Expirado

La relación entre las empresas y las organizaciones de la sociedad civil

Gabriel Berger, profesor de la Universidad de San Andrés, señaló que hay un déficit en la colaboración entre quienes trabajan en el campo social. En la Cátedra del Foro explicó cómo se

puede lograr una relación más efectiva que beneficie a todos. En esta página damos a conocer su ponencia.
En nuestro contexto, y en el latinoamericano en general, una condición para la Responsabilidad Social Empresaria es el aprendizaje de la colaboración. Creo que tenemos como sociedad un déficit en la colaboración, especialmente entre actores institucionales y ese fue uno de los motivos que nos llevó a iniciar un estudio hace dos años con los socios latinoamericanos y la Escuela de Negocios de Harvard, sobre cómo se construyen colaboraciones efectivas entre empresas y organizaciones de la sociedad civil. El supuesto implícito es que si logramos colaboraciones más efectivas, vamos a contribuir a crear una cultura de la responsabilidad.

Estudiamos 24 casos en seis países -de manera muy intensiva- de colaboración entre empresas y organizaciones de la sociedad civil. Inicialmente nos planteamos algunas preguntas de investigación. Primero nos propusimos ver en qué se diferenciaban los procesos de colaboración con Estados Unidos, partiendo de un marco conceptual que surge de una investigación previa, que nos sirvió de modelo inicial. Las tres o cuatro preguntas en las cuales nos concentramos tienen que ver con cómo se construye un puente entre sectores, cómo generar alineamiento, articulación, entre dos tipos de organizaciones, como crear valor, cómo crear beneficios y cómo manejar este tipo de colaboraciones para que sean efectivas. El punto de partida es la continua colaboración en tres fases, en tres modelos. Si bien son fases, no siempre se las recuerda de la misma manera, no siempre las relaciones van en la misma dirección.

La primera, que denominamos caritativa o filantrópica, es la que se da cuando hay un nivel de compromiso bajo, hay transacciones más puntuales, la relación con la misión de la empresa suele ser más limitada, la magnitud de los recursos involucrados es más baja. Es la tradicional, donde hay transacciones en una sola dirección: la empresa hace una donación a una organización de la sociedad civil.

La segunda fase que encontramos es la transaccional, donde hay un intercambio entre la empresa y la organización sin fines de lucro. La situación más típica para visualizarla claramente es cuando hay una campaña donde la empresa colabora, moviliza sus recursos, contribuye a que los clientes donen y la ONG aporta su valor de marca, su prestigio o su reputación. La tercera fase, menos frecuente pero más interesante, es cuando se quiere profundizar en relaciones intensas y la denominamos integrativa. Se da una integración, una articulación muy profunda entre las empresas y las ONG. Encontramos un alto nivel de compromiso, de interrelación, se movilizan recursos más variados, más intensos, suelen desarrollarse mayor cantidad de actividades, el nivel de confianza es muy profundo. Suele aparecer otro tipo de dificultades: cómo manejar este tipo de relaciones, porque requieren una complejidad mayor. La primera pregunta es ¿cómo se construyen puentes? Para poder colaborar hay que romper una barrera. Por eso nos preguntamos qué es lo que lleva a los actores a colaborar y cómo se planteaba previamente virtud versus interés. Encontramos las dos motivaciones paradigmáticas: el altruismo y el utilitarismo. En las relaciones más intensas, en la tapa integrativa suelen estar presente los dos motivos, las dos motivaciones; no hay una contraposición. Desde el punto de vista conceptual, teórico, abstracto uno puede ver una contraposición, pero en la práctica suele verse la presencia de ambas motivaciones.

En otros casos se ve más presencia de altruismo, inspirada especialmente en el contexto latinoamericano por valores religiosos , y la encontramos especialmente en empresas familiares. Puede que esto se dé, también, a partir de la emergencia de líderes jóvenes que toman el control de empresas por recambio generacional. 

En el utilitarismo encontramos la colaboración como la forma de manejar mejor el riesgo que muchas veces implica un negocio. El caso más claro que estudiamos fue la relación entre Ausol y la fundación SES. En la etapa inicial el primer acercamiento se produce cuando Ausol necesita avanzar en la traza de la autopista y tiene que cruzar el barrio Malaguer. Ahí tiene que acercarse a la comunidad para minimizar el riesgo que implicaba para la parte inicial de la construcción de la autopista una oposición muy activa de ese barrio.

En otros casos la motivación inicial tiene que ver con búsquedas de ventajas competitivas, empresas que quieren diferenciarse a partir de colocar la responsabilidad social corporativa en el centro de su estrategia empresaria.

¿Qué predomina? Uno lo puede encontrar en todo tipo de empresas, aunque como decíamos antes la motivación altruista se ve con más frecuencia en empresas familiares. La motivación utilitaria puede aparecer en grupos multinacionales que toman empresas locales latinoamericanas y traen otra formación, otra matriz cultural de sus países de origen que los hace más abiertos, más proclives a la colaboración pero buscando un beneficio para su estrategia corporativa. 

En la etapa inicial hay dos barreras básicas que deben superarse: primero es la distinta cultura organizacional que traen empresas y ONGs en cuanto lenguaje, expectativas, tiempos. Las empresas tienen un tiempo muy corto, resultados de corto plazo. Las ONG que tratan de cambiar el mundo o trabajar sobre problemas significativos, suelen tener visiones de más largo plazo. Hay toda una cultura de la austeridad versus la eficiencia que suele generar barreras importantes, que deben ser superadas, y por último estereotipos negativos.

La segunda gran barrera tiene que ver con la capacidad institucional. Del lado de la sociedad civil encontramos una dignidad institucional muy fuerte en este contexto que se convierte en una barrera para promover una relación de colaboración. En el contexto latinoamericano, tienen mucha influencia todas las relaciones preexistentes entre los actores. Es una gran barrera cuando hay tanta distancia social entre la gente que participa en las empresas y los que actúan en organizaciones de base, si son sectores vulnerables o excluidos. Es un tema que merece reflexión para aquellos que quieren promover una mayor colaboración.

Hay dos mecanismos básicos. Uno es la comunicación efectiva. Encontramos líderes carismáticos con gran capacidad de comunicación como una forma de superar esa barrera inicial, a pesar de la resistencia que puede encontrarse. La segunda es una actitud preexistente y proactiva. Es más frecuente que las ONG busquen a las empresas que viceversa, pero se requiere capacidad comunicacional, un mensaje claro, persuasivo, y también una actitud de insistencia, de seriedad. También requiere prepararse, saber qué le puedo aportar al otro para que la barrera inicial pueda ser superada. Y por último saber qué es lo que necesita el otro, saber lo que está haciendo el otro. Si yo sé lo que está haciendo la empresa y tengo la posibilidad de contribuir mejor a lo que la empresa busca a través de una propuesta creíble, es más fácil romper la barrera inicial.

