La hora de tender puentes
Gustavo Grobocopatel, vicepresidente del Grupo Los Grobo, dijo que un país no es un conjunto de proyectos parciales, sino el fruto de una construcción colectiva amplia, integradora, llena de sueños y visiones comunes. A continuación transcribimos sus palabras.
Un país no es un conjunto de proyectos parciales, es el fruto de una construcción colectiva amplia, integradora, llena de sueños y visiones comunes. “Las partes” de nuestra Argentina lo han hecho mejor o peor individualmente. Hay clubes, ONG, cooperadoras, grupos empresarios, corporaciones, que han construido su visión. Pero no es suficiente: las naciones se construyen cuando la sociedad en su conjunto puede ver más allá de sus propios intereses.
Uno de los roles más importantes de los lideres es justamente este: lograr que se resuelvan las tensiones entre el corto y el largo plazo, entre el interés particular y el colectivo, instalar en el debate público la cuestión de la visión compartida y las metas comunes.
Los líderes son los obreros en la construcción del capital social. Pero estos lideres no son los caudillos o jefes de corporaciones; son miles, están por todos lados: en las empresas y en el Estado, en el Gobierno y la oposición, en la calle y en los claustros, en el bar y en la TV. El liderazgo y su desarrollo es clave en la construcción del Capital Social.
En la Argentina nos falta el liderazgo que piense en los otros, que tienda puentes, que transforme lo corporativo en colectivo. Que entienda la diferencia y acepte la diversidad. Que desafíe las ideas y no a las personas. Que respete el pasado, que no lo olvide, para aprender a no repetir los errores, pero poniendo el foco en el futuro.
Hay que construir puentes entre los líderes y formar una nueva cultura del liderazgo. El liderazgo como hecho colectivo, que entusiasme, y no como la inspiración solitaria de un caudillo.
Para Grupo Los Grobo Responsabilidad Social implica el liderazgo comprometido de los que hacemos la organización en alcanzar el anhelo de mejorar nuestra calidad de vida y entorno ambiental, en cada localidad, en nuestra provincia y en nuestro país.
Hay que tender puentes con el mundo, integrarnos en la globalización, darse cuenta de las oportunidades, pertenecer a las grandes cadenas y redes globales de productos, servicios y conocimientos.
Estamos frente a un hecho singular: la situación internacional es muy favorable en varios aspectos. Muchas estrellas se han alineado positivamente. Los commodities están en un ciclo positivo, según muchos expertos este ciclo no es coyuntural, estamos en presencia de un nuevo paradigma como a fines del siglo XIX.
La irrupción de la demanda de China y el Asia Pacífico, el aumento de productividad encabezado por EEUU gracias al uso de tecnología y la baja de las tasas de interés, la baja inflación, etc., parece ser un entorno hecho para la Argentina y su sector más dinámico: los alimentos.
Estamos celebrando los 10 años de la soja RR. Es difícil de estimar y cuantificar los efectos sistémicos de esta medida. ¿Qué hubiera pasado si no se hubiese desarrollado?: menos siembra directa, más erosión y degradación de las tierras, mayores costos de control de malezas, perdiendo la lucha contra el sorgo de alepo y el gramón, mayor uso de agroquímicos, mayor impacto sobre el medio ambiente, menor superficie agrícola, menos ventas de maquinarias, la industria metalmecánica y siderúrgica menos dinámica, menos camiones y camionetas, menos fertilizantes y seguimos venteando el gas. Los campos no se arriendan, los propietarios sin poder sembrarlos o alquilarlos, tratando de venderlos a menores precios, mucho menos precio, los bancos no pudiendo cobrar sus deudas, rematando más campos. Los precios internacionales de la soja subirían, pero no tenemos soja, la fiesta es para los demás. Los pueblos del interior sin poder salir de una permanente decadencia y aislamiento. ¿Podría haberse desarrollado otro sector? Claro que sí, la agricultura no necesitó de subsidios ni protecciones, no dañamos a nadie.
Hay que construir los puentes entre los sectores agrícola, industrial y de servicios porque sólo hay intereses comunes. Se puede ganar-ganar.
Hubo muchos actores, desde grandes a pequeños. Las 500.000 pymes agrícolas de productores, de proveedores de servicios agrícolas, los grandes traders nacionales y transnacionales, las compañías proveedoras de insumos, los emprendedores, los innovadores, los que se arriesgaron e invirtieron porque creyeron en una idea.
Hubo una visión compartida. También hubo mucho dolor, hubo que cambiar y transformarse y nos dieron poco tiempo, muchos no pudieron seguir y otros seguimos a los tumbos.
Pero los beneficios no fueron sólo para el sector. En muchas regiones actualmente el 100% de la utilidad es aportada al Estado. En la mayoría de las zonas estos aportes llegan al 60 o 70% de la utilidad a través de los diversos impuestos. Con una cosecha de soja le pagamos al FMI, por ejemplo. Es probable que debamos seguir haciendo estos aportes y sería bueno que alguien nos contenga, nos incluya, nos reconozca públicamente.
Hay que construir los puentes con la sociedad, escuchar y ser escuchados, reconocer para ser reconocidos y dar para recibir.
Hace poco la OMC falló a favor de Argentina y contra la UE, asegurando que los OGM son iguales a otros alimentos y que benefician a la humanidad aportando mayor cantidad y calidad de alimentos y a menor costo. La demanda fue llevada adelante por un grupo de funcionarios de la Cancillería Argentina. El Estado tiene capacidad de primer nivel en sus equipos sin tener que recurrir a costosos estudios privados. Un gran mensaje para toda la comunidad. El Estado Argentino se fortalece con estas acciones, hay un motivo más para festejar.
Nosotros desde la Fundación Emprendimientos Rurales Los Grobo, también funcionamos en red, y a través de nuestros proyectos Potenciar, Incubadora de Empresas, Proyecto de Voluntariado Corporativo y Escuela de Jóvenes Emprendedores, buscamos dinamizar la generación de capital social e institucionalidad, que reflejen un mejor contrato social (http://www.losgrobo.com.ar/Fundacion1/fundacion.html).
Hay que construir los puentes entre el Estado y los ciudadanos, entre la sociedad civil y la sociedad política.
La construcción de competitividad y el desarrollo social no es un hecho casual. La inversión y el diseño de instituciones son las claves de este modelo. Debemos invertir en I&D. Sabemos lo importante que son los conocimientos y las grandes oportunidades que ellos abren: la biotecnología, la electrónica, el diseño, la química y la tecnología en alimentos, el software, son algunas de las áreas que nos permitirán seguir festejando dentro de 10 años.
Por ello es importante tener claras las reglas de juego desde hoy; no puede haber investigación sin motivaciones suficientes. En Argentina el 70 % de la escasa inversión la hace el Estado y para que crezca en cantidad y calidad es necesario que el 70% de la inversión la haga el sector privado. Los derechos de propiedad intelectual deben defenderse, respetarse y pagar adecuadamente. Los pasos dados por Bioceres (cuyo directorio presido) y a dar por el INDEAR son la muestra de que no sólo decimos lo que hay que hacer, lo hacemos.
Bioceres es un diseño organizacional muy innovador: una cooperativa de la Sociedad del Conocimiento y modelo para relacionar el sector público con el privado. El INDEAR será, junto a otros organismos como el INTA, las universidades (actualmente presido la Fundación Facultad de Agronomía de la UBA, estoy en el consejo de la UTDT), el Conicet y otros institutos, la base desde donde saldrá la nueva agricultura argentina. La que no sólo nos permitirá pagar toda la deuda externa sino también la deuda interna.