Expirado
Cátedras

Jean-Yves Calvez SJ, presidente del Foro Ecuménico Social, profesor del Centre Sèvres de París, destacó que es necesario tener organizaciones de vigilancia y previsión efectivas, capaces de tener en cuenta todos los factores de la realidad. En esta página editamos su ponencia.

Claro es que la alimentación tiene una primacía fundamental entre las necesidades de los hombres. Y la alimentación tiene que ver principalmente con la agricultura, con lo demás también por cierto (industria, química, petróleo –para abonos) pero la misma agricultura claramente es primera, es allí que converge todo lo que sirve para la alimentación.

Algo que atrae la atención, mirando a la evolución de las cosas en el último medio siglo – digamos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial– es la insuficiencia de nuestras previsiones. Simplificando por cierto parecían muy probables grandes hambrunas, particularmente en el continente asiático (India, China) al momento de la creación de la FAO (Food and Agriculture Organization). A pesar de la rapidez del crecimiento demográfico en el período posterior, la revolución agrícola, verde, cambió rápidamente también el panorama. Los problemas que ha habido han sido locales en el peor de los casos, como en el Sahel africano (del que no se hablaba en los años 1945/50).

Hoy en día se manifiesta en el año 2008 como una sorpresa el alza de los precios alimenticios, con la consecuencia de la incapacidad para muchos de comprar lo esencial para vivir, y de disturbios sociales violentos, saqueos y lo que sigue de ellos, en Haití, en El Cairo, etc. En Haití dimitió en pocos días un Primer Ministro, etc. Aparentemente no se había previsto esto, a pesar de factores nuevos, de los que se puede decir que eran bastante visibles ya desde años, como el crecimiento económico chino, el alza consecuente del consumo alimenticio de los chinos, o bien la competencia entre agricultura para alimentos y agricultura para carburantes. Lo que no se podía prever es posiblemente la transferencia de muchos capitales al mercado de los alimentos, cereales particularmente, como consecuencia de la crisis inmobiliaria de Estados Unidos.

Me voy a detener un poco sobre el caso europeo, donde ha habido aparentemente mucha conciencia de los problemas del porvenir agrícola, en particular gracias a la Organización Europea, el Mercado Común y la Comunidad Europea desde los años ‘50, hoy Unión Europea. Aquí por lo menos había una organización para seguir los acontecimientos, las previsiones...Ahora bien, a pesar de esto, Europa ha contribuido bastante poco a la previsión estos últimos años.

Volvemos a los orígenes. El Tratado de Comunidad Europea instituyó desde el primer momento una Política Agrícola Común (PAC). En un momento de penuria mundial, se trataba principalmente de aprovechar todas las posibilidades de la Comunidad para la alimentación propia, de lograr una autosuficiencia alimenticia relativa por cierto pero notable para esta Comunidad, aunque fuese esto a base de medidas de protección (evitando la competencia para sus productores, para que estos tengan interés en producir). Esta política productivista tuvo mucho éxito, grandes resultados ya desde 1973. Tuvo sin embargo demasiado éxito (ha sido consecuentemente excesiva), de tal modo que se amontonaron desde aquel tiempo excedentes difíciles de almacenar, difíciles de vender afuera (o vendiéndose solamente con grandes rebajas, problemáticas al mismo tiempo para los productores de los países del Tercer Mundo que ya no podían desarrollar sus propias producciones). Desde 1992 se empezó a reformar esta política (agrícola común), pero muy lentamente. Hoy día se llega a una cierta disminución de la producción, al momento en el que faltan alimentos a nivel mundial y crecen consecuentemente los precios. Inmediatamente se decide volver a explotar tierras anteriormente abandonadas, etc. ¡Cuántas inconsecuencias! se puede decir.

Claro es que, en la situación actual, como he dicho, hay también efectos menos previsibles de la especulación en el mercado de los cereales, de los alimentos en general. En un momento como este, con un alza de los precios, se compra en forma no razonable.

¿Es posible reglamentar el mercado? ¿tales mercados? Hay que darse cuenta que, fuera de situaciones de total autonomía y autosuficiencia local, y no artificial (no a precio demasiado alto), y cerrando sus fronteras, es muy difícil reglamentar los mercados de alimentos. Habría que administrar y controlar precios de muchos productos a nivel verdaderamente mundial. Esto hace que después de que se haya pedido aquí o allá subvenciones para hacer bajar los precios, aun en países subdesarrollados, a lo mejor se da un subsidio; eso es un ingreso adicional, a una categoría de gente muy pobre para que acudan al mercado. No hay autoridad capaz de evitar mercados negros formidables en el caso de medidas para fijar precios en los mercados de alimentos. Es claro que la única política posible es la de fomentar, no obstaculizar, el desarrollo de la producción para responder a las nuevas necesidades surgidas en el mundo. Se supone que no hay penuria grave, irremediable, que haría casi todo incontrolable. Si hubiera habido de verdad la penuria que se preveía, que se temía después de la Segunda Guerra Mundial, nadie habría sido capaz de reglamentar la distribución de la escasez.

Es muy importante, a pesar de esto, llegar a políticas comunes, comunes en otro sentido que el de la PAC europea, que era todo lo contrario de una política común mundial (Europa se organizaba para su interés particular), pero en el sentido de que todos actúen conjuntamente para producir todo lo necesario para el mundo, a precios no especulativos, sin dañar a su vecino que posiblemente puede producir en condiciones mejores, y consecuentemente debe ser admitido en el mercado. Debe haber almacenamiento suficiente para contrarrestar los efectos de las penurias relativas que siempre se producirán.

Claro es que estamos aquí delante de unas de las tareas más serias de reglamentación para el mundo. Las organizaciones encargadas de esto tienen que tener la autoridad suficiente para actuar en las circunstancias que se presentan. Me parece sin embargo que la prioridad de las prioridades es tener organizaciones de vigilancia y previsión verdaderamente efectivas, capaces de tener en cuenta todos los factores de la realidad.

Esto es, quiero añadir, un aspecto de las cosas no suficientemente considerado por las autoridades de la Iglesia Católica por ejemplo, fuera de las observaciones que hacía el papa Juan XXIII en su encíclica sobre el Orden político nacional e internacional, Pacem in terris, en 1963. La reflexión no ha seguido, creo, con la precisión necesaria, en los años siguientes. Es importante desarrollarla hoy, en correlación con la reflexión, ya empezada, sobre la distribución de otros recursos escasos, como la energía, el petróleo particularmente. Pero estamos lejos, en esto también, de una conciencia mundial de común interés, o de bien común, que permitiría esta distribución. He querido contribuir, con esta pequeña reunión de reflexiones, a promover esta toma de conciencia.