Como síntesis, en nuestro contexto encontramos que romper esas barreras suele ser más difícil que en otros contextos donde hay mayor interacción social, especialmente cuando comparamos esto en relación con Estados Unidos.

La segunda área importante se vinculaba con cómo generar áreas de acuerdo y de vinculación entre las empresas y las ONG, lo que llamamos alineamiento. La hipótesis de la cual partimos es que a mayor alineamiento la colaboración es más sólida. Hay muchas veces alineación de valores en creencias básicas, en la misión, en las estrategias. Por ejemplo, en la fase transaccional entre una empresa y una ONG suele haber alineación. La ONG brinda prestigio, reconocimiento, visibilidad, relaciona con un público en el que la empresa está interesada. La empresa le brinda recursos y hay una disposición en la ONG a ser utilizada de esa manera, porque también su estrategia es tener más visibilidad pública quizás, aprovechar, utilizar la exposición para educar a la comunidad con relación al problema que está trabajando.

La alineación puede ser descripta en dos variables: por un lado la amplitud, puede ser más amplia o más estrecha, y por el otro la intensidad, más profunda o más superficial. Para que la relación sea óptima, para maximizar el alineamiento, tiene que haber tanto profundidad como amplitud y todo esto hay que construirlo.

El alineamiento no se da de entrada, mágicamente. Muchas veces se comienza en la etapa caritativa, a partir de una donación, donde suele haber una alineación de valores, la empresa le da fondos a una ONG porque cree en los valores de esa ONG, pero a partir del manejo efectivo de la alianza se logra generar mayor alineamiento. Para eso es necesario estar preparado, para ir aprendiendo lentamente. Para encontrar oportunidades de aprendizaje mutuo hay que estar abierto a los cambios de estrategia de la empresa, para que la ONG pueda aprovechar ese cambio. Encontramos un caso muy claro de relación entre una empresa que se constituyó en internacional adquiriendo empresas en varios países y una organización del campo cultural. En el momento en que el grupo empresario operó ese cambio, a la ONG del campo cultural le resulto útil para desarrollar muestras en los países en los cuales se estaba instalando. Era una ONG receptiva, abierta a entender cuáles eran las necesidades estratégicas de la empresa con la que quería colaborar. Y también estar presente frente a presiones competitivas que suelen aparecer del lado de las empresas. En este caso las ONG pueden contribuir a generar diferenciación para las empresas a partir de esta relación.

Esto es lo que nos proponíamos analizar: cómo se crea valor. Primero hay que romper barreras, hay que entrar, hay que lograr que me abran la puerta, segundo hay que entender cómo generar articulación y entender que es un proceso. Esto es lo que denominamos alineamiento. Tercero entender cómo generar beneficios, cómo generar valor para las empresas, para las ONG, para la comunidad. La búsqueda de valores es el motor de estas relaciones. Es lo que contribuye a que se avance de relaciones caritativas, esporádicas, aisladas, puntuales, a relaciones intensas, de alto nivel de compromiso.

Hay dos generadores básicos: la alineación, como mencionaba antes, y el tipo de recursos involucrados. Porque la alineación genera valor, porque hay más puntos para crear beneficios, porque permite generar nuevas soluciones y cuando genera nuevas soluciones a problemas sociales aparece también como beneficio contribuir al bien común, mejorar de esa manera a la comunidad de la cual somos parte. Cuando se logra una integración, una articulación muy importante en las tres dimensiones, resulta muy difícil para otras empresas y otras ONG asimilar lo que una alianza en particular logra.

Para generar valor hay recursos involucrados: plata, tecnología, recursos humanos calificados, y a veces se ponen en juego recursos claves combinados, que son aquellos que surgen a partir de una relación particular cuando tanto empresa como ONG aprenden a hacer algo juntos, a partir del proyecto que realizan en común. Un ejemplo es la relación entre el diario La Nación y la Red Solidaria. Es muy interesante cómo se fue construyendo una capacidad conjunta a partir de lo que cada uno traía: el diario, obviamente, manejo de la información, acceso, credibilidad, legitimidad, la red solidaria: un contacto con la comunidad, lo que les permite desarrollar acciones conjuntas cada vez de mayor intensidad. Cuando estudiamos este caso nos centramos en los clasificados solidarios como un emprendimiento conjunto que permite desarrollar capacidades nuevas que ninguno de los dos tenía.

¿Qué tipo de valor se crea? Para las empresas muchas veces tiene que ver con la gratificación emocional de los actores involucrados; a veces tiene que ver con generar buena imagen genérica en la comunidad. Lo más importante que suele aparecer es la capacidad, la posibilidad de desarrollar conexiones con grupos de intereses, con clientes, con recursos humanos, con el gobierno, con la comunidad, con proveedores, con distribuidores. En otros casos tiene que ver con el posicionamiento de marca, o de un producto, y esto se ve muy claro en campañas de corporate marketing, o con una mejor gestión de procesos internos. Hemos visto casos, por ejemplo, en México, en los cuales la relación entre un banco de alimentos y una cadena de supermercados le permitió a la empresa mejorar sus procesos de manejo de stock, el inventario. Cuando esto se produce la intensidad de la relación crece notablemente, hay un beneficio mutuo, y -por último- ventajas competitivas como un valor interesante.

Estamos habituados a pensar que la ONG es la que más se beneficia. Queríamos poner énfasis en que las empresas pueden ganar mucho, generar mucho valor, en el caso de colaboraciones efectivas, que es lo que vimos. Pero en toda relación de colaboración hay beneficios para cada actor y también para la comunidad. Para que la relación sea sostenible y para que contribuya a la responsabilidad social, el valor que se construye desde la comunidad debe exceder el beneficio que obtiene cada actor.

Este es el punto central que encontramos, y pusimos énfasis en este tema a las relaciones más efectivas, las que perduraban en el tiempo, las que crecían, con un esfuerzo significativo para cuidar cómo circulaba el beneficio entre las partes.

Si la ONG se beneficia mucho y no se preocupa por lo que obtiene la empresa, seguramente ésta va a perder interés. Entonces requiere atención y renovación continua este aspecto.

Por último, encontramos que en toda relación que crece hay un manejo cuidadoso de la relación, hay una atención focalizada, hay un proceso de institucionalización de la colaboración. Las relaciones filantrópicas muchas veces son esporádicas, no estructuradas. En los procesos de colaboración que crecen hay una construcción de marcos, un comité, un equipo creciendo en sofisticación, que va incorporando otros actores, donde se generan reglas. Hay un intento de fortalecer al socio, y esto es más importante en el caso de las ONG porque en países como el nuestro las ONG son muy débiles y si no hay una atención en este aspecto es muy difícil darle continuidad a las relaciones y hacerlas crecer. También requiere atención a la comunicación dentro de la alianza interna hacia el resto de la empresa. Una buena relación entre una empresa y una ONG contribuye a generar más compromiso. En los casos más exitosos esto es más claro. Los empleados, los distintos niveles gerenciales se sienten orgullosos de participar en empresas que desarrollan nuevos vínculos, que desarrollan proyectos innovadores y que generan valor para la comunidad y esto entonces requiere ser gerenciado.

