Expirado
Cátedras Antiguas

El presidente Sarkozy promueve reformas

En su discurso en la Conferencia Internacional del Trabajo, el presidente francés Nicolás Sarkozy formuló advertencias y sugirió cambios que coinciden con las reflexiones de integrantes del Foro Ecuménico Social.

Varios de los conceptos centrales, como el de los redactores del Tratado de Versalles "La paz universal sólo puede fundarse en la justicia social", son también centrales en el catolicismo, en el cristianismo en general, y en otras confesiones religiosas, cuyos representantes forman parte del Foro Ecuménico Social.
En cuanto a los postulados de la OIT han sido explicados con claridad en ese Foro principalmente por uno de sus miembros, Carlos Custer, ex Secretario General de la Confederación Mundial del Trabajo. La idea fuerte de la OIT, cuando afirma que el hombre no debe ser considerado como un medio sino como un fin en sí, fue reiterada por Custer y está en la base de todas las confesiones religiosas que integran el Foro.
Particularmente Calvez ha advertido desde hace muchos años lo que hoy señala el presidente Sarkozy cuando alerta acerca de ese “capitalismo financiero enloquecido por no estar sometido a ninguna regla y del que empezamos a tomar conciencia de lo destructor que puede resultar”.
La crisis económica, financiera, social, ecológica de la que habla el presidente Sarkozy fueron las que impulsaron el surgimiento de este Foro, y hoy se reitera el  peligro  de se transforme en una gran crisis política a escala planetaria.
También desde el Foro, Calvez particularmente, se ha señalado la necesidad de “regular una mundialización que, junto a la abundancia de riquezas que permite crear, aumenta las bolsas de miseria y de frustración”, como subraya Sarkozy, y que el mundo no puede estar gobernado únicamente por la ley de la oferta y la demanda.
Los dos tipos de mundialización que señala el presidente han estado presentes en las reflexiones del Foro desde sus orígenes.
Por eso lo han tildado de “quimérico”, cuando “lo quimérico y lo irresponsable es creer que este sistema de especulación, de rentas y de dumpings que ha encerrado a la mundialización en un callejón sin salida va a poder continuar de forma indefinida”, como destaca el presidente francés.
Es cierto, como agrega, que hay que resolver la cuestión del capitalismo
financiero que impone a la economía y a la sociedad su propio sistema y sus propias normas, y esto es lo que decía el P. Calvez en la Conferencia sobre Crisis Internacional y Responsabilidad Social, que organizó el Foro con la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid en noviembre pasado.
Finalmente Calvez, y el Foro, también promueven, como el presidente francés, el debate sobre la reforma de la gobernabilidad mundial, sobre la reciprocidad y la condicionalidad medioambiental y social, y sobre la reforma en la
refundación del sistema monetario internacional.

Reflexiones de Sarkozy:

Los redactores del Tratado de Versalles estuvieron en lo cierto al menos sobre un punto: "La paz universal sólo puede fundarse en la justicia social". De esta idea fuerte, nació la Organización Internacional del Trabajo.

La creación de la OIT reafirmó que el hombre debía dejar de ser considerado como un medio y ser considerado como un fin en sí.

Ahora que la economía mundial está sumida en una crisis sin precedentes desde la II Guerra Mundial, ¿podemos esperar?

Ante un capitalismo financiero enloquecido por no estar sometido a ninguna regla y del que empezamos a tomar conciencia de lo destructor que puede resultar ¿es razonable seguir esperando?

¿Hay que esperar a que la crisis económica, financiera, social, ecológica se transforme en una gran crisis política a escala planetaria para decidirnos por fin a cambiar arriesgándonos a que sea demasiado tarde?

¿No hemos esperado bastante para regular una mundialización que, junto a la abundancia de riquezas que permite crear, aumenta las bolsas de miseria y de frustración?

La regulación de la mundialización es la cuestión capital.

El mundo no puede estar gobernado únicamente por la ley de la oferta y la demanda.

La mundialización no sobrevivirá a la ley de la jungla, porque no puede haber
libertad sin reglas.

Hay dos tipos de mundialización. La que impulsa el crecimiento externo y en la que cada uno intenta hacerse con los empleos y los mercados de los demás por todos los medios. La que privilegia el crecimiento interno, es decir un modelo de desarrollo en el que cada uno produce más y consume más, contribuyendo al desarrollo de todos.
La primera lleva al extremo la lógica de la competividad a toda costa recurriendo a todo tipo de dumpings, a políticas comerciales agresivas, a la destrucción del poder adquisitivo y del nivel de vida.
La segunda se funda en el aumento de la productividad, la mejora del nivel de vida, la mejora del bienestar.
La primera es conflictiva. La segunda es cooperativa. La primera opone progreso económico y progreso social. La segunda, al contrario, los une. Hoy, el desafío consiste en pasar de la mundialización de la primera lógica a la segunda.

Quienes no quieren cambiar nada argüirán que es quimérico. Lo quimérico y lo irresponsable es creer que este sistema de especulación, de rentas y de
dumpings que ha encerrado a la mundialización en un callejón sin salida va a poder continuar de forma indefinida, que vamos a poder seguir apostando todo por el capital financiero y nada por el trabajo, que los mercados financieros van a poder seguir imponiendo a toda la economía, a toda la sociedad, su obsesión de rentabilidad a corto plazo dopada por un inmenso auge de la deuda.

Lo quimérico y lo irresponsable es creer que los pueblos padecerán sin decir nada las consecuencias dolorosas de la crisis, que no reclamarán más protección y justicia, que soportarán de nuevo, como si nada, los contratos blindados y los descomunales beneficios de los especuladores pagados por su trabajo y por sus esfuerzos.
Habrá razón o habrá revuelta.
Habrá justicia o habrá violencia.
Habrá protecciones razonables o habrá proteccionismo.

Naturalmente, no resolveremos nada si primero no resolvemos la cuestión del capitalismo financiero que impone a la economía y a la sociedad su propio sistema y sus propias normas.

Ya han cambiado muchas cosas, pienso en particular en los paraísos fiscales. Pero habrá que ir mucho más lejos en muchos ámbitos para reconstruir un sistema financiero que financie más a los emprendedores y no a los especuladores.

Hay que revisar todo: la vigilancia prudencial de los bancos, la reglamentación de los hedge funds, la organización de los mercados, las reglas contables, los modos de remuneración.

Ha llegado la hora de ir lo más lejos posible. No es el momento de retroceder. No tenemos tiempo que perder. Hemos estado al límite de la catástrofe. ¿Hay que arriesgarse a empezar de nuevo?

Sé que hay una tentación de reducir el alcance de lo decidido en determinadas esferas y administraciones, ahora que los mercados han mejorado algo y que los especuladores vuelven a especular.

Francia desea promover el debate sobre la reforma de la gobernabilidad mundial.
Quiere promover el debate sobre la reciprocidad y la condicionalidad medioambiental y social.

También hago hincapié en la necesidad de avanzar en la reforma –¿me atreveré a decir en la refundación?– del sistema monetario internacional.