Expirado

Transformar la calidad de vida de muchas personas

Eduardo González Lemmi, presidente de Glaciar Pesquera, explicó los programas de responsabilidad social de la empresa. Esta es su ponencia:

Quiero compartir la experiencia de Glaciar Pesquera, una empresa ubicada en Mar del Plata y Ushuaia, en la que comenzamos hace 10 años. Se trata de una sociedad mixta argentino-canadiense.

Empezamos con la pesca de una especie que no se capturaba en la Argentina, la vieira patagónica, un recurso que no se utilizaba y que se encontraba a unas 200 millas de la costa.

Al principio atravesamos años muy difíciles, pero ahora la situación ha mejorado, gracias a las mejoras en la eficiencia de captura, producción y comercialización. 

A partir de la crisis de 2001 y 2002, nos dimos cuenta que era muy difícil seguir concentrados exclusivamente en nuestra empresa y que la gravedad de la situación social nos obligaba a pensar en un compromiso mucho más firme de la empresa, no sólo en hacer bien lo que se refería a normativas legales para nuestra empresa y los empleados, sino que entendimos que teníamos un rol importante en la sociedad en que vivimos y que era necesario hacer bastante más.

Esto es muy difícil; lo primero que a uno se le ocurre es hacer una donación. Ante la ignorancia sobre cómo ayudar de la mejor manera, uno piensa en ir a una iglesia o a un comedor y donar algo. 

Nosotros estábamos preparados para producir, para vender, para financiar, para administrar personal, pero no estábamos preparados en lo social. Así nos acercamos a la Universidad de Mar del Plata para preguntar si tenían programas sociales que tuviesen que ver con educación, salud y trabajo, que estuviesen pidiendo ayuda en ámbitos oficiales y que aún no la hubiesen recibido, con la idea de ayudarlos a comenzar. 

Nosotros no lo hacíamos para quedar bien con nuestros consumidores, ya que el 100% de la producción se exporta al exterior, sino que pensamos que es una obligación que tenemos como ciudadanos. 

Cuando nos presentaron los proyectos, nos reunimos con las personas que estaban a cargo y conocimos a gente con un nivel y compromiso social, que en lo particular yo no conocía. Nos sorprendieron muchísimo y comenzamos apoyándolos, a través de la Universidad, financiando los proyectos.

Para superar el problema de nuestra ignorancia en estos temas y poder hacerlo mejor, tomamos unos cursos sobre Responsabilidad Social Empresaria que estaba impartiendo la Universidad de San Andrés junto con la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, que nos resultaron muy interesantes ya que nos hicieron conocer muchas experiencias muy valiosas, y muchos errores que se cometen en este tipo de acciones. Así empecé a entender la diferencia entre filantropía, acción social, y responsabilidad social. Me di cuenta que la filantropía es lo más fácil de todo; es emitir un cheque; mientras que ser socialmente responsable implica, entre otras cosa, desarrollar una acción social sostenible en el tiempo: Es un compromiso.

Por eso, empezamos formándonos y nos vinculamos con una agencia de comunicaciones de Buenos Aires para que nos ayude con todo lo que sea comunicación externa e interna. Nosotros, por ser una empresa chica de 110 empleados –son 100 tripulantes y 10 administrativos-, a los temas de comunicación lo manejábamos muy informalmente y tampoco nos interesaba publicar nuestro apoyo a ciertos proyectos sociales, pero entendimos que era importante que nuestros empleados conocieran las acciones que realizábamos. En general en la actividad pesquera hay bastante enfrentamiento entre los tripulantes y los empresarios; los primeros tienen una visión muy mala de los segundos y los empresarios descalifican la actividad y el modus operandi de algunos tripulantes, generándose enfrentamientos permanentes, con discusiones interminables y paros de varios meses. Nosotros, desde el comienzo, pensamos que el ser humano es el corazón de la empresa y los hemos respetado, y siempre hemos tratado de pagarles los salarios que considerábamos más justos.

Esta agencia de comunicación nos hizo sugerencias muy interesantes. Una fue definir visión, misión y valores, lo cual no fue sencillo para nosotros, pero nos ayudó a determinar hacia dónde queríamos ir. De esta manera, nos dimos cuenta que teníamos capacidad de gestionar una empresa y de utilizar esa capacidad de gestión para ayudar a hacer gestión social. Y en eso estamos, seguimos haciendo cursos, asistimos a charlas, aprendiendo todo el tiempo.