Hay un último aspecto delicado, especialmente para las empresas involucradas que son muy activas en el campo del marketing, y que son muy cuidadosas con su imagen. Tiene que haber un cuidado, el establecimiento de relaciones específicas, acerca de cómo se comunica hacia afuera de quién es el proyecto, de quién es el emprendimiento, de qué manera participa cada uno. Este aspecto es muy interesante y en el caso que estudiamos de cerca vimos cómo manejaron muy bien este tema Junior Achievement con Coca Cola de Argentina. Hubo todo un trabajo de aprendizaje acerca de la comunicación externa. Es clave para manejar cualquier alianza, y sin entrar en mayor profundidad tiene que ver con construir confianza. En el contexto latinoamericano antes de construir mecanismos de certificación de la responsabilidad social, como varios han sugerido, debemos construir relaciones de colaboración efectivas, relaciones de confianza, si no corremos el riesgo de crear instrumentos que no sean útiles.

Es necesario aprender, es necesario invertir en ese aprendizaje y es un proceso complejo. Es posible desarrollar colaboraciones efectivas, generar beneficios para ambas partes, avanzar. No es algo que se empieza con el primer intento, requiere un trabajo cuidadoso, planificado, flexibilidad, generar confianza, entender que tengo que contribuir, que tengo deberes hacia el otro, y a partir de este aprendizaje y crecimiento conjunto en los procesos de colaboración es posible generar una cultura de responsabilidad social que sea sostenible en el tiempo

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Un concepto que involucra al negocio y a toda la comunidad

 


Marcelo Paladino (IAE - Universidad Austral) opinó que hoy es más importante ver cómo los ejecutivos se mueven en la actividad propia del negocio que pensar que solo tienen la

obligación de resolver un problema de pobreza o exclusión, y que hace falta una acción integral. En esta página damos a conocer su ponencia.
En el IAE, de la Universidad Austral, venimos trabajando ya hace varios años en el tema Responsabilidad Social y una primera cuestión que hemos encontrado y hemos planteado es que le estamos quitando de a poco a la palabra social, porque el concepto social distorsiona la propia idea de responsabilidad. ¿Qué quiero decir con esto? Que al poner la palabra social es como que en Latinoamérica, donde estamos describiendo muchísimos casos de toda la región, de lo que están haciendo las compañías, se dice que como hay pobreza y hay problemas, que la empresa avance sobre esa cuestión. No digo que esté mal, pero el concepto de responsabilidad es mucho mayor que la sola obligación de tocar un tema de pobreza, de exclusión o de falta de educación.

El problema de responsabilidad es considerar integralmente el impacto que tiene la acción en todas las dimensiones de la sociedad en la cual se trabaja, desde la calidad y la eficiencia que presentan sus bienes y servicios hasta la cultura que transmite con los medios de comunicación. Todo ese panorama es lo que debería estar incluido dentro de la responsabilidad.

El segundo aspecto que me parece importante es que trabajar con las empresas es trabajar con las instituciones de la sociedad. La empresa es una institución clave de la sociedad. Pero en realidad las instituciones son un marco de funcionamiento, nada más, que pueden tener sus reglas, sus códigos, sus manuales. En realidad el alma de las instituciones es el alma de las personas que trabajan dentro de esas instituciones. Lo que hacen esas instituciones es lo que las personas que están adentro de esas instituciones quieren que haga. En concreto si consideramos un juzgado en el mismo piso del edificio Tribunales, uno puede funcionar bien y otro puede funcionar mal. Dos consultorios médicos de la misma especialidad en el mismo hospital con el mismo director y el mismo sistema de incentivos, uno funciona bien y otro funciona mal.

Entonces nos parece que es importante responsabilizar al responsable. En realidad cuando estamos hablando de responsabilidad de la empresa en la sociedad estamos hablando de cuál es la responsabilidad del hombre de empresa en la sociedad. Hay muchos casos en los que hemos encontrado ejecutivos muy responsables con directorios irresponsables, y -al revés- directorios que tratan de ser responsables pero ejecutivos que son irresponsables. La empresa es una organización muy compleja. Decir que una empresa es socialmente responsable cuando tiene 3000 personas es muy audaz, porque a lo mejor de las 3000 hay 500 que están haciendo lo que no tendrían que hacer.

¿Cuál es la responsabilidad del hombre de empresa en esta sociedad? El hombre de empresa debe ser hoy en día una de las personas más tensionadas, sobre todo cuando se trata de tomar en serio esta relación entre virtud e interés que Adolfo Sturzenegger planteaba muy bien, que es un dilema tremendamente importante muchas veces. En primer lugar el hombre de empresa es una persona que tiene una labor esencial, que es cumplir muy bien su trabajo dentro de la organización para cual trabaja, su trabajo como empresario. En el mismo momento que es empresario o que es directivo de empresa, también es ciudadano.

¿Qué motiva más a la sociedad, un discurso político o diez empresarios en los diarios diciendo lo que van a invertir? ¿qué señal es más positiva, qué es lo que transmite más confianza en el futuro? En Estados Unidos toda la discusión en muchas de estas cuestiones sobre ética vino por el caso inicial de una sola empresa: Enron. Pero a partir de ahí se desarma un sistema. Por lo que la empresa transmite a la sociedad permanentemente, impacta muchísimo entre otras cosas en la cultura. Una cultura que puede apuntar a la confianza o una cultura que puede apuntar a la desconfianza.

Uno de los problemas que viene de arrastre en la sociedad argentina es que hemos tenido una educación tan light en general en los conceptos que si yo ahora preguntase qué se entiende por ciudadano, lo más probable es que no tendríamos una única definición. Este análisis me gusta hacerlo mucho con los empresarios, tanto en trabajos de investigación como en las clases, para ver el concepto al que se apunta.

Revisamos con mucho cuidado cómo se le enseña el concepto de ciudadanía a los jóvenes estudiantes en Estados Unidos, donde además los libros son mucho más motivantes que la mera materia Educación Democrática como tenemos en la Argentina. Allá hablan de “building citizenship”, construir al ciudadano, construir la sociedad. Concretamente el concepto de ciudadano que aplicamos para este tipo de mensajes, es el concepto de deber, a quién le debo algo. En una parte de estos trabajos que hay en Estados Unidos dicen cuál es el joven ciudadano norteamericano ideal: aquel que termina la universidad preguntándose a quién le debo algo. El concepto de ciudadano primero pone el deber y después pone el derecho. En una sociedad donde cada uno se ocupa de sus deberes nadie tiene que preocuparse por sus derechos. En sociedades en fuerte proceso de cambio la ley muchas veces van por detrás de los hechos: primero pasan y después se legisla.

