Indigenismo y choque de culturas
Rosendo Fraga, Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría, advirtió que empiezan ya los problemas, que se está produciendo el choque del movimiento indigenista con la religión católica, y hay un sentimiento antieuropeo mucho más marcado que antes. Esta es su ponencia:
Un tema de la historia que me ha interesado mucho es el de la esclavitud, la convivencia de todas las religiones y de todos los sistemas políticos prácticamente con la esclavitud hasta comienzos del siglo 19. Si hoy hay algo que nos parece atroz es la esclavitud, que alguien sea dueño del cuerpo de otra persona, que alguien pueda disponer al antojo del cuerpo de esa persona. Hoy para nuestros valores nos parece una de las cosas más aberrantes y más atroces. Sin embargo miramos la historia y la esclavitud fue lo normal para gente muy inteligente, para gente muy liberal, para gente, incluso, de gran cultura.
Hay un trabajo muy interesante de una investigadora inglesa, que profundiza la convivencia entre el cristianismo y esclavitud los cinco primeros siglos del cristianismo, cómo se va incorporando, cómo se va procesando. La esclavitud tiene referencias en el Viejo Testamento. No tiene prácticamente referencias en el Nuevo Testamento, pero en ningún pasaje ni en ninguno de los 4 Evangelios y de las epístolas hay un solo cuestionamiento, una sola crítica a la esclavitud, que era la base del sistema económico de Oriente y Occidente.
Me pongo en el punto de vista de hoy y la esclavitud la condeno pero ni las religiones las condenaron, ni la Revolución Francesa, ni la Revolución Americana. ¿Puedo condenar a cualquier persona que haya vivido antes del comienzo del siglo 19 por haber sido dueño de esclavos, por haber convivido con la esclavitud? Esto demuestra que si no ubicamos en su tiempo y espacio los procesos y la cultura, corremos el riesgo de no entender.
En enero, en Pekín, me decía un cientista político chino: nosotros los chinos tenemos que reconocer que en los últimos doscientos años la democracia ha sido un sistema de gobierno que le dio algún resultado a algunos pueblos de Occidente. Mire cinco mil años, están casi por el año cuatro mil ochocientos, mire cuál es el sistema político que ha dominado, mire el mundo, y usted se va a dar cuenta que la democracia es un momento muy preciso de la historia en una región muy precisa. Esta visión que da la historia creo que es absolutamente fundamental.
Hay una frase de Borges que me hizo pensar mucho, que está en unas conferencias que dijo en la Asociación Freudiana. Dijo: “el cristianismo es una mezcla, combinación de una filosofía occidental y una religión oriental”. La occidental, la griega -ya sea la vertiente aristotélica con Santo Tomás, la vertiente platónica con San Agustín o San Pablo-, con una religión oriental.
El cristianismo es algo absolutamente central de la identidad de Occidente. Pero si uno se ubica en un tiempo y espacio, lo que hoy es Occidente era absolutamente politeísta. Es en Oriente donde comienza el monoteísmo. Muchas de las cosas como las vemos hoy, hay que hacer muchas veces el esfuerzo y mirarlas de otra manera.
Muchas veces estamos mirando lo que pasa en Oriente, el conflicto con el Islam, y quizás no percibimos los fenómenos que están pasando muy cerca nuestro y que tienen mucho que ver con este fenómeno del diálogo de culturas, conflicto y encuentro de culturas, civilizaciones, etc.
Cuando en 1992 se conmemoró el 500º aniversario del descubrimiento de América, el gobierno de Felipe González, tras una serie de estudios, acuñó este término: encuentro de culturas; dos culturas se encontraron. Y de este encuentro de dos culturas yo puedo tener dos visiones, dos significados absolutamente antagónicos. Puedo decir, con una visión positiva, que América Latina ha sido el mayor proceso de mestizaje de la historia. Y puedo decir con otra visión que fue el mayor proceso de violación de la historia.
