construir en la familia, cuando se aprende a tener cuidado de sí mismos y de lo que pertenece a todos según las capacidades de cada uno. Podemos considerar que la familia posee un gran capital de esta confianza. El problema es la grieta que se crea entre el mundo de la familia y el mundo vital, social y el de las instituciones, donde muy a menudo se contrapone lo bueno y lo malo. En la familia se aprende el sentido de la fragilidad que nos llama justamente a tener cuidado no sólo del otro, cuidar al otro, sino de las instituciones mismas. Si se logra este circuito es posible dar vuelta una mentalidad, una costumbre. En la mentalidad de la política, uno se sirve para enriquecerse por las ambiciones personales, mientras si se aprende el sentido del cuidado o sea el valor cultural que procede, también los políticos prestarán atención, tendrán cuidado de estas instituciones frágiles. Las instituciones mismas son frágiles, la democracia es frágil; como sistema es frágil. Entonces, encargarse de ellas es un gran gesto de responsabilidad.
El último punto: si alguna vez la ética fue una buena recomendación de las parroquias o una imposición de la ley, hoy es una necesidad. Lo saben los empresarios, lo saben los ciudadanos, lo sabe cada uno de los responsables del Estado. En los Estados Unidos han comprendido que la ética tiene que ir de la mano de la economía. Por ejemplo, en Italia hay muchos inmigrantes que llegan desde el norte de África; una buena parte del presupuesto estatal se dedica a ayudarlos, ya que se comprende que estas personas, tarde o temprano, si no tienen nada que perder, movidas por el hambre, en vez de golpear en nuestras puertas las abrirán y entrarán. Entonces es cuestión de necesidad y de virtud.
Queremos cerrar este tema con una frase: la democracia, régimen que empuja el vicio, tiene necesidad de la virtud si no quiere morir.