Expirado
Religiones

David George (Iglesia Anglicana). Interrogantes que deja la pandemia. 

La pandemia del Covid nos dejó con unas imágenes realmente tristes, imágenes que se debían a los estrictos protocolos impuestos por las autoridades asustadas por la alta mortalidad de la enfermedad.  Aunque necesarias estas medidas hicieron imposibles para mucha gente a cumplir con dos deberes básicos de toda sociedad human normal; acompañar a sus seres queridos durante sus últimos días  y despedirlos en las exequias funerarias. 

  Aquí hay dos temas básicos: primero el proceso de morir cuando es una experiencia cargada con emoción y dolor, dando tiempo para que la gente reaccione y comparta algo con el enfermo. El segundo es simplemente el  innegable hecho de la muerte. ¿Cómo manejamos el dolor del duelo, la ausencia  permanente de una persona que amamos?  De hecho hay libros muy buenos escritos por personas muriendo de cáncer o por aquellos que han acompañado a un ser querido hasta que se muere. Pero quisiera ofrecer algunas reflexiones sobre el otro tema: ¿Qué sentido podría tener la muerte? ¿Después de la muerte hay algo? 

  Dietrich Bonhoeffer que tuvo tiempo en la cárcel nazi para meditar las dos cosas escribió: Prestamos más atención al morir que a la muerte. Nos preocupa más superar el acto de morir que superar la muerte. Sócrates dominó el arte de morir; Cristo venció a la muerte como último enemigo. Hay una diferencia real entre las dos cosas; uno está dentro del alcance de las posibilidades humanas, el otro significa resurrección.

  Hamlet en su famoso soliloquio habla de la muerte como “the undiscovered country from whose bourne no traveller returns.” (El país no descubierto de cuya frontera ningún viajero regresa).  La verdad es que con respecto a la vida después de la muerte somos todos literalmente “agnósticos.”  ¿Guardaremos recuerdos de esta vida después de la muerte? No sabemos. ¿Tendremos auto-conciencia después de la muerte? No sabemos. ¿Tendremos sentimientos después de la muerte? No sabemos. ¿Cómo existe un alma o espíritu desencarnada? No sabemos.

  Algunos dirían que después de la muerte dejamos de existir y punto; nuestros restos mortales volverán a formar parte del polvo cósmico del cual todo está hecho. Un poco aburrida esta conclusión pero apenas lo suficiente como para ponernos la piel de gallina. El problema se encuentra en que el vocabulario  de la ciencia que mide cosas o la lógica o la filosofía reduccionista realmente no sirve para hablar de cosas de las cuales  por su naturaleza no podemos tener certezas. Si vamos a decir algo positivo de la vida después de la muerte debemos acudir a conceptos imprecisos como “fe” y “esperanza” y “amor”.  ¿Suenan conocidos? 

  San Pablo afirmó que son las tres cosas que permanecen cuando todo lo demás, incluyendo los otros dones del Espíritu Santo, deja de ser necesario y de funcionar.  Desde ya San Pablo aprendió sobre la permanencia en la eternidad de estas  tres virtudes durante su propia vida terrenal. Y nosotros podemos hacerlo también sin depender de otro testimonio.

  Acabo de leer un artículo por una periodista alemana, Esther María Magnis, que tuvo una experiencia desgarradora a los diecisiete años cuando su padre se murió de cáncer.  El proceso del duelo fue largo e intenso y rechazó tanto las palabras convencionales de consuelo como una creencia en Dios. Sin embargo eventualmente volvió a confiar en Dios a causa de lo que ella llama “el amor extraño de un dios extraño.”

Ella no llegó rápida o fácilmente a una conclusión, ni tuvo una “conversión religiosa”. Más bien empecé a entender la persistencia o resiliencia o misterio del amor humano y el amor divino.   En sus palabras:

Porque amar nunca se detiene después de que la persona que amas está muerta. Aunque parezca, a primera vista, que tu amor ha perdido su objeto. Incluso si lloras todas las mañanas y pareces desconsolado. El amor no muere. Hay algo extraño en eso, y no solo en una forma necesitada, sino también en una forma hermosa. 

De una manera que te deja reflexionar. No sé si fue en la torre del bosque o junto a la cama de mi abuela, pero de repente encontré este amor más asombroso que el cáncer. Más soberano, incluso si eso me hizo debilitarme. Incluso si fuera el amor lo que me hizo sufrir tanto. Había algo grandioso al respecto, extraño, imposible de manipular.

Esta extrañeza del amor empezó a fascinarme. Se me dio una nueva comprensión de Dios. De su extrañeza. Y cambió todo.

San Pablo había conocido en carne propia el extraño amor de Dios en el camino a Damasco y llegó a esta conclusión: “permanecen estas tres, la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor”.

David George es vicepresidente del Foro Ecuménico Social.