El año pasado, después de 2 años y medio de implementación de los proyectos sociales, le hicimos conocer en una reunión a nuestros empleados lo que estábamos haciendo como empresa y lo que pensábamos como seres humanos, y les dijimos que si querían participar, podrían incorporarse, podrían participar de los proyectos existentes o de otros que ellos tuviesen o se les pudiesen ocurrir dentro de sus propias localidades. Las sorpresas fueron enormes por parte de los tripulantes, ya que no se imaginaban que la empresa se pudiera ocupar de otras personas fuera de la empresa. Hicimos un plan que consistía en que los tripulantes se incorporaran a los proyectos. 15 de los 110 empleados ya han presentado proyectos sociales, y de esos hay unos 10 que estamos apoyando actualmente. 

El plan incluía también intentar incluir en los proyectos sociales a los proveedores, generar una red solidaria y, en cuarto lugar, tratar de promover la Responsabilidad Social Empresaria en otras empresas pesqueras.

Así, ante la necesidad que presentan ciertos proyectos estamos utilizando a los proveedores, con los que tenemos un vínculo distinto al que teníamos antes. 

Hay mucha gente que quiere ayudar y no sabe cómo hacerlo y, de pronto, cuando uno habla de estos temas, aparecen ideas, aparecen ganas, y nosotros intentamos ser un vínculo, un puente, de toda esta ayuda.

Nuestra empresa ha decidido promover profunda y decididamente la responsabilidad social empresaria para tratar de ser un impulsor de cambio en nuestra sociedad e intentar ayudar a transformar la calidad de vida de muchas personas que hoy vive sin esperanza. Es un objetivo muy alto, muy difícil, pero se empieza, como todo camino, por el primer paso.

El tamaño de la organización no es un factor crítico, no se trata de ser una gran empresa, sí es importante el liderazgo en esta actitud, el convencimiento, y rodearse de gente comprometida socialmente.

Para tratar de mejorar la administración y la gestión de estos proyectos, hemos decidido formar una gerencia de responsabilidad social empresaria para la cual tenemos una persona a cargo muy especializada, que nos está ayudando a hacer mejor esta gestión. 

Creo que cada uno de nosotros deberíamos transformarnos en un instrumento motivador y movilizador de responsabilidad social. Como dice Roberto Cittadini, el director de nuestro programa de autoproducción: “Un mundo mejor es posible”; depende de cada uno de nosotros que podamos cambiar la triste realidad, con tantas inequidades y falta de esperanzas de tanta gente. Nuestro compromiso individual en este cambio es decisivo.

Expirado

Promover una cultura de diálogo y generar políticas de consenso

Esos son dos de los déficits más grandes de la Argentina, según Carlos Custer, ex Secretario General de la Confederación Mundial del Trabajo, miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano y ex embajador argentino en la Santa Sede. La siguiente es su ponencia.

Me voy a referir a lo que creo son dos de los déficits más grandes de la sociedad argentina: la cultura del diálogo y las políticas de consenso, que en nuestro país son dos aspectos negativos de las relaciones políticas, de las relaciones socio-económicas y de las propias estructuras que perfilan nuestra nación.

Sin lugar a dudas ha habido progresos desde la crisis de 2001-2002 en el camino de diálogo, pero ese diálogo aun no se ve institucionalizado ni se ha hecho carne en las estructuras políticas económico-sociales de nuestro país. Creo que este es uno de los aspectos donde hay que insistir mucho; es muy importante promover la cultura del diálogo, escuchar al otro y, más allá de las diferencias, que siempre van a existir -sea ideológicas, de intereses u opciones- tener la capacidad de elaborar políticas de consenso.

En la crisis de 2001 estalló un modelo de sociedad corporativa: la patria sindical, la patria militar, la patria financiera; el modelo de las corporaciones incapaces de poner en común los intereses globales de los argentinos. Y esta crisis, que creo la estamos revirtiendo mucho mejor de lo previsto, con 48 meses de crecimiento ininterrumpido que nos muestran el empuje de una Argentina en transformación, de una Argentina mejor, fue acompañada por instituciones como el Diálogo Argentino, que fue promovido principalmente por las confesiones religiosas: católicos, evangélicos, judíos, musulmanes, etc. Las comunidades animadas por movimientos espirituales son las que alcanzaron a trazar ese camino de diálogo que creo sigue en distintos sectores pero que fue muy importante en la crisis casi terminal de 2001 y 2002.

Pese a lo que pide nuestra Constitución Nacional (particularmente en su art. 14 bis), nosotros no tenemos instancias de diálogo ni de concertación en el campo económico-social. Me refiero a que hay sólo un mecanismo en áreas del Estado que es un organismo de concertación: el Consejo Nacional del Salario Mínimo, Vital y Móvil. Mientras que, paradójicamente, en el ámbito del MERCOSUR, tenemos muchos más mecanismos de concertación, por ejemplo, en el campo económico y social, sindical, empresario o tercer sector, que en la Argentina.