Entonces un empresario responsable está por delante de la ley viendo cuál es el deber que le toca en ese momento, aunque todavía no esté legislado. Una empresa en un país donde los marcos institucionales le permitan violar ciertas normas ambientales que en otros países no se violan, lo hace por eficiencia pero se está apropiando de un bien que no es ni siquiera de esa sociedad, que es del mundo.

Otra dimensión es cómo repercute su trabajo como empresario y como ciudadano en la célula básica de la sociedad, que es la familia. Un empresario que no es socialmente responsable y tiene que enseñarle responsabilidad a sus hijos, está actuando de una manera en su trabajo y de otra manera en su casa. Este es un planteo importante porque la empresa es un ámbito en el que hoy se ve que ayuda a construir familia o ayuda a mortificar a la familia. Este no es un tema menor sino tremendamente estudiado, sobre todo en Europa, y la legislación europea es muy superior a la americana y a la que tenemos en la Argentina. El hombre de empresa, a través de cómo organiza el trabajo, influye en la familia, empezando por la de él y siguiendo por la de los que trabajan con él.

Es decir que cuando hablamos de responsabilidad del hombre de empresa, desde la empresa y sin salir de la empresa, estamos hablando de lo que tiene que hacer para que la empresa funcione bien, los deberes que tiene para con la sociedad -que le dice que es un ciudadano calificado- y por otro lado los deberes que tiene con respecto a su familia y a las familias de los demás. Vemos que cuando se habla de la responsabilidad del hombre de empresa en la sociedad en realidad lo que se está haciendo no es cargar una mochila con más piedras. Es, al revés, encontrarle sentido al trabajo del hombre de empresa como constructor de una sociedad. La sociedad se construye mejorando -además de lo que uno tiene- la calidad de vida de las personas. La calidad de vida de las personas se mejora con el trabajo y esta es una manera de encontrarle más sentido a ese trabajo del hombre de empresa. Lejos de ser una mochila más, es encontrarle un sentido a las 14 horas que a lo mejor uno está sin poder moverse de su lugar.

Alguien puede pensar que esta es una tendencia moderna, pero los primeros títulos de estas cosas aparecieron en la década del cuarenta y del cincuenta. Y en la década del treinta Henry Ford decía que la empresa estaba para mucho más que para fabricar autos y que la sociedad esperaba mucho más de él que solamente fabricar autos, que el management científico y la revolución industrial habían ido demasiado lejos, pero no se lograba entender que más se podía hacer por la sociedad. Entonces esto tiene poco de nuevo; tal vez lo que empieza a cambiar hoy es que existe una sensibilidad mayor. A veces se dice que todo tiempo pasado fue mejor, lo cual es una mentira. Es decir, hasta 1940 no había una declaración universal de derechos humanos, y hoy se valoran ciertos valores como la democracia como no se valoraban años atrás. O sea hoy estamos mejor que ayer y mañana estaremos mejor todavía.

¿Qué quieren decir todos estos conceptos, todas estas definiciones? ¿Cuál es el resumen de cara al planteo que nosotros estamos haciendo? El planteo es que la institución empresa no se puede estudiar nunca más sola. O sea que el funcionamiento de la institución empresa tiene sentido de cara a un Estado. Hablamos de Estado porque la palabra gobierno da sensación de transitoriedad y además la palabra Estado es la institución que nos representa más allá de la calidad de las personas que circunstancialmente pasen por ahí. Lo mismo que la empresa. La empresa en realidad funciona en relación con un Estado con el cual trabaja y para el cual trabaja. Pero también funciona en relación con una sociedad, que no son solamente sus clientes sino que son también otras organizaciones e instituciones, el tercer sector. De alguna manera se van produciendo mecanismos de coordinación que facilitan esa acción de la empresa en muchos campos.

En realidad lo que estamos viendo es que el sentido de la responsabilidad de la empresa, y del empresario en la sociedad, es entender que está permanentemente encuadrada en un juego de instituciones. Una empresa, cuando uno la mira así puede empezar a ver cuáles son sus obligaciones. Este no es un tema menor. Agostino Roca, fundador del grupo Techint, un visionario si los hubo aquí en la Argentina, igual que Di Tella allá por la década del ’50, tuvieron una idea muy clara sobre estas cuestiones. Agostino Roca siempre dijo que la empresa debía tener un dividendo social y ¿qué significaba esto? Que más allá de las restricciones que tuviesen para operar desde la Argentina, tanto el Estado como en la sociedad le habían permitido a la organización Techint desarrollarse. Si necesitó ingenieros alguien le dio ingenieros, si necesitó empleados alguien le dio empleados, si necesitó un pedazo de tierra alguien le dio un pedazo de tierra, necesitó energía y se conectó a una red. Y encima hizo negocio, no le debe nada a nadie.

Claro si se mira la empresa aislada y solamente se entra en el dilema de si maximizó o no, esto no se ve. Si se la ve como una institución que está en conexión con el Estado y con la sociedad, el dividendo social se entiende.

El otro aspecto que es importante es que es bueno que el Estado esté y es imposible que no esté; siempre está regulando y debe estar regulando. Esto no quiere decir interfiriendo, sino fijando las necesarias condiciones para que las cosas funcionen. Hablamos de las regulaciones fiscales, sociales, ambientales de todo tipo, y no solamente de las regulaciones sobre el negocio.

¿Qué es una regulación en el sector de servicios públicos? Es poner a la empresa, a la sociedad, al Estado en una mesa, donde lo que se trata de buscar es cuál es el bien común, donde cada uno tiene que ganar la parte que le corresponde. Si lo hiciese el Estado solo, lo más probable es que se olvide de la sociedad y se olvide de las empresas. Y si lo hace la sociedad se puede olvidar de las empresas, y si lo hacen las empresas se pueden olvidar de los dos. Entonces como parte de la responsabilidad también queremos expresar cómo se generan esos ámbitos de cooperación con el gobierno y con la sociedad que son tan necesarios para ir definiendo el bien común que se quiere alcanzar.

El bien común es un concepto bastante más sencillo de lo que parece, porque no significa que todo el mundo tenga el mismo PBI per capita sino simplemente cómo asegurar que se crean las condiciones para que cada persona se desarrolle al máximo de lo que puede y quiere. Nada más que eso. No significa redistribuir riqueza, significa crear condiciones.

¿Cuáles es uno de los mayores cambios si uno toma los supuestos anteriores acerca del concepto de responsabilidad de la empresa en la sociedad? Antes solamente se veía la acción social de la empresa como un problema de caridad, y hoy la responsabilidad surge en la actividad propia del negocio. La caridad es una virtud en esencia, como la solidaridad es una virtud, como decir “me preocupan las personas”. El tema es ¿puedo tener empresas caritativas que hacen con la caridad evasión de impuestos? Todo el mundo diría no.

