El rol de las ONGs en el proceso de cambio
Sergio Berensztein, profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, (en la foto con Jean-Yves Calvez) se refirió al papel que deberían tener las organizaciones no gubernamentales
en la transformación que se busca en la Argentina. En esta página damos a conocer su ponencia.
No parto del conocimiento académico del tema, ya que yo no soy especialista en sociedad civil ni en organismos no gubernamentales, pero trato de participar en algunas organizaciones y básicamente las ideas de esta presentación parten de una reflexión bastante crítica y de pensar problemas más generales a partir de la experiencia que tuve en estos dos o tres años. En primer lugar me referiré a algunos conceptos muy sencillos sobre el papel de los organismos no gubernamentales de la sociedad civil en un país democrático.
En segundo lugar quiero compartir con ustedes algunas ideas muy sencillas acerca de qué involucran los procesos de transformación macro como los que estamos aquí pensando entre todos. Convengamos que se trata de procesos macrohistóricos complejos, claramente de larga duración, y esto naturalmente a esta altura del desarrollo de la sociedad occidental implica tener un grado bastante alto de realismo y una visión moderada, porque se trata de procesos reversibles, no lineales. De modo tal que para evitar frustaciones tempranas es muy importante tener idea de cuáles son los objetivos de corto, mediano y largo plazo que uno puede plantearse.
Finalmente voy a reflexionar muy brevemente sobre el papel de las ONGs como motores del cambio, tema que se me ha pedido. En este sentido hay algunas cuestiones más conceptuales y otros ejemplos muy interesantes en estos últimos años en este país, que puede ser una excusa para tal vez pensar mecanismos específicos y concretos, potencialmente muy efectivos, para que las ONGs se transformen en motores de cambio en un proceso complejo, global, de transformación, como estamos aquí discutiendo. Entonces comenzaré por estos conceptos.
En nuestras sociedades, que experimentan profundos déficits de desarrollo institucional y serios problemas de gobernabilidad, a esto se refirió sobre todo Eusebio Mujal León, las ONGs, la sociedad civil, pueden tener un impacto relativamente limitado en la medida que se ocupen exclusivamente de los objetivos por los cuales fueron conformadas, y actuando individualmente. Si lo macro no está bien definido y no funciona bien, a lo sumo las ONGs pueden tener un rol, un impacto marginal. Si se trata más aun de sociedades muy desiguales, es probable que las ONGs puedan distorsionar la agenda de gobierno, priorizando cuestiones que no son necesariamente relevantes en términos del interés general. Les cuento un ejemplo muy sencillo en una provincia muy pobre del interior del país: gracias a la donación de productores locales se logró que algunas escuelas comenzaran a dar productos derivados de la soja como alimentos complementarios de la dieta de chicos con muchos problemas nutricionales. Sin embargo una ONG local, muy inserta en un movimiento de base campesino financiada por fondos externos, empezó a hacer una campaña en contra de los cultivos transgénicos, por lo cual estas escuelas dejaron de dar los derivados de la soja con consecuencias enormes para el desarrollo de esos chicos. Es un claro ejemplo de que si falta una política nacional de nutrición, si faltan criterios establecidos, controlados, en cuanto a la nutrición de los chicos, y se deja todo a la buenísima voluntad de los productores locales, a la iniciativa de algunos líderes, incluso de los maestros que son héroes, se corren estos riesgos.
La potencialidad transformadora de las ONGs reside en su capacidad para construir redes y potenciar sinergias de manera cooperativa con otros actores económicos, políticos y sociales. Por algún motivo, básicamente por la crisis de legitimidad a la que se refirió Eusebio Mujal, hay una enorme esperanza puesta en las ONGs, en la sociedad civil, lo cual no está mal, todo lo contrario. Pero la sociedad civil se mira a sí misma y piensa que las soluciones a los problemas importantes que estamos discutiendo aquí pueden salir exclusivamente de la sociedad civil y eso en mi opinión es un gran error.
