Expirado

Encuesta sobre Responsabilidad Social Empresarial

Gabriel Berger, profesor de la Universidad de San Andrés, dio a conocer los resultados de una encuesta sobre el estado de la RSE en la Argentina. En esta página damos a conocer su ponencia.

El propósito de esta presentación está orientado a conocer cuál es el estado de la Responsabilidad Social Empresaria en la Argentina, y surge de una encuesta que realizamos a partir de una iniciativa de la Fundación IRSA, del Foro del Sector Social y de la Universidad de San Andrés. 

El estudio fue realizado por Gallup y la Universidad de San Andrés y contó con el apoyo del Banco Mundial, de la Fundación IRSA, de Molinos y de Shell. El propósito de este estudio fue tratar de generar una línea de base que nos permitiera monitorear la evolución de la Responsabilidad Social Empresaria y también de los identificadores claves. 

El estudio se basó en una encuesta de 150 casos entre las 500 empresas más grandes, e incluye la indagación sobre diez dimensiones que tienen que ver con valores y ética en la empresa, contribución a la comunidad, relaciones laborales y desarrollo de personal, apoyo a grupos vulnerables, cuidado del medio ambiente, relación con proveedores, relación con consumidores, acciones contra la corrupción, participación empresaria en acciones sectoriales del bien público (esto es lo que denominamos coaliciones empresarias) y la comunicación externa de estas acciones. 

Voy a centrarme en algunos de los resultados, apuntando a identificar cuáles son los principales patrones. Aquellos interesados en explorar más, pueden encontrar el informe completo en la página web de la universidad de San Andrés. 

El primer tema es qué pasa con la ética. En el primer indicador encontramos que el 86% de las empresas manifiestan contar con un código de ética y cuando exploramos de qué manera difunden estos principios o estos valores, nos encontramos que principalmente los valores se difunden internamente en distintos mecanismos, como la página web, materiales de inducción, pero hay poca o escasa información externa acerca de cuáles son los principios éticos y los valores en la empresa. Un ejemplo de esto es que hay escasa inclusión en las memorias y balances de estos principios éticos, como si los aspectos económicos y sociales estuvieran disociados. Todavía no se ve de manera integrada la creación de valor económico y la creación de valor social, y el respeto y la coherencia con principios éticos y valores. Hay que destacar que el 24 % de las empresas reportó que sí incluyen sus valores organizacionales en sus memorias y balances anuales. 

Avanzando, nos preguntamos cómo se instrumentan estos principios éticos y en qué medida tiene la empresa un comité responsable de analizar los desafíos, los dilemas, los problemas éticos. Si bien el 86% contaba con un código de ética, el porcentaje de las empresas que contaba con un comité dedicado a analizar estas cuestiones disminuye al 55%. Esto se da más en empresas con capital extranjero que en empresas con capital nacional, y un dato interesante es que hay escasa participación de actores externos o empleados incluidos en estos comités. Se trata sobretodo de comités directivos y ejecutivos con escaso escrutinio o visiones externas. 

Parte de la conciencia ética es asumir y tener en claro cuáles son las responsabilidades y el impacto que genera la acción de la empresa en la comunidad. Al respecto encontramos que los temas ligados a dicho impacto se discuten con mucha frecuencia en el 47% de las reuniones de alta gerencia y el porcentaje disminuye un poco en relación a las reuniones de directorio. En el caso de las reuniones de alta gerencia, el 58% de las empresas manifiesta que incluye esta temática con mucha frecuencia o siempre y en el caso de reuniones de directorio el porcentaje disminuye un 10% aproximadamente, lo que nos dice que, por lo menos, hay cierta conciencia de la influencia, el impacto y las consecuencias de la acción de la empresa sobre la comunidad. 

Avanzando a la segunda dimensión, vemos que la acción social de las empresas prácticamente se ha generalizado. Ahora, cuando analizamos cuál era el tipo de aporte, encontramos que las formas tradicionales de aporte son las más difundidas. El 74% de las empresas ha efectuado acciones en equipamiento, 72% auspició eventos, e hizo donaciones en efectivo el 67% de las empresas. Pero cuando nos dirigimos a acciones menos tradicionales, por ejemplo, brindar asistencia técnica a ONGs nos encontramos que el 40% ha realizado algún acción de este tipo, el 14% ha realizado alguna acción de marketing con causa, o el 27% de las empresas manifiesta haber brindado personal a préstamo a una ONG en el año 2004. 