Lo fundamental de la cuestión es la responsabilidad en la actividad propia del negocio. Piensen ustedes que Enron era una de las empresas más premiadas por su responsabilidad social. Sin embargo había equipos de gente pensando en la irresponsabilidad dentro de la actividad propia del negocio. Entonces no hay que mezclar las cuestiones. Si uno va a la parte de arriba depende mucho de la persona individual en ese caso. Pongamos caridad, pongamos altruismo, podemos hacer un trueque de palabras. Pero si vamos abajo, estamos hablando del nivel de la justicia. Cuando estamos hablando de responsabilidad en la actividad propia del negocio es innegable que estamos hablando a nivel de la justicia, lo que yo tengo que hacer que otro no puede hacer, lo que a mi me han encargado que otro no tiene que hacer. Con lo cual cuando se habla de responsabilidad de la empresa en la sociedad, se habla también de dimensiones éticas. 

A veces sin salir de la empresa, sin ir a buscar excluidos fuera de la empresa, hay una agenda enorme que hace a la responsabilidad dentro de la empresa, desde el tema del medio ambiente, los empleados, cómo generar confianza en la gente, ¿la gente que trabaja conmigo confía en mi? Hay unos casos que hemos visto en Brasil en un entorno muy difícil en la zona de las afueras de San Pablo, donde una empresa se puso la meta no solo de ir mostrando cuáles son sus beneficios sino lo que va pagando de impuestos todos los meses, porque en ese sector donde compite la hay muchas empresas que no pagan los impuestos. Lo hacen como una manera de generar un incentivo y por otro lado para generar confianza.

Es decir, hay que ser competitivo dentro de las leyes, trabajar con los empleados, preocuparse por la familia de los empleados, de la educación de sus hijos. Algunos piensan que “se encarguen ellos mismos de ese tema”, pero esa gente que no terminó la escuela primaria ¿sabe educar a los hijos o los tengo que ayudar? ¿de quién es el problema de la siguiente generación de posibles excluidos, de la responsabilidad de ese señor que gana 500 pesos o yo puedo hacer algo por ellos? Además de la valorización del trabajo. Hay que considerar el trabajo como la gran escuela de cultura en la sociedad.

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Presentación de Omar Abu Arab Comunidad Islámica

El foro tiene como objetivo ser faro de valores fundacionales de la sociedad para que sirva como herramienta, como fundamento, como fuente para crear una nueva conciencia en donde la palabra, el compromiso, la conciencia ciudadana tenga el lugar que merece para construir una sociedad nueva, con valores permanentes.

La fe en este caso fue el valor angular de la creación de un foro ecuménico donde convergen la fe de los pueblos del Libro, el pueblo judío, el pueblo cristiano, el pueblo musulmán, que tienen una visión del mundo que tiende al amor al prójimo, a la construcción del futuro, a servir a Dios y a servir al prójimo, y el prójimo es toda nuestra sociedad, que la tenemos al alcance de la mano. Cuando planteamos la creación de la Cátedra hacíamos hincapié en ser faro de doctrina, faro de los valores fundacionales, que consideramos que en gran medida y en este último tiempo la Argentina y la sociedad en general se habían alejado de ellos trayendo como consecuencia situaciones no deseadas, la pérdida de la tranquilidad, la pérdida de valores permanentes que fueron sinónimo de la sociedad argentina, como era el ascenso social, la búsqueda del bienestar económico y la posibilidad de la meditación, de la entrega a Dios, como siervos de Dios los que creemos en Dios y los que no haciendo una vida recta, saludable, siguiendo los parámetros de la moral y la ética. Tenemos que volver a ese escenario y construirlo a través de ese concepto de la búsqueda de valores nuevos, que en realidad no son nuevos sino que es retomar fuentes, los que nos sirvieron para construir una Argentina que yo llamo del progreso, es la Argentina que fue en su momento un faro, un parámetro de crecimiento, de esperanza y que trajo a nuestros abuelos, a nuestros bisabuelos, al aluvión de inmigrantes que poblaron nuestro país, que hicieron de él una sociedad nueva, una sociedad que creció al influjo de la libertad que nuestra Constitución nos dio y que tenemos que preservar y aumentar. La fe en Dios nos servirá como un parámetro para poder construir una sociedad más justa, la fe en nosotros mismos es la caricia del espíritu para animarnos a construir en esta nueva etapa una Argentina que sea posible, vivible, segura, con progreso, en la que no haya excluidos. Esa es la peor alternativa, ya que una sociedad que tiene excluidos es injusta. Construyamos una sociedad donde la exclusión tienda a desaparecer con la convicción de que Dios nos va a asistir en este camino.

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En reuniones con expertos de entidades argentinas y extranjeras continuó el análisis del trabajo que realizó el economista Adolfo Sturzenegger para el Foro, que apunta a lograr un sistema de evaluación integral, completo y objetivo, de las compañías. Formaron parte del equipo Mariano Flores Vidal y Germán Sturzenegger.

 
Esta iniciativa surgió en una reunión del Foro con funcionarios de la embajada de España y managers de compañías de ese origen, en la que se analizó la posibilidad de expandir las actividades a nivel iberoamericano. Se presentó en abril de 2003 en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, en un seminario en el que habló Jaime Castellanos, presidente del grupo español Recoletos. Información sobre el origen de esta propuesta y sobre ese seminario se puede encontrar en el link:

Luego el Foro presentó el trabajo en julio en la I Conferencia Argentina de Responsabilidad Social Empresaria organizada por la Fundación del Tucumán en esa ciudad, en agosto en la sede central de la Universidad Católica de Córdoba, en octubre en la Cátedra Abierta de Responsabilidad Social y Ciudadana, en el Museo Malba de la ciudad de Buenos Aires, en diciembre en la Fundación Libertad, en Rosario, y en mayo de 2004 en la jornada sobre RSE de la Asociación de Marketing Bancario Argentino. En todos los casos expuso Sturzenegger. Información sobre la reunión de AMBA se puede encontrar en el link:

El proyecto, con el cual las empresas podrán medir la responsabilidad social, se explica en las siguientes páginas: 



Adolfo Sturzenegger es economista graduado de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad de Harvard; Mariano Flores Vidal es economista graduado de la Universidad Católica Argentina y estudiante de postgrado de la Universidad Torcuato Di Tella; Germán Sturzenegger es sociólogo egresado de la Universidad del Salvador y estudiante de postgrado de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

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El cambio no se dará solo desde el Estado sino en varios planos

En la Cátedra del Foro el profesor Marcelo Cavarozzi (Universidad Nacional de San Martín) se refirió a las bases culturales y sociales de la

democracia en la Argentina. En esta página damos a conocer su ponencia.
Básicamente la pregunta que nos preocupa es qué se puede hacer con la política en la Argentina en este momento. Comienzo con la década del ‘20 y del ‘30. Alemania estaba empezando un proceso que llevó al holocausto más terrible de la historia de la humanidad y España sufrió una guerra civil que causó un millón de muertos. En 1949 tanto España como Alemania estaban sufriendo hambre y Argentina estaba razonablemente bien. Se puede pensar para atrás acumulativamente en términos de errores, de incapacidades, de características negativas de la Argentina, pero me parece que también hay que pensar en características positivas y por supuesto en oportunidades perdidas, que es lo que quiero marcar. 