Voy a dar una definición muy aceptada de democracia, propuesta por un autor inglés, David Held, y básicamente se ponen de manifiesto algunos elementos que no debemos olvidar, justamente para pensar desde la sociedad civil en una sociedad democrática. En primer lugar los individuos tienen que ser libres e iguales, en segundo lugar tiene que haber esquemas institucionales que crean y limitan las oportunidades de los individuos, y finalmente tiene que estar asegurado el principio de autonomía y de respeto a los demás. No existe una posibilidad siquiera de sociedad democrática, de individuos libres e iguales, sin instituciones. Robert Dalh, un famoso politólogo americano nos brinda esta definición de poliarquía: en definitiva el poder tiene que estar dividido lo suficiente para que -aun en un contexto donde hay reglas de juego más o menos claras- no haya predominio de algunos poderosos. Dahl propone principios y esas condiciones son necesarias pero no suficientes para que haya una sociedad democrática, aun si en la mayoría de nuestros países, sobre todo en la Argentina, muchas de estas condiciones no se cumplen totalmente.
En particular, la existencia de fuentes de comunicación alternativas. Ni siquiera el Estado nos ayuda a obtener la información. Se sabe que es complejísimo extraer información confiable. Aparte por supuesto tenemos muchos problemas para tener elecciones libres y justas. Hay problemas de financiamiento, de organización, hay sospecha de corrupción en el manejo de los procedimientos electorales, y sobre todo no tenemos instituciones de gobierno que traduzcan en políticas las preferencias de los ciudadanos expresadas en el voto, sin poder agregarlas de otra manera, por ejemplo por el debate público, de la sociedad civil.
Hay un problema de incapacidad de las instituciones del Estado para finalmente responder a la demanda de los ciudadanos. Estas son, reitero, condiciones necesarias pero no suficientes para que exista una sociedad democrática.
Fíjense el grado de subdesarrollo institucional que impide que efectivamente podamos contar con las oportunidades transformadoras que todas las sociedades tienen, pero que están basadas -como se dijo acá- en reglas de juego. ¿Cuáles son esas reglas de juego? Hay lo que se denomina una infraestructura institucional básica, cosas muy importantes, mínimas, que una sociedad debe tener, efectivamente, para poder aprovecharse a sí misma y salir de esta situación de Estados fallidos o de ciclos largos de decadencia, como es el caso de la Argentina.
En primer lugar, por supuesto, tenemos que tener instituciones republicanas, que implican división de poderes, sistemas de frenos y contrapesos, que no haya ningún poder que esté hegemonizando a los otros. Es cierto, como dijo Eusebio Mujal antes, que el presidencialismo tiene la tentación de dominar a los otros poderes del Estado, pero esto no necesariamente tiene que ser así. Existen mecanismos específicos que logran por lo menos evitar este intento hegemónico que ciertamente concentra la presidencia. La Constitución, sobre toda la nuestra, da muchísimos recursos al presidencialismo, que tiene enorme poder y por eso genera la tentación de involucrarse en terrenos específicos de otros poderes. Obviamente tiene que haber instituciones específicamente democráticas: elecciones, partidos políticos, libertad de prensa y de expresión, mecanismos de deliberación que enriquezcan el debate público.
Generalmente mezclamos esto, pensamos que la democracia tiene que ver con la independencia de poderes y no es así. Esto lo marco porque sociedades como la mayoría de las europeas tuvieron una larga transición y generaron repúblicas mucho antes de tener sociedades realmente democráticas, es decir de ampliar la ciudadanía, y permitir que todos los ciudadanos voten. En cambio, en nuestros países, sobre todo en América Latina, hay una intención de avanzar en todos los campos al mismo tiempo, lograr independencia de los poderes, efectivamente avanzar en el terreno de las instituciones democráticas y también aumentar la eficacia, la eficiencia de los aparatos estatales. Todo junto al mismo tiempo implica obviamente un desafío aun mucho mayor.
¿Qué tiene que hacer el Estado? Básicamente brindar bienes públicos, que son la educación, salud, infraestructura, cuidado al medio ambiente, justicia. Son las cosas fundamentales que cualquier Estado tiene que lograr: tiene que producir, que garantizar la soberanía e integración territorial, y fundamentalmente que las reglas de juego establezcan horizontes temporales largos.