En el MERCOSUR ya existe el Foro Económico y Social, integrado por las grandes entidades empresarias de los países –de la Argentina están la Unión Industrial, la Sociedad Rural, la Asociación de Bancos-, los grandes sindicatos como la CGT y CTA, las asociaciones de consumidores, la Confederación General de Profesionales, etc. Y esto es curioso, ya que hemos avanzado casi 10 años con nuestros pares de Brasil, Paraguay, Chile y Uruguay, pero en nuestro país no tenemos ningún ámbito de este tipo. Así los sindicatos y los empresarios argentinos se encuentran en San Pablo, Asunción, Buenos Aires, Montevideo, etc. para discutir y concertar sobre las políticas económicas y sociales comerciales del MERCOSUR, pero para la Argentina no existe nada parecido.

Entonces, creo que hay que impulsar primero una actitud cultural, una predisposición al diálogo y reconocer que la Argentina, a partir de la dura experiencia de 2001/2002, va haciendo un camino. Además, tenemos que reconocer el gran trabajo que han hecho las confesiones religiosas, que han mostrados signos de gran madurez y capacidad de escucharse y buscar síntesis comunes. Esto que parece tan simple, la voluntad de hacer una síntesis de objetivos comunes pese a las diferencias, es una de las deudas más grandes que tenemos los argentinos con nosotros mismos.

Así como lo han hecho las comunidades religiosas, nosotros deberíamos tener una mayor capacidad de desarrollo de grandes consensos políticos, para construir políticas de Estado que vayan más allá de los diferentes partidos políticos, de gobierno y oposición, y permitan consensuar elementos básicos para el desarrollo, el progreso y la estabilidad de nuestra sociedad.

Para que esto se pueda desarrollar la sociedad civil tiene una enorme responsabilidad. Y la ha tomado. Este Foro Ecuménico Social es un ejemplo, ya que vienen sectores académicos, empresarios, sectores sociales, de distintas confesiones religiosas, a tratar de escucharse y poner en común ciertos análisis y tratar de buscar de qué manera podemos llegar a tener objetivos convergentes.

Por eso me parece tan importante lo que se está haciendo en este Foro, a nivel interconfesional o interreligioso, y eso se tendrá que ir plasmando en conductas y actitudes y, tal vez, en estructuras de la sociedad. No hay dificultad que no pueda superarse con una política adecuada de diálogo y mecanismos de concertación. Por eso, repito, lo que hace el Foro Ecuménico en el ámbito de la sociedad civil, lo que ha hecho el Diálogo Argentino, lo que se hace a nivel de la cultura interreligiosa, etc., lo vamos a tener que ir traduciendo en las conductas políticas y en las propias estructuras del Estado.

A diferencia de lo que sucede en la Argentina, los franceses tenían el “Comisariado General del Plan”, desde marzo de este año 2006 convertido en “Centro de Análisis Estratégico”, al cual toda la sociedad francesa aporta criterios sobre el desarrollo del país. También en España está el Comité Económico y Social, que es prácticamente la tercera institución del Estado. Creo que nuestro esfuerzo tiene que ser, como lo hace el Foro, promover la cultura del diálogo, contrarrestando la patria corporativa, donde cada uno piensa en sus propios intereses, y prevalecen visiones sectoriales antagónicas.

Porque un país no es un montón de gente sobre un montón de tierra; un país tiene un destino compartido y ciertos valores, más allá de los ineludibles conflictos que van a subsistir, producto de las legítimas diferencias. De esta manera se podrá, aprovechando el crecimiento económico de país y más allá de las contingencias y de los gobiernos, ir creando las bases de un plan nacional de desarrollo que pueda contenernos a todos, donde se discuta las políticas pública, nuclear, energética y agraria, el desarrollo industrial, la integración con los países vecinos, la situación de la educación, la infraestructura y la vivienda, entre otros puntos básicos.

Y hay dos temas pendiente fundamentales, que no desarrollaré pero que no puedo dejar de mencionar: la distribución de la riqueza, que es muy injusta en el país, y el tema de la perspectiva del trabajo humano en el contexto de la globalización. No se puede crear una sociedad sólida y democrática en base a la marginalidad y el desempleo.

Expirado

La responsabilidad social en Argentina

Sergio Bergman, Rabino de la Congregación Israelita de la República Argentina y presidente de la Fundación Judaica, sostuvo que la Argentina, no tiene problemas económicos o políticos, sino un profundo problema cultural que tiene que ver con la crisis de valores.

Empresa 

Voy a tratar, en una síntesis, de hacer una apertura sobre algunos conceptos relacionados con el contexto que estamos viviendo, no lo que sería la Empresa con responsabilidad social tomando como referencia a los Empresarios o a una utilidad económica, sino la consideración de nuestro País, la Argentina, como una Empresa con Responsabilidad Social.

En este aspecto, creo que no es conveniente que el término empresario, empresa o el verbo clave que es el que instituye esa capacidad, emprendedor, esté restringido sólo a la definición formal de la Empresa como una actividad en lo económico.