Asimismo, el 25% de las empresas informó que cuenta con una fundación empresaria y esto representa un incremento con relación a un estudio anterior que habíamos hecho en el año 97, año en el que el 20% de las empresas había manifestado tener una fundación de este tipo.

Continuamos con la comparación entre la encuesta de 1997 y 2005. Sumado al crecimiento de la cantidad de fundaciones se agrega el avance en la profesionalización: pasó del 37 % al 57 % el número de empresas que cuentan con personal asignado. También se destaca el crecimiento de trabajo voluntario: del 26 % al 56 % de las empresas; creció asimismo la colaboración entre empresas, factor importante para generar impacto social, pasando del 27 % al 53 %. Las áreas prioritarias de destino de inversiones son: 78% a la educación básica, 62 % a pobreza y acción social, el 56 % salud, y otras áreas no tradicionales como juventud, ancianidad, participación ciudadana, educación cívica reciben un apoyo mucho menor.

Con relación a la colaboración entre empresas y ONGs, se observa que más del 64 % de las empresas han generado algún tipo de alianza con asociaciones sin fines de lucro. Al mismo tiempo, las empresas han comenzado a generar programas propios: el 59 % ha realizado un programa de acción social en la comunidad en forma independiente y autónoma de ONGs.

En referencia al involucramiento del personal de las empresas en acciones en la comunidad, el 56 % de éstas da apoyo a su personal para actividades de este tipo, y el 36% lo efectúo mediante la sistematización de un programa de voluntariado corporativo, que representa una acción articulada, organizada, duplicando la incidencia de este tipo de acciones en comparación al año 97. 

Si se observa cómo las empresas involucran a sus altos directivos, se nota que hay una participación significativamente menor: el 18 % de las empresas incentiva a participar a sus directivos en consejos directivos de organizaciones de la sociedad civil.

Analizando los datos sobre la conciencia en el impacto ambiental la mayoría de las empresas considera que tiene un alto grado de conocimiento del impacto de sus acciones sobre el medio ambiente. Cuando analizamos de qué manera esto se ha traducido en mecanismos concretos, el porcentaje es significativamente menor. El 46 % de las empresas posee algún tipo de estándar o certificación. También se observa que el 52 % de las empresas no han extendido estas políticas a sus proveedores. Esto es importante ya que uno de los grandes impactos que pueden tener las grandes empresas es la de promover las prácticas de responsabilidad social a través de su cadena de valor.

Un tema de gran relevancia se refiere a la trasparencia y a la rendición de cuentas, y cuando se analiza en que medida las empresa publican reportes sociales uno se encuentra que 1/3 de las empresas lo hace anualmente. Pero el porcentaje es mucho menor si se trata de reportes que sigan algún modelo internacional preestablecido: sólo el 61 % de quienes publican un reporte social utiliza un estándar reconocido para producirlo.

Un dato que resume en qué estado estamos en campo de la RSE se refiere a la distancia entre conocimiento y acción. En cuanto al grado de conocimientos de los encuestados sobre esta temática, el 53 % contestó que considera que su grado de conocimiento es alto y el 21 % es muy alto. O sea que la gran mayoría considera que conoce ampliamente esta temática. Pero cuando se les pregunta cuál es el grado de desarrollo de la RSE en nuestro país, el 41 % dijo que es bajo y el 50 % que es medio.

A modo de conclusión se puede decir que la temática se ha instalado, está presente. El desafío se ha instalado con fuerza en las principales empresas argentinas, pero al mismo tiempo se debe reconocer que hay un largo camino por recorrer. 

Se espera la participación de la empresa, no sólo a partir de donaciones, sino adoptando una comprensión más amplia de la responsabilidad social corporativa, incorporando entre otras cosas trabajar en el desarrollo social por medio de sus estrategias centrales y sus operaciones de negocios, acercando fuentes de empleo a las zonas con mayor dificultad de generarlo o adaptando sus productos a las necesidades de sectores de bajos recursos. El desafío para los próximos años por lo tanto pasará por incorporar a la responsabilidad social corporativa como modelo de gestión de la empresa.

