Expirado
Reflexiones Cátedras

Buscar en diálogo con otros estructuras que estén en función del bien común

 En la tercer sesión de la Cátedra la presentación estuvo a cargo del Pastor Federico Schäffer, presidente de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. 

Los temas relacionados con la responsabilidad social, ciudadana o política y empresarial que nos vienen ocupando en estas sesiones, son temas de la ética. Y la ética, como cristiano protestante, se basa en la demanda divina expresada por nuestro señor Jesucristo y que reza así: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Y la otra que es semejante a ésa: “Amarás a tu prójimo como a tí mismo”. Pero esta demanda es una actualización de la ya propuesta en la Biblia hebraica, en el Antiguo Testamento, por lo que me atrevo a decir que compartimos este principio con todas las opciones de fe que hacen de este Libro la base de sus creencias. Llevado este principio a la práctica, implica sacarme a mi del centro de mis preocupaciones y enfocar todas ellas en el otro. Jesús puede radicalizar esta postura llevándola al extremo de exigir el amor hasta a los enemigos, y decir también: no hay mayor amor que el de entregar la propia vida en favor del otro. 

Este trasfondo me hace responsable por la vida de otras personas con las que comparto la existencia en este mundo. Jesús no ve solo al individuo, sino concibe una comunidad en la que unos se comprometen para con los otros en amor y respeto fraterno. Esto no es un programa político, pero si la visión de un principio que debe ser llevado a la practica aquí y ahora en el mundo real de todos los días. No se trata de una utopía puramente espiritual que mueve nuestras mentes y corazones en momentos de recogimiento los días de guardar.

Esta radical preocupación por el otro y por el conjunto de otros me apela por lo menos a no hacer nada que pueda dañar la vida del otro, por lo menos a no hacer nada que no quiero que otros hagan para conmigo. Y por lo demás, como lo recalcaría el reformador Martín Lutero, hacer todo lo posible para fomentar y favorecer la vida del otro y de los otros. Y esta preocupación por mis semejantes tiene como consecuencia que yo también tenga que estar dispuesto a resignar algo, o tal vez mucho, de mis propias apetencias. Dicho en otras palabras: yo no soy una persona que tiene solamente derechos a justicia, seguridad, alimentación, vestido, vivienda, educación, que otros me tienen que garantizar, sino que tengo la obligación de brindar esas mismas cosas a los demás. Es decir, como cristiano tengo responsabilidades y mi actuar debería ser un servicio al otro y a la comunidad y esto sin importar si el otro es blanco o negro, argentino o chileno, judío o islamita, mujer o varón, joven o anciano. En fin, como cristiano tengo responsabilidades para con el todo de la sociedad y esto desde cualquier posición que en ella ocupe, sea obrero o empresario, maestro o intendente, médico, jubilado o padre de familia.

Obviamente las responsabilidades serán más sencillas o más complejas según el nivel de referencia. Pero no hay ámbitos vacíos en los que puedo escapar de la responsabilidad por el bien de los demás. Porque esta responsabilidad, que nace de adentro de mi persona por propia convicción y conciencia, siempre irá más allá de lo que exige la ley, cubrirá incluso los vacíos legales y me exigirá en determinadas ocasiones incluso a luchar por el perfeccionamiento de las leyes o el cambio de las costumbres y de los hábitos. 

Puede ser, por ejemplo, que la ley me permita como profesional obtener determinados honorarios en un cargo público, pero que en función de mi preocupación por los demás deba renunciar a parte de ellos. La preocupación por los demás y la consecuente búsqueda por el bien común, de por sí me pide involucrarme en un proceso de aprendizaje, en un ensayo práctico, cotidiano; me pide generar un hábito ético. Esto no se logra de un día para el otro; es realmente necesario un ensayo cotidiano. 

En una sociedad cada vez más estructurada y compleja, demandará asimismo de mí que busque, y ya no solo sino en diálogo y en conjunto con los otros, que las estructuras de ella estén en función del bien común, ya sean las políticas económicas que tengan que ver con la producción o el comercio, con la prevención de la salud o con la educación y formación de nuestros jóvenes, con la seguridad o con la justicia. 

En virtud de todo esto no me pueden y no nos pueden ser indiferentes, asuntos como la guerra, la deuda externa y sus consecuencias para la sociedad, la desocupación, el hambre, las desmedidas luchas por el poder, el funcionamiento de la justicia, la búsqueda de un adecuado sistema de previsión para la vejez, o incluso, si es más conveniente un mercado común regional, o un mercado común continental. 

Todo debe ser probado a la luz de si favorece o daña a todos los demás, a todas las personas de un pueblo o incluso a todos los pueblos. El cristiano protestante no busca que las leyes de un país se adecuen perfectamente a su doctrina de fe, sino que éstas esencialmente sirvan para una convivencia pacífica y razonable de toda la sociedad, y favorezcan la vida de todos sus individuos como una sociedad en la que las estructuras estén al servicio de las personas y no al revés. En esa búsqueda estamos todos los que intervenimos en este Foro Ecuménico Social. Por eso me congratulo de poder formar parte de él y agradezco a todos los que están brindando parte de su tiempo y de sus conocimientos para que sus objetivos prosperen. 

CÁTEDRA ABIERTA DE RESPONSABILIDAD SOCIAL Y CIUDADANA