Hoy el indigenismo en América Latina empieza a ser lo que lo era en el siglo 18, empieza a ser una motivación, un valor, un centro de cuestionamientos. Están surgiendo, reapareciendo, conflictos y cuestiones que en realidad habíamos pensado que estaban absolutamente superados, olvidadas, o que no existían en nuestra región. Quizás a los que vivimos en Buenos Aires nos parece que es un problema no presente, porque esta ciudad es de alguna manera una isla en América Latina. Si la miro desde lo que implica su etnia es una ciudad que a comienzos del siglo 20 un 60 % de su población había nacido en Europa, con lo cual vivimos una situación muy particular. Pero en Bolivia más del 50% de la población es indígena pura, y mestiza más de un 40 %; la población puramente europea es de menos de 10%. En Perú, Ecuador y Guatemala la situación es similar, y en Venezuela y Colombia un poco menos.
En América Latina, de unos 470 millones de habitantes, la población europea pura no pasa del 15 o 18%, y está muy absorbida por una cultura predominantemente occidental en su matriz religiosa, el catolicismo, y en su matriz cultural, a través de un sistema educativo y una lengua que es tan importante en el diálogo y la comunicación.
Pero esto está empezando a cambiar, y puede pasar a ser un conflicto. Hay que anticiparse para que el diálogo sirva para impedir el conflicto.
En Bolivia, por ejemplo, en las poblaciones indígenas se establece el derecho del código penal aymará, que es totalmente diferente al Occidental. Se reúne el pueblo y en asamblea vota la pena del delincuente; puede imponer penas físicas. Esto puede parecer una aberración, pero si observo los procedimientos penales occidentales del siglo 11 al 16 me encuentro con que la pena física era el derecho penal. Cuando la Inquisición en su procedimiento incorpora la tortura, la toma de la legislación común. Tuvimos un caso muy interesante y dramático en la provincia de Salta con un indígena wichi que convive con una mujer y viola a la hija de la mujer de nueve años, que vive en la casa. La mujer lo denuncia en la Justicia y va preso. La Justicia le impone una pena de algo así como cinco años por violación. La Corte de Salta devuelve al Juez de primera instancia la causa, porque considera que no ha valorado adecuadamente que en las creencias wichis fecundar una menor es un acto de adoración a la divinidad. Pero la otra parte no tiene la misma creencia. Se puede decir que es un caso aislado, pero empieza a anticipar los problemas que pueden comenzar a venir. Porque en el mundo de hoy las etnias viven mezcladas y es comprensible, pero quizá la población aymará puede querer volver a su derecho, que a lo mejor tiene una matriz cultural del siglo 13 ó 15.
Bolivia es un laboratorio muy importante de fenómenos que pueden trasladarse a otros planos de América Latina. A dos presidentes, el boliviano y el ecuatoriano, les han impuesto los símbolos del poder la autoridad religiosa indígena, así como muchas veces vimos que el rey los recibía del Papa.
En América Latina tenemos hoy algo así como 37% de la población bajo el nivel de pobreza, pero vive bajo el nivel de pobreza más del 90 por ciento de los indígenas. Estas realidades étnicas se asientan en realidades sociales. En América Latina pobreza y población indígena es prácticamente un sinónimo.
Fue muy interesante una conversación que tuve con la máxima autoridad religiosa aymará en Bolivia, que es el que le dio los atributos del poder a Evo Morales. Me contó el proceso de conversión religiosa de Evo Morales, porque él era un indigenista social pero no religioso; no participaba del culto aymará. Es como pasa con muchas de las personas de las religiones monoteístas: son socialmente de esa religión pero no profesan el culto. Cuatro meses antes de ser electo presidente Morales se acerca al consejo de ancianos aymará a pedir ayuda para llegar a la presidencia, para transformar el país, y ahí empieza a convertirse a un indigenismo religioso. Por eso hemos visto a Morales con su propio cuchillo abriendo una llama y ofreciéndola en homenaje a la divinidad aymará, asumiendo los ritos.
En la región empiezan ya los problemas, se está produciendo el choque del movimiento indigenista con la religión católica, y hay un sentimiento antieuropeo mucho más marcado que antes. En América Latina tuvimos una capacidad mucho mayor que en otras regiones del mundo para terminar generando una síntesis. Por eso urge que discutamos este tema, que discutamos políticas y acciones.