Recién se discutía el problema del sector privado justamente cuando cambian permanentemente las reglas de juego. Y no solamente el sector privado tiene problemas para planificar en el mediano y largo plazo, sino que también las familias, los individuos, cualquier institución, sufre por los mismos problemas.
Tiene que haber instituciones económicas que sirvan para generar y crear riqueza, fomentar la competencia, y para mejorar la distribución del ingreso. Todo esto forma parte de la infraestructura institucional básica que tiene que tener una sociedad para poder desarrollarse de manera sustentable.
La sociedad civil tiene un rol y es construir capital social. Debe generar, potenciar, la aparición de nuevos movimientos sociales, sobre todo aquellos orientados a identificar cuestiones que la sociedad piensa que son importantes pero que no tienen todavía la dimensión política, por cuestiones básicamente de dificultad para captar esa importancia o por otras cuestiones muy comunes en toda sociedad democrática. La sociedad puede en ese sentido contribuir en el debate público, dándole justamente trascendencia a cuestiones referidas a minorías, derechos de sectores marginados, defensa de valores culturales, etc, que todavía no tienen entidad política. Pueden, por el contrario, ser puestos en la agenda pública por los movimientos sociales.
Un ejemplo de esto es la cuestión ecológica. Hace cuarenta años no era una cuestión de Estado. Gracias a todos los movimientos verdes, sobre todo a un gran esfuerzo de los países centrales para poner esto en la agenda, hoy se enseña en todas las escuelas y los chicos repiten lo importante que es no tirar el papelito en la calle, etc, etc. Todo eso forma parte de un movimiento enorme, de un gran esfuerzo que empezó en la sociedad civil, se transformó en política pública y adquirió su jerarquía de política de Estado. Esto por supuesto genera mecanismos de control e incrementa el pluralismo que tiene que tener la sociedad, de modo tal que el rol de la sociedad civil es enorme. Es complementario de todo lo anterior, pero es indudablemente muy importante.
Finalmente tiene que haber instituciones culturales que fomenten la libre creación, distribución, circulación y consumo de bienes simbólicos (ideas, tradiciones, formas de vida, etc), cuestiones que son centrales para la calidad de vida de cualquier sociedad y aparte alimentan el debate público y contribuyen en definitiva a la generación de riqueza. Nadie puede esperar nada, ni ser imaginativo ni aprovechar las oportunidades si no ha tenido una formación completa, no solamente cuestiones técnicas sino fundamentalmente una visión humanista, compleja, del mundo.
Obviamente tenemos que ocuparnos de la sociedad civil, ese es mi rol aquí. Pero quería mostrar esto para que vean lo importante que es y al mismo tiempo lo limitada que puede ser la sociedad civil en un contexto democrático si efectivamente no hay un desarrollo institucional acorde a las demandas, a las necesidades de un país, de un mundo tan globalizado. Como decía Eusebio Mujal antes, se ponen de manifiesto las vulnerabilidades de nuestras sociedades justamente como consecuencia de la globalización. Son cosas que existían tal vez con la economía cerrada pero no estaban en forma tan manifiesta; con una economía abierta todo esto aparece expuesto de una manera mucho más contundente. ¿Qué ocurre con la sociedad civil en sociedades desintegradas? Bueno, si el Estado no sólo no produce bienes públicos suficientes, sino que promueve comportamientos rentísticos y predatorios de actores políticos, económicos y sociales, -el mundo de los Estados fallidos- entonces el sistema político se esclerotiza, carece de mecanismos de participación efectivos y prioriza objetivos minimalistas que postergan el desarrollo de aspectos estratégicos varias décadas. Esto tiene que ver con el marco institucional, con horizontes temporales de muy corto plazo, se postergan las decisiones realmente trascendentales desde el punto de vista del desarrollo sustentable. Al mismo tiempo el mercado se comporta de manera muy peculiar: el mercado se desarrolla concentrando ingresos, sin crear suficientes empleos en el sector formal (por el contrario, crece más en términos comparativos la economía informal), espiralizando entonces procesos de modernización segmentados social, étnica y/o territorialmente.