Expirado

Bases culturales de los procesos
de creación de riqueza

Alejandro Bernhardt, director general de la Fundación para el Desarrollo Empresarial y Social (ESADE Business School, Barcelona, Universidad Católica de Córdoba y Grupo Educativo Marín) expuso en la Cátedra del Foro. Esta fue su ponencia.

Esta propuesta constituye una continuidad de las presentaciones efectuadas en el Foro en sus ediciones correspondientes a los años 2003 y 2004. El núcleo conceptual de las mismas enfatizaba la incidencia que el factor cultural tendría como causal explicativa del retraso que los países de América Latina experimentan en materia de desarrollo económico, con sus secuelas de pobreza y desigualdad. 

La hipótesis central expresaba que la desfavorable evolución de los indicadores económicos y sociales sería consecuencia, fundamentalmente, de la actuación de un factor cultural adverso. La existencia del mismo se expresaría en una percepción social acerca de una serie de dimensiones conceptuales que conduce a la construcción de creencias y valores que se manifiestan a través de conductas y de comportamientos “inapropiados” para una sostenida creación de riqueza. ¿Por qué “inapropiados”? Porque, por un lado, desalientan, impiden o distorsionan el desarrollo de los procesos individuales y sociales indispensables para el desarrollo económico y, por otro lado, toleran y/ o estimulan una disminución de la calidad del factor político, como resultado de la cual éste impulsa acciones de corto plazo contrarias a las exigencias que deben ser satisfechas para impulsar el desarrollo de largo plazo. En otros términos, una economía de mercado eficiente y el adecuado funcionamiento de instituciones democráticas que la sustenten –bases fundamentales de la prosperidad y del progreso- requieren un favorable contexto de valores. 

En la edición 2004 comenté algunos de los resultados del estudio que efectuó la estudiante alemana Dörthe Lukaschik, cuya tesis para obtener el título de Magíster en Dirección de Empresas (ICDA, Univ. Cat. de Córdoba) -presentada y aprobada con evaluación sobresaliente en el año 2004- tuve el gusto de dirigir. En esa oportunidad expresé que “los mismos deben considerarse como orientaciones preliminares, dadas las limitaciones del trabajo que se señalan en la propia tesis, especialmente en lo relativo a la base de datos utilizada”. 

La tesis reflejó una selección y reformulación de algunas preguntas contenidas en trabajos anteriores que realicé con colegas de la Universidad Católica de Córdoba, con el propósito de efectuar una encuesta que se concretó por Internet, entre estudiantes de grado y postgrado de Alemania, España y Argentina. La selección de países apuntó a evaluar las diferencias en las respuestas a las preguntas formuladas por estudiantes que viven en un ambiente de alto desarrollo económico, en otro de desarrollo económico intermedio y, finalmente, en Argentina, como ejemplo de menor desarrollo relativo. Los resultados, que pueden consultarse en la publicación que contiene las ponencias presentadas en el año 2004, sugieren la correlación positiva entre el nivel de desarrollo de cada país y las creencias vigentes en cada uno de los mismos, con relación a aspectos que configuran un contexto de valores condicionantes de aquél. 

A partir de esta correlación resulta evidente que trabajar en favor del logro de una modificación positiva con relación a las creencias asumidas por la sociedad, constituye un elemento esencial como ingrediente indispensable de cualquier expectativa relacionada con la posibilidad de la puesta en marcha de un proceso de desarrollo económico sostenible en el largo plazo. 

En este sentido, es necesario desactivar la virulencia de las pujas distributivas que parece acrecentarse por estos días, entendidas como un conjunto de actitudes y conductas basadas en ciertas creencias, supuestos y preconceptos, a través de los cuales los individuos procuran el incremento o mantenimiento de su bienestar neto, generando externalidades negativas. Las consecuencias de estas últimas se manifiestan bajo la forma de un menor producto social al que potencialmente podría lograrse y/o en mayores costos sociales para obtener el mismo producto social. 