En 1950 Argentina estaba todavía en una situación bastante cómoda en el mundo, y era el país más rico y mejor dotado tanto económica como culturalmente en América Latina. Incluso 20 años más tarde, en 1970 un economista de la CEPAL, Jorge Katz, contrario a la orientación del régimen de militar de ese momento, decía que la economía de la Argentina -mirada desde una perspectiva mundial- era razonable, aunque no espectacular.

Es muy importante pensar que se pierden oportunidades como país, como gobierno y estoy totalmente de acuerdo con lo que se dijo sobre un cementerio de proyectos fracasados o no continuados, más allá de proyectos que se agotaron en sí mismos.

Si pensamos en qué puede hacer la política en este momento, en esta coyuntura histórica en la Argentina, tenemos que situarlo en un momento en el cual la política resulta especialmente incapaz de producir cambios, en el mundo y en la Argentina. Acá es mucho más incapaz que en otras partes, pero en todo el mundo se da esa característica de una política cada vez más inerme frente a los procesos que se están dando en otras esferas de la actividad social, especialmente de la economía.

Lo vemos en el que quizás es el país más rico del mundo, en California, el Estado más populoso de EEUU y que es la economía en términos comparativos más potente, y que está sufriendo un proceso económico y político que parecería imposible pensarlo diez o treinta años atrás. Su gobernador fue cuestionado a través de un mecanismo inusitado, y obviamente se utilizó de manera bastante desviada. Más allá de las características y errores de ese gobernador, muchos comentaristas de California hablaban de un verdadero golpe de Estado institucional mientras un personaje tan peculiar como Arnold Swarzenegger se preparaba para llegar a ser gobernador. Además California está sufriendo una crisis energética y una crisis de provisión de agua que es espantosa, que es peor que la situación de algunas provincias de la Argentina. En ese Estado el endeudamiento es casi comparable con el de uno de los países más endeudados de América Latina, la Argentina.

Hay un proceso muy grave en gran medida porque la política se muestra incapaz de resolver problemas. No solo eso, sino que a veces la política amplifica problemas que vienen manifestados desde otras esferas de lo social.

Lamentablemente hoy es muy reducida la capacidad de la política de producir cambios positivos. Esto tiene que ver obviamente con fenómenos por todos conocidos que se vienen dando en el mundo desde al menos la década del ‘70 y ‘80. El endeudamiento es sin duda un tema central que afecta no solamente a la Argentina, en la posibilidad de hacer cosas desde el sector público y privado, sino que también afecta a la mayor parte de las economías mundiales, y también provinciales o estatales.

Una segundo problema es que el enorme dinamismo en la economía mundial en la década del ‘90 estuvo asociado a una gran capacidad de movilidad de las inversiones que hace impensable la posibilidad de retener inversiones y construir acumulativamente como se hacía veinte o cincuenta años atrás.

Finalmente en los últimos tres, cuatro años se agravó la economía y la política mundial, y sufren una turbulencia inusitada.

En ese contexto, en un país endeudado y aquejado por los problemas que venimos arrastrando por lo menos desde hace 30 años, es muy difícil hacer cosas desde la política.

En la década del ‘70 hay un proceso de derrumbe que afectó a la Argentina en varios planos. Por supuesto que muchos de los factores que tienen que ver con el derrumbe vienen desde muy atrás, y en ese sentido coincido con los señalamientos de Rosendo Fraga. Pero es también importante mirar la otra cara de la moneda, lo que marcaba como oportunidades perdidas.

En la década del 70 el país se vio afectado por dos graves novedades. La primera fue la violencia política, de la cual la Argentina antes no había estado completamente liberada. Había sufrido desde 1930 una serie de golpes militares, que eran una expresión -quizás la más lamentable- de violencia política. Pero esa violencia que se había dado sobre todo, aunque no únicamente, en la cúpula del Estado, se empieza a irradiar hacia la sociedad. El principal culpable de eso fue, sin duda, el propio Estado, que se encaminó en una senda de terrorismo de Estado, que fue tremenda, y al mismo tiempo hubo un terrorismo que surgió de grupos guerrilleros. Esa violencia política contribuyó a que la Argentina perdiera oportunidades en la década del ‘70. En ese entonces la Argentina estaba todavía mucho mejor que Corea, país que incluso tenía un modelo de sustitución de importaciones muy parecido al de nuestro país. Toda la capacidad que tuvo Corea, como Taiwan, a partir de esa época, de orientarse hacia los mercados externos, es un dato básicamente de los últimos treinta años. Esa posibilidad se perdió aquí por un lado por la hecatombe a la cual nos llevó la violencia política en la década del setenta y por supuesto ese proyecto trasnochado de reforma desde arriba que produjo el régimen de 1976.

Pero, y este es un punto que quiero marcar y que también fue señalado por Fraga muy agudamente en sus comentarios, el derrumbe que comienza en la década del 70 en la Argentina no solo tiene que ver con lo que pasa con la política estatal, con lo que pasa con nuestras clases políticas -incluidos los militares que por cierto eran parte de la clase política en ese momento- sino también por lo que pasa con lo que nosotros llamamos la sociedad civil.

Una de las características de la sociedad argentina, especialmente de la década del ‘30, fue que tuvo la capacidad de resistirse muy eficaz y astutamente a ser gobernada. Los proyectos fracasados que surgieron tanto de regímenes militares como civiles se debieron en parte a los errores de los equipos que los condujeron, pero también fracasaron porque la sociedad tuvo mucha capacidad de resistirse a ser gobernada. Es interesaste que recordemos el derrumbe peronista en 1975. Más allá de los errores que cometió internamente ese régimen con Isabel y López Rega, se produjeron dos episodios que precipitaron la caída del gobierno y que mostraron quizás una de las últimas manifestaciones de una sociedad que se resistía a ser gobernada, aunque todavía era una sociedad que podía funcionar más o menos razonablemente.

Ya sea que empezaran como gobiernos débiles o fuertes, terminaban todos derrumbándose muy rápido, en meses o en dos o tres años. Esos dos episodios que contribuyeron al derrumbe del gobierno de Isabel y López Rega fueron el paro de la CGT, en junio de 1975, con el “rodrigazo”, el anuncio de aumentos de tarifas por el doble de lo que había sido el acuerdo de incremento salarial, que precipitó la salida de López Rega del gobierno, y pocos meses después el empresarial más exitoso de la historia argentina, que fue organizado como todos recordarán por Martínez de Hoz, y que fue la manifestación de unidad empresaria más notable de la historia argentina. Es decir, la unidad sindical “en contra de”, y la unidad empresaria “en contra de”. El gobierno era realmente lamentable. Pero porqué marco ese éxito del “en contra de”. A mi juicio esos dos paros fueron las últimas manifestaciones de una sociedad que se resistía a ser gobernada y podía salir adelante, podía funcionar, podía pagar costos no demasiados elevados por no ser gobernada.