Entonces hay todo un conjunto de distorsiones que parten de este pecado original que es no tener un marco institucional adecuado. Estos círculos viciosos son muy complejos y son muy difíciles, obviamente porque hay pocos sectores que ganan demasiado y el esfuerzo que tiene hacer la sociedad para cambiar este equilibrio es realmente monumental. Tenemos entonces una sociedad cada vez mas fragmentada, que se torna más desigual, que aparece débil frente a los actores poderosos y con muchos problemas de coordinación, que se vuelve menos solidaria, porque aquí hay ciertamente manifestaciones individuales y algunos casos plurales de solidaridad, pero frente al drama general todo es poco, y predominan las estrategias de “salvación individual” (free riding) por sobre las colectivas. Se desperdician esfuerzos porque obviamente se tiende a privilegiar el interés individual, de la familia, de la empresa, de su propia institución, y se olvidan de lo que pasa en el contexto.
La metáfora de los barrios privados: uno puede tener algunos barrios privados pero efectivamente sale, de modo tal que es una especie de ficción que uno tiene algunas horas de sus vidas, y el resto vive realmente temeroso porque no puede hacer como si la sociedad no existiera. Entonces no es una solución contundente, sustentable, construir -sin ofensa a nadie que viva en un barrio cerrado- estas clases de comunidades. El dinero que gastamos para seguridad de nuestra familia, o individual, es enorme frente a lo que podríamos gastar pagando impuestos y teniendo Estados eficaces que se ocupen del problema. Es mucho más caro hacerlo individualmente; sin embargo como vemos que el Estado no lo hace tratamos de compensar eso con soluciones individuales.
Hace poco un colega de la universidad en un “paper” muy interesante mostró que cada vez que los sectores ricos de la sociedad ponen seguridad privada aumentan el problema de los pobres, en particular porque hay un desplazamiento de los eventuales criminales de las áreas ricas a las áreas pobres. Como son más seguros nuestros barrios se van a robar a los otros. Al mismo tiempo para compensar lo que robaban en una casa ahora tienen que robar más, suponiendo que tienen en mente un monto más o menos definido que quieren robar. De modo tal que tiene un efecto redistributivo terrible poner seguridad privada en nuestros barrios.
En fin, es un gran desquicio, es un gran círculo vicioso que pone de manifiesto estos enormes problemas de coordinación e información que hay en Estados desestructurados institucionalmente. Pero ¿qué puede hacer la sociedad civil? Tiene un rol, pero me temo que es muy marginal. Tal vez puede tener trascendencia a nivel micro o local, pero generalmente es irrelevante a nivel macro o nacional. Más aun, yo veo que hay oportunismo y luchas facciosas por el control de recursos, porque todas las organizaciones tienen necesidad de tener alguna oficina, un teléfono, alguna secretaria, los gastos típicos de estructura tienden a una lucha enorme para sobrevivir y muchas veces se priorizan este tipo de pugnas sobre intereses que supuestamente la sociedad civil o las ONG en particular deberían defender.
Hay también riesgos de manipulación por parte de actores políticos y económicos que buscan reconocimiento, mejorar su reputación, o por problemas de relaciones públicas. Esto ha pasado sobre todo en la última época, especialmente por la existencia de financiamiento que facilitaban a algunas ONG y hubo una proliferación de organismos. Muchas de ellas eran, para decirlo en una manera un poco metafórica, unidades básicas camufladas. Era más fácil desviar recursos hacia las ONGs que hacerlo por los mecanismos tradicionales de la vida política. Y esto entonces pone de manifiesto serios problemas de gerenciamiento y de asimetrías de recursos financieros y organizativos. Esto quiere decir que las mejores organizaciones, las que están mejor gerenciadas, tienen más capacidad para captar recursos. Esos temas entonces tienen mayor trascendencia, versus otros que por problemas de gerenciamiento y coordinación no logran estado público. Esto entonces en un contexto de ONGs que actúan individualmente, que son importantes, pero que no hacen la diferencia de manera sustentable a largo plazo.
