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¿Cómo cambiar costumbres? Reflexiones del Rvdo David George (Iglesia Anglicana).

En la Cátedra Abierta de Responsabilidad Social y Ciudadaba habló el secretario del Foro Ecuménico Social el 28 de agosto. Esta es una síntesis de sus palabras:

Por supuesto no hay nada nuevo en el hecho de la corrupción. Estas palabras del evangelio de Lucas nos recuerdan eso:

Decía Jesús también a los discípulos: "Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.  Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'.  El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.  ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'.  Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'.  'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'.  Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'. 

¿De dónde viene la corrupción? ¿Por qué en algunas culturas florece más que en otras? La parábola nos ofrece una respuesta: el miedo del administrador de caer en la pobreza y la mendicidad. El motivo no es la avaricia sino la necesidad de preservar su imagen de sí mismo. Por eso decide comprar la gratitud de los deudores. Se supone que los deudores felices se hicieron cómplices del engaño, el robo, porque ¿cómo iba a darse cuenta el hombre rico si su propio administrador les invitó a falsificar los recibos?

¿De dónde viene la corrupción? Pienso que nace de una débil auto-imagen personal. Caigo en esta tentación porque básicamente no valoro la confianza depositada en mí; esta confianza no corresponde a mi valorización de mí mismo que es muy baja. Aunque diga o crea que merezco más y mejor, al nivel más profundo no estoy convencido que lo valga.

El problema de la corrupción se agranda cuando encuentra eco en la sociedad en la cual vive la persona corrupta. Los deudores podrían haber protestado, diciendo al mayordomo: “No voy a estafar a su patrón. Lo que propone es deshonesto”. Pero parece que se callan y falsifican los papeles.

Una sociedad de cómplices hace muy difícil un cambio de costumbres. Dice cosas como “roban pero hacen” y “no importa porque todos hacen lo mismo”. ¿Cómo entonces cambiamos una sociedad con tan baja auto-estima? ¿Cómo transformamos una cultura que se desprecia a sí misma? Las soluciones no serán fáciles, pero seguramente no se las puede imponer.  Más bien hay que empezar primero con la convicción al nivel personal que la confianza puesta en mí es un valiosísimo don que afirma y consolida lo que soy.