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Crisis de los alimentos

Senadora de la Nación Argentina

Hemos convertido una gran oportunidad en una crisis, porque en realidad la Argentina tendría que estar pensando cómo producir más.

Públicamente se empezó a hablar de la responsabilidad social empresaria en medio de una enorme crisis que tuvimos en el año 2001, cuando la Argentina llegó a niveles de pobreza que nunca imaginamos hace muchas décadas. Es un país que en esto es, como todos sabemos, contradictorio. Los países van poco a poco mejorando sus índices de pobreza y desarrollo y nosotros los hemos ido empeorando en estas décadas, lo cual realmente es un desafío enorme que tenemos como nación, no para mejorar solamente sino para poder volver a ser como éramos hace algunas décadas.

Que la Argentina hoy tenga una pobreza estructural del 30 % realmente habla de que algo no estamos haciendo bien, y si bien hoy tengo el sombrero de política, en realidad creo que no estamos haciendo algo bien como sociedad, porque una nación que era el granero del mundo y que hoy tenga un 30 % de la población bajo pobreza, y que llegamos a tener un 50% en esa crisis del 2001, habla de que tenemos que empezar a pensar las cosas y a actuar de otra manera.

El término Responsabilidad Social Empresaria se acuñó a finales de la década del 90, que iba a traer democracia y progreso y economía de mercado a todo el planeta. Con la caída del muro de Berlín parecía que íbamos a empezar un mundo de prosperidad terminada la Guerra Fría. Sin embargo lo que vimos es una mucho peor distribución de la riqueza en el mundo, tanto al interior de los países ricos como en los países pobres.

Los ricos eran cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Y entonces a veces me pareció que esta responsabilidad social de las empresas eran como aspirinas de conciencia. Este término me la dio un empresario que decía: “ponemos 3 mil o 30 mil dólares a la parroquia de acá a la vuelta pero después no pagamos impuestos o pedimos subsidios muchas veces millonarios a los Estados”.

Entonces creo que debemos abrir un debate sincero sobre esta responsabilidad social que le cabe a los empresarios, pero que nos cabe a todos porque de lo que estamos hablando es de la responsabilidad social del ser humano, sea empresario, político, economista, profesional, artista, quien sea.

Tenemos que tomar conciencia de que no podemos tener una ética para mi familia, para mis asuntos personales, para lo que quiero para mis hijos y otra ética para el vecino o la sociedad o el mundo. Porque aplaudimos el éxito, la persona que más veneramos es la que más plata tiene. Entonces valoramos más a la persona por lo que tiene que por lo que es o lo que hace y esto nos ha llevado a esta gran contradicción: que la humanidad nunca ha tenido tanta riqueza y tanta capacidad de conocimiento científico, tecnológico, de todo, y sin embargo seguimos viendo cómo hacer para que alcance para todos.

Esto viene con un cambio profundo de conciencia donde tenemos que alinear lo personal a lo profesional, a lo público. No puede haber una división entre lo público y lo privado, entre lo personal y lo social. Este término responsabilidad social es un llamado que se nos hace a todos nosotros, cada uno según sus talentos, su capacidad y sus responsabilidades.

La responsabilidad social es esta dimensión que nos está enseñando que mi bienestar o mi salvación, si lo queremos poner en términos ecuménicos o religiosos, es con el otro, con los otros. Un filósofo hindú, Jiddu Krishnamurti, decía que se han hecho inventos maravillosos, como el teléfono para comunicarnos, pero no sabemos qué le queremos decir al otro; no nos comunicamos de corazón a corazón, de persona a persona.

Tenemos la tecnología y esto se ha multiplicado millones de veces en la era de la comunicación pero, ¿realmente estamos más cerca porque tenemos más aparatos que nos juntan? Krishnamurti decía que la gran revolución es la revolución interior, de la conciencia y del corazón del ser humano.

La responsabilidad social tiene que ver con esto, con que no tengamos pudor de hablar de valores espirituales, porque de lo que estamos hablando es del amor al prójimo, que es la base de todas las religiones, incluso cuando estamos hablando por ejemplo de la crisis de los alimentos.

Unos ven esto como una crisis, y para otros es una oportunidad. Argentina que es y puede ser un gran productor mundial de alimentos en realidad esta es una oportunidad. Genera crisis en países que tienen que comprar alimentos a niveles muy caros, pero que como país esta es una enorme oportunidad, que tenemos que saber manejar.

Pero hemos convertido una gran oportunidad en una crisis porque en realidad la Argentina tendría que estar pensando cómo producir más. Es increíble que tenemos un gran déficit, una caída en la producción de carne.

Para los países productores de alimentos es una buena noticia poder multiplicar la producción, y eso quiere decir bienestar para gran parte de nuestra población, sobre todo de las zonas rurales, que han ido haciendo ese éxodo a las ciudades por una cultura que menospreciaba la producción de alimentos y sobrevaluaba la producción de tecnología y de otro tipo de bienes.

Durante muchos años los países más ricos del mundo, Estados Unidos, los de Europa, Japón, subsidiaron a sus productores y esto generó una enorme transferencia de riqueza de los países que no producíamos tecnologías u otros bienes hacia los países ricos. Eso ha cambiado, no porque los países más ricos hayan estado dispuestos a reconsiderar esta política que era buena para ellos pero era muy perjudicial para las naciones que producían alimentos con mayor eficiencia, sino porque cambió el contexto internacional.

La Argentina lo tiene que aprovechar y realmente no lo estamos haciendo. El gobierno, los legisladores, los productores de granos, de carnes, los empresarios, todos tenemos que poder sentarnos a una mesa a ver cómo hacemos para aprovechar esta oportunidad. Eso nos va a permitir sacar a este 30 % de argentinos de la pobreza. Además tenemos una responsabilidad con el mundo.

No hemos honrado nuestros talentos en las últimas décadas y el mundo nos mira con asombro. Creo que es porque el miedo es más fuerte que la confianza, que el amor, y esta idea de honrar lo que se nos ha dado.

La economía es una de las ciencias que ha sido la directriz de nuestra cultura del siglo 20, no se de la primera mitad pero sin dudas de la segunda mitad, pensando que si la economía anda bien todo anda bien, si la economía anda mal andamos mal y todo lo medimos en términos de producción, dinero, etc. La economía es esta ciencia que siempre está viendo que hay una escasez de recursos, define al mundo como la escasez y discúlpenme si voy a ser un poco religiosa o esotérica, pero en realidad la creación es el mundo de la abundancia. Todas las religiones dicen que se nos ha dado todo, y que no nos tenemos que preocupar por el mañana, que tenemos que preocuparnos por lo que hay dentro de nosotros. Como tenemos una visión lúgubre de la escasez, tenemos miedo, entonces acaparamos y estamos en esta lucha con el otro de que yo primero me tengo que asegurar de tener para mi, para mi familia, para mi empresa, para mi país. ¿Qué le pasa al otro? No es mi problema. Nos hemos desresponsabilizado de lo que le pasa a mi prójimo, porque tenemos esta visión lúgubre.

La ciencia y la física cuántica hoy ya están descubriendo que así como nosotros pensamos así creamos, que se manifiesta aquello en lo que nosotros creemos. Si nosotros creemos en la escasez, provocamos escasez, porque si creemos que va a haber escasez de alimentos, como hizo Europa, decidió subsidiar, no importaba lo que les pasaban -lo mismo en Estados Unidos- retenían la producción.

Es distinto si pensamos en una matriz de compartir, de que hay suficiente si compartimos lo que hoy tiene el mundo.

María Eugenia Estenssoro