Dejo este tema, que voy a retomar al final. Veamos qué significan estos macro procesos de transformación como el que todos queremos que el país protagonice en el corto plazo, las dinámicas del cambio institucional. La literatura conocida pone de manifiesto que son procesos complejos y de larga duración. Se trata de procesos donde hay una serie de crisis si la sociedad no toma conciencia de la necesidad de transformarse. Las crisis suelen representar excelentes oportunidades pero también obviamente son momentos de mucha incertidumbre, con problemas para definir claramente cuáles son los objetivos. No son momentos ideales si uno tuviera que pensar cuál es el momento ideal para transformarse. Por supuesto uno quiere tener tranquilidad, quiere tener la posibilidad de testear distintos modelos. En general las sociedades no tienen esa posibilidad y tienen que hacerlo sobre la marcha.
¿Cuáles son los actores de estos cambios? Bueno esto obviamente cambia según los procesos históricos, el contexto específico, pero cuando uno analiza los grandes procesos de transformación cultural obviamente lo que se ve es que no hay un solo actor, hay coaliciones de actores. Nadie solo, individualmente, por más capacidad que tenga, por mas visión del mundo, etc, puede hacer nada sobre las dimensiones que estamos buscando.
En realidad lo que hace falta son coaliciones muy amplias, con participación de actores políticos, el sector privado, ONGs y la comunidad internacional. No vivimos en un mundo aislado sino en un mundo cada vez más interdependiente, por lo que esta categoría de cambio requiere mucha información. Mucho de lo que necesitamos en realidad ya existe, y lo que hay que buscar son mecanismos para poder transmitir esa experiencia de los países, que son unos treinta y pico, a las sociedades que la necesitan. Pero no es que hay caminos ya marcados, lo cual no implica que hay que repetir automáticamente lo que ya existe pero sí tener por lo menos en mente los criterios utilizados por otros países para salvar los mismos problemas que tenemos nosotros, como al menos un parámetro de medida, un umbral hacia donde queremos llegar. En ese sentido creo que la comunidad internacional, que ha hecho un enorme esfuerzo de cooperación por lo menos desde la segunda posguerra en adelante, con resultados todavía en mi opinión bastante magros, tienen la oportunidad efectivamente de contribuir a que otros países y en particular la Argentina pueda efectivamente superar estos umbrales tan bajos de calidad institucional.
En estos procesos tan complejos y largos no hay atajos. Si alguien dice que tiene la solución, o que tiene el mecanismo, que en “x” cantidad de años o lo que fuera vamos a estar mejor, seguramente está mintiendo. No son procesos lineales, no hay magia, básicamente se trata de construir mecanismos de manera democrática teniendo en cuenta en cuenta a los principales actores, lo cual no implica los actores más poderosos, pero ciertamente esos actores de poder tienen que estar involucrados, o -si no- no sirve.
Si hay algún indicio positivo de que todo sale bien es que todos resignamos algo. Para decir, de una reunión todos tienen que salir con una cara no ideal; si hay alguno que está demasiado contento, quiere decir que la cosa no funciona. Así son las sociedades democráticas: todos tenemos que perder algo.
¿Qué pueden hacer las ONGS en este contexto de gran transformación? Veamos algunos casos de nuestro país que muestran que esto no es imposible. Primer ejemplo: el Diálogo Argentino. En medio de la crisis, donde muchos dudábamos que nuestro país no tenía otro destino que el de la guerra civil, apareció una experiencia que no fue perfecta pero que involucró a una cantidad enorme de actores que en medio del desastre intentó sentarse a dialogar. En muchos casos no se logró, pero de ahí salió por lo menos el Plan Jefes y Jefas de Hogar, que no es perfecto pero que evitó un derramamiento de sangre. Y esto fue algo plural, fue algo abierto. Hubo por supuesto intencionalidad política, hubo resultados no deseados, pero sin embargo esto implica un esfuerzo de abrir el diálogo a la sociedad. No es algo menor y es algo que sigue incluso en estos días, ahora con una perspectiva mucho más amplia desde el punto de las organizaciones que la integran. Originalmente fue impulsado por la Iglesia Católica, el Gobierno, y contó con la ayuda técnica de las Naciones Unidas, pero ahora ya es parte de la sociedad civil, tiene la participación de todos los credos e involucra a un número enorme de organismos no gubernamentales a nivel nacional, no solo en la ciudad en Buenos Aires.