En la medida en que podemos tomar este término de la empresa, como una dimensión universal que nos atraviesa a todos por igual, cuando somos capaces de tomar una iniciativa y asumir el potencial de desplegar el ser en el hacer, nos transformamos, entonces, todos en emprendedores; sea en una actividad económica, en una actividad cultural, en una actividad social. Es necesario para construir y hacer un país, que todos nos asumamos ser empresarios, en el término propuesto.

El potencial de emprender pone de manifiesto nuestra capacidad humana, porque eso es de hecho lo que vinimos a hacer, no vinimos sólo a trabajar y a producir, vinimos a devenir para trascender. 

Justamente, en el campo en el que uno quiere vivir y ser un emprendedor, no es necesariamente el campo en el que está trabajando; a algunos le coincide ser emprendedores en el trabajo, pero no necesariamente la acción emprendedora se restringe al trabajo.

Si cada uno de los argentinos encontramos un lugar para ser empresarios, entonces, la calidad de vida de la sociedad que constituimos cambia, porque se evita la polarización del empresario como Empresa, como polo de desarrollo de lo económico de una Sociedad que gira alrededor de uno de los valores centrales, pero no esenciales, donde se termina haciendo idolatría de la economía.

El país, la Argentina, no tiene problemas económicos o políticos. Lo político o lo económico son indicadores de un profundo problema cultural que tiene que ver con la crisis de valores. No, valores nominales.

Valores desplegados en acciones, porque los valores tienen que ver con lo que nosotros valoramos y hacemos valer.

Recuerden que durante más de una década, el único valor sustentable, central, mutante de la cultura de nuestra sociedad, fue un peso, un dólar.

A partir de ese axioma se organizaron un montón de conceptos que tienen que ver con el valor, parecía sólo una variable económica o que organizaba una economía y sin embargo, organizó nuestro mercado de valores, que no tiene que ver con lo que cotiza en Bolsa, sino lo que somos capaces de hacer, nosotros, cuando no podemos sostener los Valores.



Responsabilidad 

La segunda dimensión tiene que ver con responsabilidad.

Si todos nosotros somos emprendedores, tenemos responsabilidades.

La responsabilidad cambia la dimensión de la obligación como impuesto o impuesta por coerción, por premio o castigo a una acción que está basada en asumir, en responsabilidad, que debemos dar respuesta.

Responsabilidad es como responsa o sentirse interrogado, por ejemplo por el lugar, por la situación que vive; uno está interpelado por lo que sucede, donde nada de lo que ocurre le es ajeno; te pregunta, y si te pregunta, respondés. Esto vale para todas las tradiciones.

En la tradición judía, estamos en tiempos donde este punto es muy importante. Estos son los días en que nos preparamos para renovar el año, período de reflexión, de teshuvá, que significa responder. 

No hay otra manera de responder al afuera que no sea volviendo sobre nosotros mismos, para saber de dónde venimos, dónde estamos y dónde queremos ir.

No podemos responder al afuera sin antes proveer desde adentro una energía, una visión y una convicción, en la que, uno, involucra su ser en la respuesta.

No es una respuesta intelectual o nominal, no es un trabajo editorial de lo que se tiene que hacer; es un compromiso personal, uno es la respuesta porque en lo que responde, se involucra, se compromete; no es un opinador, es un hacedor. 

En esta dimensión de la responsabilidad como despliegue de respuestas concretas y cotidianas, nos damos el margen de lo humano, de la equivocación, porque de esa equivocación de la respuesta no se juzga la eficiencia sino la vocación de querer responder y no decir lo que otro tiene que hacer, anulando así toda perspectiva mesiánica de que alguien nos va a arreglar los problemas o alguien es el que tiene éxito o es condenado al fracaso. 

Responsabilidad que tiene que ver que cuando las cosas están mal, no las vamos a resolver catárticamente con una cacerola.

Responsabilidad significa, no que se vayan todos sino que se queden los buenos; porque el pedido “que se vayan todos” no es responsable, nos asegura que se queden todos para siempre. Responsabilidad, son acciones concretas en las cuales uno dice: yo pongo mi ser en respuesta, en posición de respuesta y acepto que todo drama y toda bendición de mi acontecer son preguntas donde soy llamado a responder. 

Siempre es mejor equivocarse en la respuesta que no responder.

Siempre es mejor involucrarse, aun, sin saber para qué en términos de la eficiencia o de la eficacia, pero no obviar que sin responder uno no llega a ser; porque si uno no se involucra, entonces no es. 

La dimensión fundante del valor de la acción que moviliza a la responsabilidad es el amor; uno responde por amor; la única manera que tenemos de darle sentido al tiempo que es la bendición de tener vida, es amar. 

