Responsabilidad estatal y responsabilidad empresaria
(Pan American Energy)
Los cambios plantean afrontar nuevos desafíos y obligan a la comunidad y sus organizaciones, al Estado y sus distintas estructuras, y a las empresas comprometidas con su concepto de responsabilidad social, a una eficiente articulación recíproca.
El ámbito de la Responsabilidad del Estado
La responsabilidad básica del Estado es administrar con transparencia y eficacia los bienes de la sociedad, administrar justicia, proveer salud y educación de calidad para toda la sociedad y contribuir a generar las mejores condiciones para el desarrollo equilibrado.
Se espera que un Estado responsable trabaje para mantener el funcionamiento eficiente de las instituciones con seguridad, sin violencia, apoyado en un marco legal justo.
Un Estado responsable defiende las libertades fundamentales y se ocupa de articular los mecanismos necesarios para garantizar la transparencia, fortaleciendo las estructuras de gobierno y el equilibrio entre el Estado y la sociedad civil.
La responsabilidad de la empresa y la Responsabilidad Social Empresaria
La responsabilidad primaria, esencial de la empresa privada es cumplir integralmente con la ley, pagar los impuestos, cumplir con sus obligaciones laborales y previsionales, cuidar la salud y la seguridad de las personas que trabajan en la empresa o para ella en sus áreas de trabajo, respetar y cuidar el medio ambiente y mantener relaciones comerciales honestas y recíprocamente provechosas con sus proveedores, sus contratistas y sus clientes.
La empresa cumple con su objetivo básico organizando el trabajo eficientemente, capacitando, realizando las inversiones que la actividad requiere, empleando el equipamiento y tecnología apropiados y creando y agregando valor al trabajo y a la inversión.
Esta responsabilidad, por así llamarla, esencial, es distinta de lo que hoy denominamos Responsabilidad Social de las Empresas (RSE). La primera surge de la ley y de los contratos, la segunda –RSE-, es una responsabilidad -o un compromiso- que se asume libremente, que deriva del sólo hecho de estar allí, de sentirse parte, de ser vecino y de compartir sueños en común y fundamentalmente, del sistema de valores que anima la vida de cada empresa.
La “responsabilidad social” y su naturaleza están entroncadas en la idea del largo plazo. Es muy difícil que las compañías que trabajan para la rentabilidad inmediata piensen demasiado en lo que ocurre a su alrededor.
Las compañías que tienen una historia pero sobre todo las que trabajan para el futuro, que tienen un proyecto extenso de vida, de negocios y de servicio, piensan en otros términos. Es como el hombre que trabaja y planifica para sus hijos y para los hijos de sus hijos y al hacerlo, hace lo posible –a veces también lo que parece imposible- para que ellos tengan una mejor sociedad para vivir y para crecer.
Subsidiariedad y complementariedad
Más allá de la dinámica de las distintas interpretaciones sobre la participación del Estado en la economía y de los alcances del principio de subsidiariedad, parece claro que en el campo social, en sentido amplio, prevalece la idea de la complementariedad del Estado, las “Organizaciones Sociales” y “No Gubernamentales” (ONG) y de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE), en la detección de necesidades y problemas sociales, su diagnóstico y el desarrollo y ejecución de programas orientados a su atención.
Complementariedad y articulación
Esta “complementariedad” demanda un esfuerzo de “articulación” que se da con mayor naturalidad entre las empresas y las ONG pero con menor facilidad relativa con el Estado, sea este Nacional, Provincial o Municipal.
El Estado tiene una organización burocrática (en el buen sentido de este término) extendida, con una cultura organizacional consolidada y prácticas moldeadas por muchísimos años de ejercicio de responsabilidades que se extienden a todo el campo de las “necesidades sociales”.
Esta organización ha sufrido –como todas- los altibajos de los períodos brillantes y los tiempos de crisis, pero mantiene una operatividad básica que hace la diferencia entre la vida en sociedad y el caos. A ella se le superpone institucionalmente “el Gobierno”, estructura política que conduce la administración y que cambia periódicamente con los ciclos electorales.
Esta estructura estatal plantea a la Responsabilidad Social de las Empresas ciertos desafíos y responsabilidades que es importante asumir.
Los desafíos de la articulación
1) Reconocer que el Estado está desde antes;
2) Recordar que esos problemas o necesidades sociales son para el Estado parte de SU responsabilidad primaria o sustancial;
3) Aceptar que el Estado es un “partenaire” no sólo legítimo sino también idóneo, con sus políticas, sus planes y sus procedimientos;
4) Entender las reglas de la política. Ella tiene valores, tiempos, rituales y códigos que integran nuestro sistema de representación democrática;
5) Advertir que si bien establecemos alianzas con el Estado para darle marco a objetivos comunes, ellas no alteran ni -podrían hacerlo- las responsabilidades del Estado en relación con las empresas, como son las de control del cumplimiento de las obligaciones legales de éstas;
6) Asumir desde el principio que si bien tenemos mucho para dar, mucho más tenemos para aprender tanto de la comunidad como del Estado.
Responsabilidad Social Empresaria en la Argentina del siglo 21
Muchas cosas han cambiado en el mundo y en Argentina desde los albores del siglo 20 hasta estos comienzos del siglo 21, pero los últimos veinte años han marcado definitivamente la naturaleza misma de nuestras relaciones internas y externas.
La velocidad del transporte, las comunicaciones satelitales de voz y de datos, el procesamiento de la información y del conocimiento en computadoras cada vez más potentes y más veloces han cambiado definitivamente la forma de trabajar; de comerciar; de enseñar y de aprender y han incorporado productos y servicios que antes no existían.
Estos cambios también han generado modificaciones importantes relacionadas con la competitividad de las ciudades y de las regiones. La ubicación física, la distancia que las separa de los mercados ha perdido, en muchos casos, importancia relativa.
Han cobrado importancia, en cambio, el dinamismo de las comunidades, el sistema educativo y la correlativa disponibilidad de recursos humanos formados y capacitados, el espíritu emprendedor, las plataformas logísticas, la vocación por competir, la integración de núcleos especializados de servicios, de producción y de diseño, los desarrollos de tecnologías especiales y las conexiones a Internet.
Este cambio plantea un desafío a distintas comunidades de todo el mundo y lo plantea también a nuestro país y nuestras comunidades. Es el desafío de adaptarse a él, de crecer con él y de servirse de él para dar un nuevo paso adelante en el progreso de la Argentina y de la región.
Una misión para toda la comunidad
Esta tarea no es sólo del Gobierno, o de algún sector de la actividad económica o segmento de la sociedad. Es una tarea a la que está llamada toda la comunidad, porque cada uno de sus actores tiene distintas visiones, capacidades y potencias, y todas ellas tienen un lugar en el esfuerzo colectivo.
Afrontar este desafío obliga a la comunidad y sus organizaciones, al Estado y sus distintas estructuras y en nuestro caso particular, a las empresas comprometidas con su concepto de responsabilidad social, a una eficiente articulación recíproca. Del éxito de esta interacción dependerá en buena medida el nivel de efectividad con que se inserten nuestras comunidades en el mundo que viene y también cuánto influyan en su diseño los valores de nuestra cultura.
En ese esfuerzo enmarcamos nuestro compromiso con la responsabilidad social empresaria en el seno de la comunidad donde trabajamos, donde vivimos y donde estudian y crecen nuestros hijos. Nuestra comunidad.
Mario Calafell Loza