Otro ejemplo de trabajo en red, cooperativo, de organismos no gubernamentales, fueron Las Leyes de Mayo, que fue un paquete de reformas políticas que se presentó en mayo del 2002, donde unas 12 o 14 ONG se pusieron de acuerdo y elaboraron una agenda en común. Esto influyó en la reforma política que adoptó el Diálogo Argentino, y está sirviendo ahora como referencia a otros proyectos de reforma que incluso está debatiendo el actual gobierno.
El proyecto “El hambre más urgente” fue fruto también de la cooperación de distintos actores, un periódico, algún periodista, grupos de la sociedad civil, se juntaron e intentaron poner al Congreso a trabajar, nada menos con una iniciativa popular que es un mecanismo que está contemplado en la Constitución a partir de la reforma del ’94, y que ciertamente terminó constituyéndose como política pública. El país miraba cómo los chicos morían de hambre y no hacía nada al respecto. Desde la sociedad civil salió este proyecto que hoy es política pública.
El documento “Una Corte para la Democracia (I y II)” sirvió para el decreto 222 del actual gobierno, que reglamenta la selección de los jueces de la Corte Suprema. Antes el presidente mandaba candidatos al Congreso y el Senado votaba. Ahora hay todo un proceso que permite que la sociedad se exprese, opine para bien, para mal, de los candidatos que el presidente envía al Congreso y esto genera un debate público realmente muy interesante, polémico, como pasó en el caso del juez Zaffaroni, pero pone de manifiesto que la sociedad es diversa, que piensa distinto, que tiene opiniones en algunos casos muy polémicas y lo mejor es expresarlo. Ese decreto surgió también del trabajo conjunto de distintas organizaciones de la sociedad civil. Cuando escribieron ese documento el año pasado nadie pensó que se iba a transformar en política, y sin embargo tuvo ese impacto.
Actualmente se trabaja en la aprobación de la Ley de Libre Acceso a la Información, que es una ley fundamental para controlar justamente al Estado, y para que el Estado esté obligado a brindar a los ciudadanos información sobre actos muy relevantes. Es una ley que tuvo enorme importancia para el control del Poder Ejecutivo por parte de los ciudadanos, sobre todo en Estados Unidos, que limita la discrecionalidad que tiene el presidente, que tienen los regímenes presidenciales en general.
Se formó una alianza de ONGs que han hecho un lobby enorme, sobre todo en la Cámara de Diputados, para lograr la media sanción. Ahora están trabajando en la Cámara de Senadores para lograr lo mismo. Es una ley fundamental; tiene enorme importancia para la calidad institucional y también es el resultado de la interacción cooperativa de organismos no gubernamentales, identificando a actores dentro del Congreso que estaban de acuerdo con esta ley, que fueron los que impulsaron la sanción.
Hay cooperación no solo dentro de la sociedad civil sino entre la sociedad civil y el sistema político. No todo el sistema político debe ser desplazado; hay actores que valen la pena, que simplemente necesitan el contexto para demostrar que pueden funcionar de manera distinta. El caso que vimos de los políticos que formaban parte del viejo orden comunista y de pronto se transforman en líderes pro-occidentales es muy interesante. Cuando cambian las reglas de juego, las internas e internacionales, por supuesto los políticos se adaptan. Lo que hay que hacer es justamente ofrecer la oportunidad para que puedan actuar en función del interés general y no del interés individual. Putin no es muy diferente del que era hace 20 años cuando trabajaba para la KGB seguramente.