Por amor vinimos al mundo y por ese amor es que no nos vamos... aunque partimos.

Entonces, cuando uno responde a otro es un acto genuino de amor. No me refiero a contestar. Contestar tiene que ver con sentir que a uno lo interpelan para confrontar. 

Responder es un acto amoroso de dar; la respuesta es una ofrenda. Responder, ofrendar, no es el saber intelectual sino el ser espiritual y emocional de que uno se pone a disposición cuando responde.

Este es un punto central ya que la generosidad, el compromiso, la vocación, el hacer con el otro son pactos de amor; sobre el amor se sostiene todo: la verdad, la justicia y la paz, que, según la tradición judía, son los tres pilares sobre los que el mundo está sostenido. 

Todas las religiones afirmamos exactamente lo mismo, por que justamente Dios es único, Dios es padre, entonces –nosotros- somos hermanos y somos familia. 

Una familia se sostiene sobre valores, los valores humanos, que no son propiedad de nadie sino desafío de todos.

Los valores son universales y la manera de desplegarlos son particulares.



Social 

El concepto que quiero tratar ahora es lo social.

¿Qué es lo social? ¿Cómo somos como país? Una Empresa con Responsabilidad Social, entendiendo que el último término es el primero, porque lo social es lo que nos constituye como humanos. 

Nosotros no somos seres naturales, no somos sólo mamíferos sofisticados; somos seres sociales y culturales. Cuando hablo de la cultura me refiero a cultura como trabajo, como hacer, no como arte o el lugar adonde uno va hacer cultura en el ocio o esparcimiento para alimentar el espíritu. 

La cultura es nuestra acción humana, es el trabajo que nosotros podemos incluir en la modificación del tiempo, que la vida nos da, para dejar una marca, una huella y una trascendencia.

Esa cultura es el tejido de un Pacto Social. Nosotros somos dadores de sentido en el pacto. La figura de pacto, en la tradición judía, -en general en todas pero particularmente en la judía-es fundante.

La Torah, la ley, es un pacto. Nosotros somos hijos de esa Ley porque pactamos con ella. Es muy importante el pacto para constituir lo social, porque no hay Sociedad sin sostener el pacto.

Lo social es desplegar un pacto con un socio, y si uno con el otro se hace socio constituye sociedad. Cuando nosotros decimos “la sociedad argentina” la vemos como si fuera un producto terminado, como una cosa objeto de estudio, crítica, análisis.

Pero la sociedad se va haciendo en el pacto en el que nos hacemos socios, por lo tanto tenemos que responder como emprendedores que vamos desplegando el país y, con responsabilidad porque nos sentimos interpelados porque lo que nos pasa a todos. 

¿Cuál es el principio de pactar con mi ciudadano para que seamos socios? 

Porque si somos socios con el vecino tendremos sociedad, de otra forma tenemos una dispersión atomizada de corporaciones aisladas que buscan su propio interés, porque no están emprendiendo sino que están consumiendo, depredando y tomando para sí, por lo tanto no tienen responsabilidad, ya que no se sienten interpelados por ninguna otra cosa que no sea su propio interés, sin un acto de ofrendar nada, ni amoroso ni reparador, ni cívico ni solidario, tomo todo del otro para mí y si puedo después reparto.

Por último, esta idea de que el pacto está regulado, justamente, por la Ley. Para la Tradición de Israel es la Torah, para la Sociedad es la Constitución Nacional. Nosotros pactamos que esos son los valores fundantes que nos constituyen como Nación. Tenemos una Constitución en Valores de la Nación Argentina. 

Cuando nos olvidamos, simplemente, la palabra en valores, lo que cae es la motivación de emprender y la dimensión de responsabilidad porque somos responsables por esos valores, y nos transformamos en espectadores, en analistas y críticos, de, ni más ni menos, el país que somos –no del que hacen otros- del que hacemos nosotros, por acciones u omisiones. 

Restituir entre nosotros la dimensión de lo sagrado 

¿Cómo hacemos que ese pacto que nos hace sociedad se haga sagrado entre nosotros? Sagrado, no en referencia a una intervención de Dios en nosotros; la palabra sagrado no es mirar al cielo, lo sagrado pasa acá en la tierra, cuando traemos el cielo, cuando nosotros tenemos una dimensión cultural en la que hacemos un espacio entre nosotros, como sociedad con pacto social, con responsabilidad, con ofrenda amorosa, cuando podemos emprender la empresa humana de traer entre nosotros lo divino; es repatriar del exilio al que confinamos a Dios, a que viva entre nosotros. Por lo tanto no le pedimos a Él que haga, sino que lo invitamos a que conviva y sea socio de nuestro quehacer, como emprendedores responsables y sociales del país que aún nos debemos.