La tensión que provoca la presencia y actuación de este proceso obtuvo como respuesta durante las últimas décadas el empleo de “mecanismos compensadores”, aptos para descomprimir situaciones de insatisfacción sectorial en el corto plazo, pero a costa de perpetuar la incapacidad del sistema en su conjunto de proporcionar niveles crecientes de bienestar para toda la población. Esta incapacidad se relaciona con la inducción de aprendizajes sociales negativos, reforzadores de percepciones según las cuales la participación en la puja distributiva, con creciente intensidad, constituye el camino más seguro para la obtención de mejoras en el nivel de bienestar sectorial. 

Las principales herramientas que han sido utilizadas durante las últimas décadas como “mecanismos compensadores” de las pujas distributivas abarcan un listado no exhaustivo que incluye el excedente agropecuario, los fondos previsionales, el presupuesto público y la inflación, las devaluaciones del signo monetario, las privatizaciones de empresas prestadoras de servicios públicos, el endeudamiento público, las redistribuciones compulsivas del ingreso y el “asistencialismo clientelístico”. 

De esta manera, hemos desarrollado procesos de aprendizaje que nos han inducido a participar de este perverso juego distributivo, que premia con réditos de corto plazo a quienes demuestren las mejores habilidades para desenvolverse dentro de una lógica destructiva de la solidaridad social y de las posibilidades de poner en marcha un genuino proceso de desarrollo económico. 

¿Cómo reencontrar la senda para obtener la genuina generación de una riqueza creciente y para asegurar una igualdad de oportunidades para acceder a la misma? 

En primer lugar, trabajar para desterrar el empleo de las hipótesis conspirativas, sea desde lo individual, desde lo sectorial o desde el conjunto de la sociedad, como explicación para el incumplimiento de metas o de las expectativas de mejora en el nivel de bienestar.

En segundo lugar, trabajar en favor de la mejor expresión de la solidaridad social: una equitativa distribución de oportunidades para participar del proceso de creación y apropiación de riqueza, la que –conjuntamente con la libre y voluntaria distribución de esfuerzos- será capaz de generar una distribución de la misma que, por estar en tal caso desprovista de las crónicas desigualdades no deseadas, dejará de ser un terreno propicio para las reiteradas, confusas y masivas iniciativas “redistribucionistas” que nos han caracterizado.

En tercer lugar, trabajar para ofrecer opciones de aprendizajes culturales positivos, defendiendo mecanismos de premios y castigos que induzcan comportamientos tendientes a favorecer la creciente contribución a la generación de riqueza, cuya distribución dependa de las oportunidades y de los esfuerzos aludidos en el punto precedente.

En cuarto lugar, trabajar para lograr, en el corto plazo, la aplicación de reglas de juego que impidan la actuación del factor cultural adverso, tanto a nivel micro como macroeconómico.

En quinto lugar, y esto es lo esencial para garantizar la sustentabilidad del proceso de desarrollo económico en el largo plazo, reconstruir una trama cultural propicia para la creación de riqueza y para su distribución conforme a los esfuerzos aplicados para aprovechar las oportunidades, genuinas y productivas, y garantizar un “equitativo” acceso a estas últimas debería concentrar la mayor preocupación distributiva.

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El rol de los empresariosven el proceso de cambio.

Sobre este tema expuso Luis Bameule, presidente de Quickfood y miembro de la Asociación de Empresarios Argentinos. Esta fue su ponencia:

El concepto de la sociedad en cambio es casi una novedad, y la novedad, en sus últimas épocas -particularmente desde la mitad del siglo pasado hasta nuestros días- se encuentra en la aceleración de los cambios. Sin duda, con cualquier parámetro que quisiéramos tomar, se verifica una aceleración de los cambios, y el hombre, si bien no es exactamente el mismo que en épocas pasadas, en lo que respecta a lo básico de su vida sí lo es. Entonces, es un desafío muy grande adaptarse a cambios tan acelerados.

La empresa también ha vivido cambios en las últimas épocas. Estos especialmente están relacionados con el fenómeno actual de la globalización, donde las personas, los capitales, las mercaderías, las noticias y la información circulan por el planeta a una velocidad nunca antes vista.