A partir de ese momento, por cómo se va desordenando la Argentina y la economía mundial, los costos de no ser gobernados son cada vez más altos.

En la coyuntura que se abre a partir de diciembre del 2001, cuando todos sabemos que se dio esa verdadera hecatombe que sin embargo no produjo una ruptura democrática, estamos viviendo una circunstancia muy especial en la cual es importante intentar ver cuáles son los diferentes factores que hay que tocar.

Por eso me pareció muy atinada la respuesta que dio Acuña a una pregunta muy interesante: hacen falta estadistas. Pero los estadistas no alcanzan y a lo que apuntaba el comentario de Acuña es a marcar cuáles son los diferentes elementos, los diferentes factores que hay que tener en cuenta para pensar en una posibilidad de la política actuando éticamente. Por suerte no es solo un dato normativo sino que es una necesidad política, porque si la política no actúa éticamente no tiene éxito, no tiene capacidad de ser convincente. Acuña apuntaba a enumerar condiciones, factores y a la dificultad en el momento actual.

Cuando enumeramos todos los factores seguramente llegamos a la conclusión de que muy probablemente cada uno de ellos es necesario para producir cambios y que por lo tanto lograr éxito, es decir lograr una combinación suficiente, es muy dificultoso, porque hay que sacar buenas notas en varias asignaturas.

En ese punto marco tres elementos que hacen a este proceso de derrumbe. Ahora no tenemos un país razonable sino un país de escombros. A pesar que este país puede construir cosas tan maravillosas como el Museo Malba, sabemos que gran parte de la Argentina está en escombros. Recuerdo una frase de Cortázar, ya que en gran medida estos escombros no se han producido casualmente. Mirando desde una perspectiva de corto plazo, uno puede pensar a la Argentina actual como una casa antigua, el edificio que fue construido entre 1870 y 1970. Decía Cortazar que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales. Ciertamente en los últimos años fue mucho más ventajoso liquidar materiales que pensar en construir y mantener edificios. Entonces en este momento tenemos que reconstruir a partir de los escombros que nos quedan.

Los escombros tienen que ver con tres elementos, con tres niveles que me gustaría distinguir y por cierto han sido marcados ya por las intervenciones de Fraga y Acuña. Primero, la destrucción del Estado. En la Argentina, a partir de la década del ‘70 y hasta la década del ‘90 se destruyó Estado. Un buen ejemplo de destrucción programada del Estado se dio en la década del ‘90, porque se aceptó esa máxima del Banco Mundial que decía “small is beautiful”, o -en otros términos- que un Estado magro es un Estado capaz de actuar y tener mucha eficacia. La máxima del Banco Mundial de principios de la década del ‘90 era: achicando el Estado lo vamos a hacer eficiente. Pero hay documentos de ese banco que comprueban a nivel empírico que es una máxima totalmente equivocada, entre otras cosas porque hay que reformar el Estado. Y achicar el Estado no implica reformarlo. Se pensó en la década del ‘90 que achicándolo lo reformábamos. Fue un grave error que tuvo que ver con un proyecto muy articulado de desestructurar el Estado, más allá de las intenciones -algunas veces buenas- de algunos de los protagonistas.

El régimen militar fue un primer ejemplo, porque el proyecto de reformar del Estado nunca lo llevó adelante. Tampoco se pensó seriamente en eso, a pesar de que se lo enunció, durante el gobierno alfonsinista. Tenemos a partir de la década del setenta una acumulación de proyectos fracasados de reforma del Estado, que se fueron acumulando sobre un Estado que ya no funcionaba. Estaba claro que el modelo de Estado que tenía la Argentina en 1975/6 servía cada vez menos para actuar frente a lo que estaba pasando en la economía y en la política mundial.

Muchas veces los argentinos tendemos a pensar que el Estado es el otro. El Estado es el mal político que está en la cúpula, pero pensado así nos olvidamos que es también la expresión colectiva de una sociedad e incluso es la expresión, esto lo decía un extraordinario filósofo economista europeo, de la capacidad de actuar colectivamente de la sociedad. Entonces cuando se destruye Estado también se destruye sociedad. En este momento estamos en un situación mundial en la cual es muy difícil construir Estado, a diferencia de lo que pasaba en la década del ‘20, ‘30, ‘40 e incluso hasta la década del ‘70. La manera como funciona la economía nacional y la mundial hace muy difícil construir Estado, no solo por los recursos que son necesarios en un país que básicamente está endeudado de la manera como lo está la Argentina, sino también por los recursos simbólicos que son necesarios.

Todos sabemos que en general este proceso de destrucción del Estado se ha exacerbado, esa tendencia a pensar que el Estado solo puede funcionar mal. Y si pensamos eso por supuesto no vamos a apostar a que los recursos necesarios para reconstruirlo efectivamente estén ahí disponibles.

Un segundo proceso de destrucción fue el de la política. Hay, marcaba bien Acuña, una extraordinaria paradoja. Tenemos una democracia que tiene la capacidad de sobrevivir a la crisis de diciembre de 2001, por lo menos en el sentido que el régimen democrático se mantiene. Todos estamos convencidos de que cualquier aventura autoritaria por suerte está más allá de toda posibilidad, cuando a pesar de todo en Latinoamérica hay algunos sueños todavía de empresas autoritarias. Me refiero concretamente al caso de Venezuela, donde -más allá de las miradas simpáticas que pueda despertar Chavez en algunos sectores- estamos frente a una experiencia estatal autoritaria. Está -por supuesto- fracasando rotundamente. En la Argentina esas experiencias no tienen ninguna cabida. ¿Cuál es la paradoja? Una democracia que no puede ser atacada coincide con una política demolida, destruida, en la cual nadie cree.

Esta es una combinación muy difícil que tiene que ver con los grandes errores que se cometieron en veinte años, es decir a partir de 1983. Y esto tiene que ver con la ingenuidad y con la visión arcaica del primer gobierno democrático, que lo llevó a pensar que de lo único que se trataba en la Argentina era de volver a una situación democrática y que con eso se iban a resolver todos los problemas. Recordemos la famosa máxima que recitaba Alfonsín en su campaña electoral: con democracia se hace todo, se come, se educa, se vive, se resuelven todos los problemas. No era cierto pero realmente lo creíamos la mayoría de los argentinos, no era solo un problema de Alfonsín o de los radicales, incluidos los peronistas.

Fue un grave error, que llevó a ese primer derrumbe en 1987/9, culminando en la hiperinflación del ‘89. Se perdió una oportunidad muy preciosa. Recuerden que en ese momento España estaba reencauzándose política y económicamente después de la experiencia del franquismo.