Si Dios está entre nosotros entonces, todos, volvemos a restituir esta dimensión de que la sociedad ya no es solamente sociedad. La Sociedad se hace Comunidad, y tenemos una Común Unidad, en los valores, en Dios y entre los hombres. Entonces seremos, definitivamente, no sólo bendecidos, como somos los argentinos, sino que –Él- estará en la obra de nuestras manos. No hay que preguntar tanto dónde está Dios en lo que nos pasa, Él nos interpela: ¿dónde está el hombre?

Vinimos a emprender, a responder y a construir su casa y su reino entre nosotros.

Expirado

La doble moral de las empresas

Esta es la ponencia de Jorge Etkin, director de la Carrera de Administración de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Tributarios de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).

Las empresas, en un entorno cambiante y globalizado en el marco de las llamadas fuerzas de mercado que caracterizan a la lucha competitiva, enfrentan una realidad compleja tanto en lo interno como en lo externo y ello se refleja en sus proyectos y sus procesos de cambio. Esta complejidad tiene que ver con la diversidad de intereses que actúan en la empresa y con las contradicciones entre la búsqueda de resultados financieros y la dimensión humana de la organización. Respecto de la conducción, quiero destacar en forma crítica las dualidades entre la voluntad declarada (discurso) y las decisiones reales de sus directivos. 

Para quien estudia, diseña o dirige una empresa, el hacerlo implica desarrollar procesos constructivos pero también enfrentar reglas de reglas de juego que afectan las relaciones humanas en la organización. La realidad de los mercados lleva a una dirección pragmática, donde los ejecutivos “hacen lo que tienen que hacer” en el sentido de aquello que conviene en cada momento. En el marco de la lucha competitiva el fin justifica los medios, los resultados se piensan en términos económicos y no respecto de la calidad de vida en la organización. Esta praxis muestra la relación problemática entre competitividad y los valores sociales, entre la eficacia y la calidad de vida, entre el ejercicio del poder y la sustentabilidad social de la organización. 

En el marco de esta presentación en la mesa convocada por el Foro Ecuménico, la visión de las organizaciones debe ser es socio-cultural, y en este ámbito corresponde distinguir entre la diferentes fuerzas que operan en las empresas. Ellas pueden diferenciarse entre virtuosas (acorde a valores), viciosas (destructivas) y pragmáticas (eficientistas). Los procesos de dirección y las formas de producción pueden llevar a organizaciones responsables, como también a sistemas inmorales y tecnocráticos. Una primera apreciación que quiero transmitir es que no hay empresas definitivamente buenas, como tampoco malas en todo. Importa el contexto, pero también la actitud y enfoque de los integrantes en sus relaciones y prestaciones. Un desafío para los directivos es cómo lograr objetivos y promover procesos que permitan sobrevivir y crecer a la organización, en medio de realidades inciertas y fuerzas contradictorias. Pensando tanto en resultados como en valores sociales, en los proyectos que se van a sostener desde el poder.

Vistas desde los principios y valores deseables en términos sociales, las empresas son contradictorias; no son semejantes en las formas pero tampoco cuando consideramos la voluntad, la honestidad, la integridad de quienes las conducen. Y esta es una diferencia muy importante, ya que todas las empresas tienen que enfrentar la adversidad en los mercados, donde no hay relaciones fraternales o compromisos confiables, sino adversarios disimulados bajo el nombre de competidores, que luchan por ocupar los espacios que tienen otras empresas.

No solamente hay divergencias internas y adversidad externa, sino que también existe una sostenida presión de los accionistas por obtener resultados crecientes en cada balance y aumentos en el valor de mercado de la empresa. No por una condición egoísta o utilitarista inevitable sino porque la supervivencia de la propia empresa requiere reinvertir los beneficios en forma creciente. Esta presión por los resultados en el corto plazo no es sólo una expresión de un error empresario, sino una necesidad del mundo de los negocios, ya que para sostener una competencia con renovación tecnológica continua y demandas de novedad en la población, es necesario disponer de un poder financiero también creciente.

Y la complejidad empresaria no es una dificultad de índole matemática o de productos sino de consecuencias, porque la acumulación creciente pega de pleno en el centro de los valores éticos. Esta contradicción entre los componentes constructivos, destructivos y pragmáticos (tecnológicos), de la organización afecta la libertad, la igualdad, la justicia, la dignidad del trabajo, la transparencia, la equidad, los derechos humanos. Una realidad que mas allá de los balances y la productividad tiene consecuencias cotidianas y concretas sobre la salud, la educación, el entorno familiar, los derechos de la ciudadanía y otros factores que hacen a la calidad de vida y la condición humana de quienes integran la organización y los grupos con ella relacionados desde el contexto. 