Sin embargo, hoy más que nunca se verifican restricciones a la circulación de las mercaderías. Además, mientras los capitales se mueven a una gran velocidad, al mismo tiempo se trata de controlarlos, de fijarlos y de regularlos, pero se fracasa en este intento de regularización y estos huyen o reingresan antes de que cualquier medida se pueda poner en funcionamiento. Sobre las noticias mejor ni hablar, y respecto de las personas, son conocidas las restricciones, cada vez mayores, para viajar internacionalmente: se restringe el ingreso a veces por la excusa del terrorismo, otras para evitar que ingrese gente para “quitar” puestos de trabajo a personas locales, etc.

En este contexto, en este mundo global, se mueven las empresas. No pensemos solamente en las grandes sino también en todas las empresas, incluyendo a las pequeñas. Porque las grandes, en su inmensa mayoría, han sido pequeñas en algún momento.

La empresa presenta, como pocas instituciones en la Argentina, esta dualidad entre creencias y valores que mencionó el Rabino Goldman.

Así como, en muchos casos, se la considera el motor del progreso, el motor del cambio y la institución que permite expresar las vocaciones laborales de las personas, dar trabajo, multiplicar la riqueza, el desarrollo de tecnologías, etc, por otro lado, frecuentemente se la demoniza: porque evade impuestos, porque la empresa grande seguramente se “come” a la pequeña, porque si alguien tiene ganancias será porque otro tiene pérdidas o succiona recursos de un sector de la sociedad en beneficio de otro, etc.

Navegando en la realidad de la Argentina, en esta dualidad que tanto daño nos ha hecho, los datos objetivos que obtenemos son que el nuestro es uno de los países que menos creció en las últimas seis décadas, que ha perdido no sólo protagonismo sino también renta por habitante y nivel de vida. Sin embargo no cabe duda que dispone de recursos que no son o no han sido bien transformados y multiplicados, y que esta responsabilidad grave respecto al fracaso argentino como sociedad y como país tiene que ver, básicamente, con las respectivas dirigencias que han manejado al país en las últimas décadas.

Esta dualidad no ha ayudado en el tema, porque el capital, entre invertir en un país donde la incertidumbre es permanente y las reglas cambian constantemente e invertir en aquellos lugares donde hay un cierto marco de reglas previsibles, generalmente opta por lo más sencillo, por lo más fácil. 

Es sabido que iniciar un emprendimiento en la Argentina es complicado: decenas de gestiones que llevan muchos meses, que le dan trabajo a burócratas, a gestores, para tratar de ver cómo se empieza y no cómo se desarrolla un negocio. Esto no es bueno, no estimula los talentos ni la capacidad de emprender, y constituye la primera semilla de la que después nacen las empresas.

Y, en esta sociedad del conocimiento, que se esté discutiendo el rol de las empresas es muy serio; representa un atraso, un atraso cultural, no sólo de la sociedad en general sino de la propia dirigencia. En esto los propios empresarios hemos tenido una responsabilidad grande (compartida con el resto de la dirigencia, especialmente con la política), ya que no hicimos lo suficiente para afirmar el valor de la empresa y determinar para qué estamos, y no sólo ver qué servicios prestamos o qué mercaderías producimos, sino qué otro tipo de aportes podemos hacer en la sociedad.

En los últimos dos o tres años aparece con mucha fuerza el tema de la Responsabilidad Social Empresaria. Y aparece cuando en la sociedad y en su dirigencia no está muy claro el rol de la empresa. Entonces nuevamente entramos en esta dualidad que nos termina confundiendo a todos y no deja en claro demasiadas cosas.

Obviamente, hay que hablar de Responsabilidad Social Empresaria, pero también tenemos que hablar de la empresa. Y la empresa, además de multiplicar riqueza, dar trabajo, canalizar vocaciones, pagar impuestos y desarrollar tecnologías, también educa, capacita, forma. O sea que tiene un enorme potencial en la sociedad, tal como se ha expresado en aquellos países que más se han desarrollado en el planeta.

Aún los países de origen comunista, o aquellos muy complicados como la India, han terminado reconociendo el valor de la empresa. No puede ser que nosotros todavía nos lo estemos cuestionando.

