Monseñor Barthélemy Adoukonou, Secretario del Pontificio Consejo para la Cultura (Vaticano), señaló que hay en el interior de cada cultura un movimiento, una potencia de apertura, que empuja a cada cultura a ir más allá de sí misma para entrar en comunión. Advirtió que en el campo de la interculturalidad en la Santa Sede quieren tomar en cuenta seriamente la diversidad de las naciones. Transcribimos sus reflexiones.
En el Dicasterio para la cultura estamos muy preocupados por saber cómo colocar la cultura en diálogo, en comunión.
El Santo Padre Benedicto 16 entrando al Cónclave hizo un diagnóstico de nuestro tiempo diciendo que tenemos la dictadura del relativismo.
Diciendo esto estamos rápidamente en el campo de las diversas culturas que tienen dificultad de entrar realmente en un diálogo de fondo. Esto hace que cada uno tiene una cierta tendencia a recluirse en su propia cultura y hace todo relativo. Hay un relativismo cultural, mientras él dice que tenemos que salir de nuestras diversas culturas para ir al encuentro con el otro y se debe hacer un nuevo encuentro. No tanto el multiculturalismo sino el interculturalismo. Hay en el interior de cada cultura un movimiento, una potencia de apertura, que empuja a cada cultura a ir más allá de sí misma para entrar en comunión.
Es propio la verdad que hace abrir a cada cultura porque de otra manera es la muerte de lo humano. Lo humano es en el encuentro, lo humano es en el diálogo. Lo humano es en la comunión. Es la verdad que le hace abrirse a cada cultura y relacionarse entre ellas. En este sentido debemos todos salir de nuestra cultura. Ya tenemos cada uno una identidad cultural pero están las identidades que matan lo humano. Pero si la identidad va a ese punto que encuentra el dinamismo interno de la verdad que le lleva al otro, hay una conciencia de la verdad en el sentido nuevo.
En este sentido, cuando yo vine al Dicasterio ya ese era el camino, ya il Dicasterio se ocupaba de la interculturalidad.
Cuando yo vine de Africa me pareció que realmente Europa no pudo haber hospedado a la Iglesia por 2000 años sin haber dejado una larga historia, una tradición cultural inmensa, riquísima. Pero nosotros venimos de 500 años, 200 años, 150 años, en el país de donde vengo, Benin, de conciencia cristiana, somos numerosísimos los cristianos. Cuando se dice que el Africa es el futuro de la Iglesia se puede decir que América Latina es el presente de la Iglesia porque son muchos más que en Europa, y por lo tanto la presencia de estas diversas culturas en la Iglesia hace que tenemos que ver el problema de la Interculturalidad. Poniendo las cosas así veremos lo que viene de Asia, India, de donde recién llegué, de América Latina. Se habla de este proyecto de tantos años, del Foro de la Interculturalidad. En Africa estamos haciendo el camino, la iglesia africana como sujeto eclesial, que se convierte en el lugar del encuentro con todas las fuerzas, todas las potencias culturales, de hombres y mujeres de la cultura que aportan algo nuevo, que pueden encontrar un lugar de reflexión y de cambio, de profundización, para responder juntos cuál cultura para cuál desarrollo.
Porque el desarrollo que la cultura moderna, emancipada y atea produjo, no va. Una cultura de muerte. La cultura de muerte no la queremos. Queremos otro modelo de cultura. Hay algunas riquísimas, que han organizado tantas cosas sobre el plan tecnológico. No se hace esto matando al hombre, la familia no tiene derechos, pero los elementos que componen a la familia, el hombre, la mujer, etc, la familia como tal, esta realidad que viene de la mano de Dios, no tienen ningún derecho y las Naciones Unidas no lo pueden reconocer; así pueden manipular al ser humano. Basándonos en la Conferencia de El Cairo, Beigin, Dakar, nosotros los africanos estamos atentos a la realidad de la familia como central a la cultura; es una injusticia y una imposición unilateral desde ese punto de vista.
En el campo de la interculturalidad queremos tomar en cuenta seriamente la diversidad de las naciones, que tienen diversas culturas. Debemos salvar las dimensiones religiosas y el debate a nivel de Europa, que habíamos visto entre Ratzinger y Habermas, donde Habermas tuvo la simplicidad, la propiedad de decir que el debate público no es una propiedad privada del ciudadano ateo, no creyente.
El debate público debe ser abierto también al ciudadano que porta una potencialidad de valores religiosos y que tiene que tener el derecho que esto que expresa una alegría, la democracia, tiene la necesidad de ser fundada en la dimensión religiosa.
Hay un “pre política” como decía Ratzinger y este pre político da la posilibilidad de fundar la democracia. La democracia sin ese presupuesto no existe; no es andar en pos del voto. Cuando este pensador Habermas ha reconocido esto, pienso que es muy importante, que a nivel internacional, Europa, el Occidente ateo, quizá representa el 10% de las naciones del mundo, pero a nivel de las Naciones Unidas es su elección la que debe guiar el mundo. Pero ¿es justo?
Para la interculturalidad se debe repensar la elección hecha en Occidente. A nivel internacional se debe ver de otro modo. Porque si no habremos negado el derecho de Dios, pero se niega también el derecho de la familia, se niega el derecho de la naturaleza.
Hay una posibilidad para nosotros, hoy, para re repensar las culturas, no solo la cultura. Los alemanes habían iniciado dos siglos de la cultura; esta elaboración abstracta que finalmente deja el puesto a la cultura elitista no es mala, pero no es suficiente.
La cultura, en el sentido antropológico; y con esto va la mención a la Unesco, en París en el ‘80 con el famoso discurso que recondujo ciencia y cultura al fundamento antropológico para hacer posible una nueva iniciativa educativa, que dejó un discurso fundamental. De ahí que el Dicasterio busca ir adelante, realmente se organiza muy bien en las dimensiones de fe y ciencia, de fe y arte, fe y ciencias humanas, en la cultura en países emergentes, ya sea Africa, América Latina, Asia, etc.
Buscamos, a través de varios departamentos, cubrir todo el ámbito de la cultura, de estar en diálogo con las organizaciones internacionales como la Unesco, la Unión Europea.
Y en este sentido también el diálogo con los ateos es importante. Es de ahí que nace el proyecto del Cortile dei Gentile, que ha comenzado en Bolonia como preludio, y después en París, después ha llamado a todos en Europa. Pero cuando el Cardenal Ravasi propuso el encuentro con los embajadores de Asia, este problema, esta problemática del Cortile, eran intelectuales que han ido al Occidente y retornado, que han pensado que Dios no existe, pero para esos países no es significativo. Entonces, la interculturalidad tiene dimensiones religiosas profundas de cada cultura, que interesan. Por eso que aquello que ustedes realizan me parece muy importante y con gusto seguiremos en contacto para eventualmente participar en estos encuentros en Buenos Aires o en otros lugares. Somos compañeros de camino.
Reflexiones para Foro E grabadas en el Vaticano, en un encuentro con Fernando Flores Maio, director del Foro Ecuménico Social.