La cuestión de la doble moral consiste en declarar en el discurso ciertos valores y aplicar en la praxis lo contrario: predicar la verdad y mentir en la publicidad; firmar contratos e incumplir con los compromisos, hablar de las relaciones humanas y hacer trabajar a la gente en días de descanso, mencionar la dignidad del trabajo y remunerar el trabajo en forma indigna, hablar de la calidad de los productos y hacerlos pensando solo en el costo, declarar la responsabilidad social y tomarla como forma de mejorar la imagen y encubrir la contaminación ambiental. Hay múltiples ejemplos de esta realidad cruel, esta praxis destructiva que se disimula en el marco de un discurso esperanzador, voluntarista y benevolente. En el fondo, el argumento de “hacemos lo que podemos”, cuando lo cierto es que la empresa “podría más, pero no lo hace” porque privilegia los resultados en el corto plazo. Esta brecha se debe no solo a la mala voluntad o la condición egoísta de quienes conducen, sino a un entorno hostil donde las prácticas desleales son permitidas (las reglas de juego), como también a la falta de proyectos compartidos y la ausencia de políticas de gobierno que sirvan de ejemplo y marquen el rumbo en cuanto a la responsabilidad social. 

La realidad desde la mirada ética es compleja porque se enfrentan procesos duales que llevan a la empresa hacia uno u otro lado, responsable o indiferente. Existe en las empresas la virtud de generar empleo, de satisfacer necesidades, de producir bienes y servicios, de crecer con la reinversión, de desarrollar innovaciones, de promover el cambio. Es también constructivo el aporte de las empresas a través del cumplimiento de sus obligaciones tributarias y contribuciones a los servicios sociales. La forma empresaria tiene bases constructivas, pero el respeto a los valores sociales se hace difícil mantener en un entorno agresivo donde pesan los factores de poder, los intereses de sectores enfrentados y exigencias crecientes en materia de resultados financieros.

La empresa es el espacio donde el trabajador debería realizar sus esperanzas y desarrollarse profesional y personalmente. Pero su vida laboral en un entorno de lucha competitiva, se ve agredida por las exigencias de producción creciente, la trama de relaciones autoritarias, el temor al desempleo en un contexto de desocupación, con remuneraciones inequitativas más ajustadas a intereses del poder que a las capacidades de los integrantes. No hablo de imperfecciones o de coyuntura, no son imperfecciones o marginalidades. Se trata de condiciones estructurales que vienen de una visión puramente económica de las empresas bajo el argumento de supervivencia del más fuerte. Condición estructural que no es la única o inevitable pero desde el poder se adopta como racionalidad dominante, como pensamiento hegemónico. 

Hay distintas formas de responder a esta realidad indeseable, enfrentar a la doble moral, a estas contradicciones o dualidades que enferman, que discriminan, que persiguen, que someten. Podemos mencionar los avances desde la reforma en los procesos productivos para humanizarlos, aún cuando esos procesos estén más preocupados por los rendimientos que por la calidad de vida en la organización. Aún así, son positivos los proyectos de cambios que introducen razonabilidad social en las relaciones productivas, cuando mejoran la motivación al mismo tiempo que las condiciones de trabajo. Creo que son más sustantivos los planteos de revisión en la visión de la empresa, la discusión sobre la sustentabilidad de la organización en el tiempo, los acuerdos entre los actores que van a darle a la empresa creatividad y crecimiento como proyecto compartido y no desde la mirada vigilante de los directivos. 

Pienso que el primer paso de una empresa que intenta ser responsable y no solo utilitaria, que enfrenta una realidad que no ha promovido y tampoco sabe cómo enfocar, es salir de la Gerencia o Dirección por resultados y caminar en el sentido de la llamada Gerencia Social. Es un cambio de enfoque en la gestión, un cambio de visión sobre qué es una empresa, que es vista como una organización social (una fuente de empleo y servicios) en lugar de ser una mera forma de producción en beneficio de un grupo propietario. Es pasar del concepto de la eficiencia o la eficacia, al concepto de la gobernabilidad, pensando en la sustentabilidad y la inserción social en un contexto que plantea sus legítimas demandas. 

Un paso fundamental es definir una voluntad política de cambiar, es decir que la primera mirada es hacia los acuerdos de base y el mapa de poder participado. Se requiere una voluntad explícita de los factores que sustentan la organización, viéndolos no como una jerarquía sino como grupos necesarios, elementos constitutivos, factores de cambio. Me refiero en un sentido amplio a las fuentes de decisión, influencia y poder, como accionistas, financistas, acreedores, grupos de clientes, asociaciones gremiales, organismos de regulación, asociados, instituciones del medio relacionadas. Si la idea es una organización sustentable cuya propia dinámica la lleve al crecimiento un camino es la integridad en lugar de la lucha interna y las presiones desde la dominación. 