Sin embargo en la sociedad se sigue debatiendo: si sí o si no, si privado o del Estado, si mixta o no, si les vamos a controlar los precios o no, si vamos a exportar porque es bueno para el país o vamos a poner retenciones para que no falte ese producto en el mercado interno; en fin, discusiones antiguas que en el mundo, o la mayor parte del mundo que crece, ya no están vigentes, que, en su mayor parte, terminaron hace 20, 30 o 40 años. Es muy delicado y duro para una sociedad tropezar con las mismas piedras.

Digo todo esto para recalcar esta necesidad de involucranos, de involucrar a las empresas y al resto de las dirigencias, porque si no ponemos en claro estas situaciones básicas, es muy difícil hablar a fondo y de verdad de Responsabilidad Social Empresaria.

Quien que tiene que empezar es seguramente el empresario, pero juega un papel muy importante en esto la dirigencia política, que tiene que conducir y gobernarnos a todos.

El empresario, insisto, no tiene que cerrarse, y, como decía alguno, “tiene que meterse mar adentro y no quedarse exclusivamente en la isla de su propia empresa”, porque buscando zafar termina perdiendo hasta la propia brújula empresaria, y tratando de salvarse o de salvar a la compañía, deja en muchos casos de ser un empresario de verdad y, para sobrevivir o para crecer, utiliza la prebenda, la coima o la reserva del mercado.

Esto sucede porque no tenemos un marco, reglas, balizas, que marquen un camino, que la mayor parte del mundo desarrollado ya marcó. Así que: a navegar mar adentro.

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Compromiso ciudadano

Exposición de Attilio Danese y Giulia Paola Dinicola, Directores del Centro de Investigación Prospettiva Persona, profesores de Política Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad "G. D'Annunzio", de Chieti, Italia.

Debemos tener en relación a la democracia una actitud menos ingenua con respecto a que es la resolución de todos los problemas. En América Latina y en Europa podemos constatar los mismos problemas de la crisis de las democracias. Uno de los aspectos es el contraste entre cualidad y cantidad. Una democracia se basa en general sobre los votos. Los votos valen uno por cada ciudadano. Sea instruido o no, tenga sentido de responsabilidad o no, vale un voto. La cualidad depende de la cantidad.

En general, en el sector público quien está como jefe elige personas con las cuales puede contar y quienes estarán agradecidos por haberlas promovido. Este agradecimiento es mucho más grande cuanto menor es el valor en general en la persona promovida. Quizás en las empresas esto vale menos porque es necesario vender, pero en el plano político un jefe no siempre prefiere rodearse de gente inteligente sino más bien de personas fieles. O sea, la virtud no es ser ético y responsable sino ser confiable.

Este aspecto es importante en el análisis de la corrupción porque multiplica la corrupción en su base misma, sobre todo si los jóvenes ven continuamente que su estudio, su compromiso es desvalorizado. Es una subclase formada por aquellos que, en alguna medida, han sido traicionados por los dirigentes.

Hemos titulado nuestra investigación “Ciudadanía responsable” y otro problema vinculado a este tema es la selección de la clase dirigente. Nuestra investigación se realizó en el momento en que en Italia existía lo que se llamó “mani pulite” (manos limpias) y se equivocaban considerando solo corruptos a los políticos. Hoy se piensa, en cambio, que la corrupción parte desde abajo y todas las veces que no se respetan los procedimientos y que se piden favores a los políticos se forma parte de la corrupción, que después puede crecer hasta la utilización de importantes capitales.

Del ciudadano corrupto y que a la vez corrompe se habla poco, pero a menudo el político también es víctima de una especie de presión de parte de sus electores, ya que justamente estos dicen que lo votan sólo si les conceden determinados favores. Digámonos claramente quién votaría a una persona honesta, seria, casi santa, si no hiciera favores, si de alguna forma no promete trabajo para nuestros hijos o algún otro tipo de facilidades. En estas situaciones, las responsabilidades del político, propias del sistema democrático, dependen de la cantidad de votos de los cuales tienen necesidad para poder hacer política. Y este es el circuito de la corrupción entre ciudadanos y políticos. ¿Cómo salir de ese círculo? Con nuestros estudiantes propusimos un código de los políticos formado por principios éticos que tienen que ser acogidos; no pueden ser nunca impuestos. En esto vale lo que dijo el profesor Alejandro Bernhardt en la Cátedra Abierta: hay que reconstruir una trama cultural propicia para la creación de riquezas. Él hablaba de las riquezas. Hay un capital de las riquezas que se basa en la confianza de los ciudadanos, que es previo a la económica. ¿Quién más que los argentinos pueden comprender esto? Si todos tiran de la confianza de un lado el barco se tumba, y así es para un Estado, para una universidad, para el capital intelectual de una Nación, que es fundamental. Se construye desde abajo la ciudadanía.