Por cierto una segunda oportunidad se pierde en la época de Menem y de nuevo tuvo culpas no solo el gobierno y la clase política sino también una sociedad civil que mayoritariamente se vió seducida por la prédica: “déjenme hacer”. Menem decía, como Fujimori, “déjenme hacer”, y la mayoría de la sociedad argentina nos sumamos a ese encanto, cuando teníamos la ilusión de ser el país del 1 a 1 que odiamos comportarnos como los suizos o los americanos. Por supuesto tuvo que ver con el hiper-presidencialismo de Menem, más allá de los problemas -que señalaba Acuña- de los límites reales de su acción.

Hay un ejemplo muy claro de oportunidades perdidas cuando se compara cómo se salió de la convertibilidad en Brasil, o de un régimen bastante parecido, y cómo se hizo en la Argentina. En Brasil se hizo a través de un manejo más o menos razonable de las políticas económicas. En la Argentina se podía quizás haber salido antes, pero no solo el gobierno apostó a no hacerlo sino que la sociedad civil no quería salir de la ilusión, porque por supuesto muchos estábamos ganando así como otros estaban perdiendo. Solo pudimos salir a través de una nueva hecatombe en diciembre de 2001. La última contribución a la demolición de la política la hizo el gobierno de la Alianza. Más allá de las características que uno puede adjudicarles a cada uno de los personajes, a De la Rua, a Alvarez, y a otros que se movieron, incluida la vuelta de Cavallo al ministerio de Economía, realmente fue una política dislocada. Eso se reflejaba en el escenario loco de lo que fueron las elecciones de octubre de 2001, y especialmente en este enclave en el cual vivimos que es la Capital Federal.

Alguien dijo que a partir del triunfo de Ibarra en las elecciones, Kirchner era el jefe político de la Capital Federal. Hay dos grandes zonceras en esa afirmación. La primera es pensar que con una diferencia de 4/5 % de votos en una elección tan pareja, con la reversibilidad que tienen las elecciones en la Capital Federal, ese resultado constituye a Kirchner en jefe político de un distrito tan voluble desde el punto de vista electoral. La segunda zoncera mucho más grave es pensar que la Capital Federal es la Argentina y que es una de las piezas de la política. Pero uno de los datos más interesante de los últimos veinte años de la política argentina es que lo que pasa en la Capital Federal, a pesar de lo espectacular que es, incluido por supuesto lo que sucedió en diciembre del 2001, cada vez tiene que ver menos con lo que pasa en las provincias, y lo que pasa en las provincias cada vez tiene que ver más con lo que pasa en el país.

Pienso que la elección de octubre de 2001 en la Capital Federal reflejaba de una manera muy clara esa política brutalmente dislocada, un partido en el gobierno que estaba en contra de su presidente, un justicialismo que estaba en contra de los candidatos oficiales de su propio partido, un ministro de Economía al que apoyaba un partido de oposición, una señora como Elisa Carrió que decía que estaba en contra de Menem y apoyaba a la farándula; recuerden alguno de los candidatos que llevaba Lilita en esa elección.

Lo que pasó en octubre del 2001 dio lugar a que una gran cantidad de gente dijera luego “que se vayan todos”, “no queremos más de esa política”. Fue lo que dominó en la política argentina durante un año y medio o dos. Más allá de cómo podamos juzgar a cada uno de los actores, efectivamente ese último episodio terminó de destruir la política. Podemos preguntarnos si en ese año y medio de administración de la crisis que se dio bajo Duhalde y el período que se abre ahora, ese proceso de destrucción se ha interrumpido y está comenzado a darse un ciclo más positivo.

La tercera y última destrucción, que es la más grave, es la de la sociedad. Hemos estado destruyendo vínculos sociales y la capacidad de confiar, que nunca fue muy alta en el país pero que ahora es especialmente baja. Me acuerdo de un libro extraordinario, poco leído (muchas veces los libros extraordinarios no se leen) de un filósofo y sociólogo norteamericano que se llama Richard Sennet, “La declinación del hombre público”, de la década del ‘70, en el cual nos advierte acerca de un tema que me parece importante cuando reflexionamos sobre los sucesos de los últimos meses en la Argentina. Dice que cuando uno piensa en la capacidad de construir como sociedad hay que tener mucho cuidado en no confundir solidaridad con confianza.

La solidaridad por supuesto es un elemento positivo, pero es esencialmente individual. En la solidaridad uno da y el otro recibe. En la confianza hay un vínculo igualitario. Por lo tanto la confianza es una virtud mucho más difícil de construir que la solidaridad. Digo esto porque hemos visto afortunadamente en los dos últimos años que hay muchas manifestaciones de solidaridad en la sociedad argentina, pero eso no es suficiente. El tema es cómo reconstruir confianza, lo cual ha sido marcado en las anteriores exposiciones, y también en la presentación del pastor, esa confianza en el otro. Porque el dar al otro implica una confianza en que ese otro también -para no ser ingenuos- en algún momento algo me va a dar. Pero tenemos que confiar en el otro porque de alguna manera pensamos que hay un vínculo igualitario. Eso es lo que se ha estado destruyendo a todo nivel en la Argentina. Caminando por el Gran Buenos Aires en los últimos dos o tres años se observa el miedo a que los pobres nos asalten. Cuando estamos hablando del miedo que nos dan los cartoneros, o el miedo a que nos asalten en una esquina del Gran Buenos Aires o de la ciudad, estamos -confesémoslo- expresando el miedo a que esa gente que es muy pobre, sean ellos o las mafias que operan en esos espacios, nos asalten.

El proceso principal de destrucción del vínculo social en la Argentina no se da entre ricos y pobres, sino entre los pobres. Hay ejemplos de construcción muy importantes en ese sentido, como decía alguien del público de San Isidro. Hay otros casos, en Morón y en otros lugares. Pero la mayoría de los ejemplos que podemos encontrar en los suburbios de nuestras grandes ciudades son efectivamente de destrucción de vínculos sociales, en los que las principales víctimas de crímenes, tanto familiares, de hombres contra mujeres, de padres contra hijos y de jóvenes contra otros jóvenes, se da en barrios pobres.

Reconstruir, revertir eso, va a ser una tarea -como se decía acá- de décadas, no de lo que haga un gobierno por más eficaz que sea en el manejo de sus políticas sociales. Desde muchos ámbitos de la sociedad Argentina hay de nuevo mensajes para que nos encantemos con Kirchner. Por supuesto es importante construir confianza en el gobierno, pero encantarse es otra cosa. Me parece extraordinario que Mariano Grondona se declare peronista de la primera hora, notable. Esos encantadores van a seguir apareciendo. Más allá de ellos es importante que podamos reconocer dónde está la Argentina en este momento, que podamos reconocer que para revertir este proceso hace falta actuar en varios planos, no solo desde el Estado sino también desde las empresas privadas, y desde la sociedad civil. Hay que actuar desde todos esos planos al mismo tiempo. Eso lo hace difícil pero a la vez abre por primera vez una oportunidad de reconocer que a lo mejor tenemos que actuar como sociedad.

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