Actualmente se está discutiendo un proyecto que se llama Reforma Política Ya! donde 22 organizaciones de la sociedad civil fijaron una agenda un poco más minimalista que el de las Leyes de Mayo, pero con la suerte de contar con mucho apoyo mediático, y mucho apoyo de referentes importantes, deportistas, actores de la sociedad civil que van a ser voceros de esa transformación. Intentan poner en la agenda pública otra vez la necesidad de que cambie la red de juego político, de que haya reformas institucionales. Estos son casos muy puntuales pero ponen en manifiesto que las redes ya están surgiendo, de manera todavía tal vez demasiado descoordinada, pero de todas maneras forma parte de un proceso nuevo que surge a partir de la crisis. Antes de la crisis predominaba esa estrategia individual por parte de los organismos no gubernamentales.
Comentarios finales
Si uno mira estos últimos 20 años de la historia de América Latina, tenemos una transición a una democracia exitosa, estamos revirtiendo largas experiencias de autoritarismo e inestabilidad institucional. Estamos mal, estábamos peor antes. También se han hecho enormes esfuerzos en materia de modernización económica, hasta ahora con escasos resultados en cuanto a sentar las bases de un proceso de desarrollo equitativo y sustentable, pero indudablemente en algunos casos hay algunos progresos que vale la pena tener en cuenta. Lo cierto es que en ese sentido hay un enorme camino por recorrer. Estamos mejor en materia política paradójicamente que en materia económica. La clave es que carecemos de las reglas de juego de la infraestructura institucional mínima e imprescindible como para garantizar gobernabilidad democrática y avances sustantivos en el desarrollo humano.
Tenemos una democracia que ni siquiera cumple con las reglas mínimas de la poliarquía. Nos falta aun en ese campo. No estamos en un régimen autoritario, tenemos algunos derechos, tenemos algunas garantías, podemos tener esta clase de reuniones, pero claramente eso no logra gobernabilidad y un proceso de desarrollo sustentable.
Necesitamos mecanismos de fortalecimiento institucional que abarquen el sistema democrático (sobre todo a nivel estatal y local). Tiene que abarcar la eficacia del aparato del Estado y ahí coincido plenamente con dos prioridades que tienen que tienen que ser la justicia y la cuestión fiscal. No existe Estado sin que haya derechos, sin que haya recaudación. El pagar impuestos es el costo de la civilización. Entonces nosotros vivimos en sociedades no civilizadas. Y también tiene que abarcar la economía de mercado.
En los tres aspectos es necesario fortalecer las instituciones. Con esto podremos maximizar la potencialidad transformadora de la sociedad civil, que experimentó una notable expansión y sofisticación en las últimas dos décadas. Esto es muy importante. Debe tratarse de mecanismos flexibles, horizontales, plurales y focalizados en cuestiones bien definidas, comunicables a toda la sociedad y prioritarios en términos del interés general. Si no cumplimos con estas condiciones entonces estaremos distorsionando otra vez la agenda pública como yo marcaba antes y esto es un gran riesgo.
Ya existen algunas experiencias exitosas, tanto en Argentina como en otros países de América Latina. La clave en términos de recomendaciones es ampliar las coaliciones a otros sectores sociales, hacerlas más plurales e inclusivas. Ser lo más generosos posible aun a costo de resignar la agenda, de resignar protagonismos individuales, incluso de resignar en algunos casos prioridades en términos de los objetivos de nuestras propias organizaciones.
La cuestión mediática que es una gran tentación. El problema es que la sociedad civil tiene hoy una cuota de esperanza; esto es una responsabilidad enorme, hay que cuidarla. El problema de los medios es que uno puede tener una sobreexposición de repente, un sobreprotagonismo. El trabajo de la comunicación debe ser muy cuidado. De lo contrario se pueden generar expectativas falsas y entonces en el corto plazo incrementar esa sensación de frustración que tiene la sociedad. El riesgo es que la sociedad diga que ni siquiera las ONGs pueden hacer la diferencia.
Finalmente me parece que hay que aceptar que las ONGs trabajan gracias a la existencia de gente que la financia, que son los donantes, que a veces son los organismos internacionales, a veces el es el sector privado, y a veces son personas generosas. Me parece importante que estas personas que permiten el funcionamiento de la sociedad civil organizada en ONGs tengan en mente priorizar proyectos que impliquen cooperación e integración horizontal en red, más que la supervivencia individual, que no cumple el objetivo de contribuir al interés general.