Para reconstruir bien la ciudadanía se podría comenzar por una buena comunicación entre elegidos y electores. Hay experiencias en el mundo de pactos que se hacen en las elecciones en los cuales se compromete el propio honor. Se trata de un pacto claro, escrito, documentado, con los electores, donde estos pueden controlar cuánto se hizo y cuánto no se hizo.

Uno de los límites es lo que se llama “democracia puntual” o sea que se resuelve en un momento cada cuatro o cinco años, cuando el ciudadano está llamado a dar su opinión y después descansa. Otro aspecto que se puede mejorar y que no tiene un costo importante es la formación de las bases; formar las conciencias del mayor número de personas y en esa tarea subrayar el valor de la ética. Cuando hablamos de la democracia y de ciudadanos responsables, damos poca importancia a toda esa clase de marginados de la política que según los politólogos no tienen los requisitos mínimos para participar, para seguir un debate político, hasta a veces para comprender el noticiero. En las investigaciones que hicimos en la universidad mostramos el insignificante porcentaje de obreros, de trabajadores manuales, de mujeres, de jóvenes y personas que tienen estudios suficientes, que no tienen tiempo, que habitan en lugares marginados que están fuera del circuito de las noticias. Así se comprende cuan retórico puede ser hablar de asambleas donde quizás sólo algunos pueden gestionarlas, o hablar de democracia directa o inclusive de democracia digital, aquella que con la computadoras permite a todos los ciudadanos dar su opinión.

En Italia se ha desarrollado el tercer sector, el voluntariado que se organizó y hoy tiene un producto anual muy grande, que es un tercio del producto de todas las empresas. Esto ha sido una maravilla también para los estudiosos que actualmente están formando los cuadros de estos operadores de las empresas sociales. Además están surgiendo maestrías. Con la Universidad de Salerno estamos organizando una maestría para formar dirigentes del tercer sector. 

Otro aspecto débil de la democracia es que se presta a ser orientada, guiada, instrumentalizada por los medios de comunicación. En general vence quien convence, y, por lo tanto, quien tiene posibilidad de gestionar. Hay ciudadanos que construyen redes para poder tener influencia en la distribución de las noticias, en la orientación ética, los horarios y contenidos. Constituyen hasta consejos de audiencia de telespectadores que logran influenciar en alguna medida la orientación de los grandes grupos. 

El ejemplo más grande de Italia fue un referéndum sobre la procreación asistida. Todos los medios más importantes estaban por la votación del “Sí”. ¿Cómo se organizaron los que sugerían no ir a votar? Sobre la base del voluntariado, del “mailing”. Cada uno tiene su lista de amigos y eso funcionó muy bien, más allá de las creencias religiosas, si se piensa que el 80 % no fue a votar. No ir a votar era el único medio para poder justamente plantear la libertad absoluta de investigación en ese tema. En la Constitución se dice que un referéndum no es válido si no logra un quórum, y aquí la idea era no lograr el quórum. Queremos subrayar la importancia de las formas alternativas que parten de la base y pueden también cambiar la influencia de los grandes medios de comunicación. Para hacer esto es necesario una gran unión popular, una red que se constituye cotidianamente. 

El poder para ejercer la ciudadanía se comienza a construir en la familia, cuando se aprende a tener cuidado de sí mismos y de lo que pertenece a todos según las capacidades de cada uno. Podemos considerar que la familia posee un gran capital de esta confianza. El problema es la grieta que se crea entre el mundo de la familia y el mundo vital, social y el de las instituciones, donde muy a menudo se contrapone lo bueno y lo malo. En la familia se aprende el sentido de la fragilidad que nos llama justamente a tener cuidado no sólo del otro, cuidar al otro, sino de las instituciones mismas. Si se logra este circuito es posible dar vuelta una mentalidad, una costumbre. En la mentalidad de la política, uno se sirve para enriquecerse por las ambiciones personales, mientras si se aprende el sentido del cuidado o sea el valor cultural que procede, también los políticos prestarán atención, tendrán cuidado de estas instituciones frágiles. Las instituciones mismas son frágiles, la democracia es frágil; como sistema es frágil. Entonces, encargarse de ellas es un gran gesto de responsabilidad. 