¿Por qué habría de ser así? ¿Cuál es la factibilidad del proyecto? La idea desde los valores es que exista una convicción sobre la producción asociada a los principios de equidad y responsabilidad. Convicción derivada de la necesidad de creatividad sin controles o represión. Porque las empresas se agotan si no hay voluntad de cambio y todo es lucha. Y este cambio en un entorno turbulento requiere de la voluntad de los actores, que no se logra por la fuerza en un marco de injusticias o exigencias inhumanas. La organización para crecer necesita legitimarse en el contexto, instalar un pacto implícito con la población antes que las falsas imágenes que son de corto alcance y requieren fuertes inversiones. 

No se trata de reemplazar un interés por otro, sino de argumentos fundados en el crecimiento de todos bajo condiciones de dignidad. Son razones, no solo ilusiones. Sobre todo considerando el énfasis que los propios enfoques empresariales están dando a las ideas de capital humano, gestión del conocimiento y capital social. ¿Cómo podrían darse desde los abusos del poder y la inequidad laboral? Y estas no son contradicciones teóricas, son dualidades que afectan la continuidad de la organización. ¿Cuánto tiempo puede durar una organización destinando recursos escasos al control, la represión, la uniformidad, el orden jerárquico? El cambio de sentido en la inversión de estos recursos, para destinarlos a una estrategia de capital social es una alternativa inteligente y responsable. Puede sostenerse en los hechos, responde a necesidades concretas, potencia a la empresa, saliendo del plano de lo puramente retórico camino a la motivación y compromiso con proyectos compartidos. 

Superada esta instancia del planteo doctrinario, complicada por los intereses en juego, lo que sigue es construir (no imponer) una serie de capacidades y mecanismos que vienen a complementar el acuerdo y refieren por ejemplo a los procesos de educación y participación. Las empresas no suelen ser lugares donde se eduquen éticamente a los integrantes, ya que todo el tiempo de los directivos se lo lleva la problemática de los recursos, la eficacia y la productividad. Entonces, el camino que estoy mencionando parte de una voluntad política participativa, de la apertura de los espacios de poder, y del logro de ciertos acuerdos de base sobre los objetivos compartidos. Luego es necesario instalar una forma cultural y una pauta de convivencia que, a través de la educación y el ejemplo, estén orientadas hacia la asociatividad, el trabajo en equipo y otras formas de colaboración, antes que la confrontación o el individualismo egoísta. 

Los programas de educación y toma de conciencia sobre la necesidad y participación en la Gerencia Social son la lógica continuación de una intención política de cambiar las cosas. Otros procesos de la reforma empresaria refieren a la necesidad de construir y legitimar mecanismos de apelación y de justicia. Esto porque las empresas utilitarias o pragmáticas, suelen utilizar a los jefes también como jueces de sus decisiones autoritarias y esto no es aceptable en el marco de un proyecto compartido y sustentable. Hay luego de la voluntad política, de los acuerdos de base, de la educación, de los mecanismos de justicia, otro paso que es el de la transparencia. Con sus aplicaciones internas y externas. No puede ser que sólo dos o tres personas, y sólo ellas, conozcan el futuro de cantidades de personas que están viviendo de la relación laboral en la empresa. No solo como información técnica o rendición de cuentas sino para permitir el diálogo y aunar criterios, para integrar opiniones valiosas. En el plano externo no deben ocultarse a los ciudadanos que la sostienen con sus inversiones y sus transacciones, la información real sobre el estado y su funcionamiento de la organización, sobre el cumplimiento de sus propósitos como institución social. 

Finalmente me gustaría mencionar la importancia de establecer reglas de juego claras y equitativas que suelen expresarse a través de los llamados códigos de ética, no como forma de regimentar conductas sino como manifestación de compromisos debatidos y compartidos. En su preparación se abre una instancia de diálogo muy constructiva sobre la integridad de la organización y los comportamientos individuales. Y la relación de la empresa con su contexto, las formas de concretar esta interacción social. El código pone de manifiesto la voluntad política que he señalado como básica en el proceso de revalorización de la empresa. Y cuyo cumplimiento se relaciona con la instrumentación de los dispositivos de justicia antes mencionados. 

En apretada síntesis he intentado señalar cuales son los problemas éticos en las empresas pragmáticas, y sus deficiencias de orden estructural. Y los procesos de cambio necesarios y posibles, con sus argumentos y el sincero propósito de renovarlas y convertirlas en empresas socialmente responsables. No es esta la versión de una posición voluntarista sino que intenta ser una expresión de una inteligencia ética que viene a superar las contradicciones de las formas de gestión que son destructivas por sus fallas de lógica o de sustentabilidad. Finalmente, agradezco al Foro Ecuménico Social por la invitación y haberme permitido expresar estas ideas en el marco de respeto y libertad que requiere todo pensamiento constructivo.

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CÁTEDRA ABIERTA DE RESPONSABILIDAD SOCIAL Y CIUDADANA