El último punto: si alguna vez la ética fue una buena recomendación de las parroquias o una imposición de la ley, hoy es una necesidad. Lo saben los empresarios, lo saben los ciudadanos, lo sabe cada uno de los responsables del Estado. En los Estados Unidos han comprendido que la ética tiene que ir de la mano de la economía. Por ejemplo, en Italia hay muchos inmigrantes que llegan desde el norte de África; una buena parte del presupuesto estatal se dedica a ayudarlos, ya que se comprende que estas personas, tarde o temprano, si no tienen nada que perder, movidas por el hambre, en vez de golpear en nuestras puertas las abrirán y entrarán. Entonces es cuestión de necesidad y de virtud. 

Queremos cerrar este tema con una frase: la democracia, régimen que empuja el vicio, tiene necesidad de la virtud si no quiere morir.

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El compromiso con una patria más ética

En la presentación de la primera sesión de la Cátedra el Pastor Tomás Mackey, profesor y director del Seminario Internacional Teológico Bautista de Argentina, dijo lo siguiente:

El Foro Ecuménico social no solamente superó mis expectativas por la facilidad con la que se pudo concretar el diálogo, sino porque me ayudó a superar una mala expectativa que tenía respecto del país, al cual quiero y en el cual hice el proyecto de seguir trabajando. 

¿Por qué? Porque recuperé algo de la esperanza: vi gente comprometida con las grandes temáticas éticas del día a día. No solamente con la especulación teórica y abstracta de la ética, sino desde los círculos concretos de hacer una Argentina mejor, que incluyera la temática ética y que incluyera las cosas más concretas y cotidianas que nos podamos imaginar. 

Cuando hace algunos años fuimos testigos de cómo gente entrenadísima y sumamente capaz, con los mejores master o títulos superiores en carreras administrativas de las mejores universidades del mundo, con paquetes remuneratorios excelentes y con la complicidad de empresas que fiscalizaban sus proyectos, hicieron lo que todos sabemos, uno dice: aquí el tema de la ética tiene que estar. Y debe estar presente porque la disciplina científica para gerenciar una empresa estaba; porque la habilidad para hacerlo estaba; porque esta gente había logrado lo que muchos deseaban lograr y, sin embargo, traicionaron a la empresa debilitando, quizás, la credibilidad del mismo sistema de trabajo. Obviamente, alguna ética faltaba.

Si países tan hermosos como el nuestro, con tantos recursos de todo tipo, todavía muestra chicos en la calle, chicos desnutridos, es una señal que nos avisa que no solamente habría que modificar el sistema político, social y económico, sino, tal vez, el sistema ético. 

A mí me interesó que el Foro tuviera esto muy presente. Quiere decir, que hemos tenido cierta continuidad. Y su trabajo me hizo recuperar la confianza: la confianza en que hay gente joven, gente mayor, gente de todas las extracciones religiosas y en las distintas esferas empresariales, que tienen ganas de cambiar desde adentro hacia afuera. 

Me alegra saber que muchísima gente se ha comprometido y participa en el Foro, no solamente en la Capital Federal sino también en el interior de nuestro país. Hemos tenido eco, y hemos tenido peticiones de mostrar, con humildad y en un perfil muy bajo, esta experiencia en el exterior. 

Debemos pensar no solamente en ilusiones abstractas y tener esperanza de ver, como en el Foro, gente que se compromete a trabajar desde el fondo de la cuestión, entendiendo que la vertiente ética ya no deberá ser una materia mínima en cualquier curricula de estudio, sino algo que, de no estar, ofendería la raíz moral de cualquier persona. Y me parece bien, me parece sano, me parece que dice lo mejor de los seres humanos, que nos comprometamos por una patria más ética.

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