Expirado
Reflexiones Cátedras

Nueva cultura versus globalización

Ezequiel Ander Egg, Profesor en 186 universidades, Director Académico de 88 cursos internacionales, autor de 130 libros con 1.400.000 ejemplares vendidos. Esta es su ponencia:

"Hacer de nuestra cultura una potencia de liberación y de solidaridad, al mismo tiempo que el canto de nuestra íntima personalidad."
Cheik Anta Diop


¿Es posible un nuevo paradigma cultural como energía creadora de una globalización alternativa?

Una propuesta alternativa al modelo de globalización neoliberal no puede circunscribirse a un enfoque exclusivamente economicista, sino que debe otorgar un lugar a la esfera de lo cultural. Buscar un nuevo proyecto de sociedad es, supone y exige buscar un nuevo proyecto cultural.
En los años ochenta, en América Latina, en los grupos de educación popular, se decía que toda propuesta de lucha en el campo de la cultura debe tener en cuenta que la ideología que sirve como "cemento" que une las juntas del orden social vigente podría transformarse —como un aspecto de la lucha cultural— en "ácido corrosivo" y en "energía creadora" para un nuevo ordenamiento social.

Dentro de ese contexto, un trabajo cultural crítico no debe agotarse en la tarea de desenmascarar los mecanismos de manipulación y domesticación ideológica, sino que tiene que aceptar el reto de plasmar una nueva cultura.
En nuestros días, esta propuesta algunos la presentan afirmando que una nueva cultura sirve como antídoto para la globalización neoliberal.

La idea de que la cultura pueda ser un antídoto para la crisis que se vive a escala mundial puede parecer disparatada a aquellos para los que todo se reduce a la economía y conciben al hombre, fundamentalmente, como homo economicus y homo consumens, acentuando la dimensión de mero productor y mero consumidor.
Hablar de la cultura como energía creadora cuando en el escaparate de las ofertas intelectuales nos encontramos con "el todo vale" de Feyerabend, el "pensamiento débil" de los italianos, la "simulación" de Baudrillard, el "pensamiento borroso" de Bart Kosko, la ciencia sfumatta, la era fuzzy, la filosofía flou y la cultura light, que han dominado el discurso de las últimas décadas, puede parecer una propuesta a contrapelo de la historia. Cuando casi todo se relativiza y estamos atrapados en la sociedad de consumo y en un individualismo feroz, puede parecer un sueño fantasioso pensar que la cultura puede producir cambios significativos. ¿Qué podemos hacer en ese contexto de frivolidad y homogeneización cultural en donde existen tantos agujeros e intersticios por donde penetran las industrias culturales para hacer de la cultura estadounidense la cultura universal del mundo globalizado?

Algunos hechos que expresan una cultura emergente alternativa

Nuestra aproximación a esta problemática es provisional. Tiene su punto de partida en el análisis que realizáramos sobre la rebelión juvenil, hace unos veinticinco años. En la contestación juvenil de finales de la década de los sesenta encontrábamos —y encontramos— hechos portadores de futuro. Decíamos entonces —y ahora lo traemos como punto de arranque para nuestra reflexión— que si más allá de cualquier manifestación exterior o circunstancial calamos en lo hondo de la rebelión juvenil actual, encontramos hechos que expresan un nuevo modo cultural reflejado en:

• el deseo de vivir (que todos vivan y vivan en la abundancia);
• el deseo de expresarse (que todos puedan hacer oír su voz);
• el deseo de ser libres (que todos puedan realizarse sin constreñimientos exteriores);
• la reivindicación del derecho a hacer su propia vida (que cada uno pueda asumir por propia decisión lo que hará de su existencia).

Estos deseos, tan fuertemente expresados por algunos movimientos juveniles a finales de los años sesenta, no "aparecen" en ese momento, como si antes no hubiesen existido. La novedad viene dada por la profundidad y forma con que se presentan, además del conjunto de valores que los sostiene. Todas estas manifestaciones y búsquedas, expresadas con un tono crítico, creativo, diferencial y sensual, contienen lo básico de ciertas formas emergentes de cultura viva, aunque haya otras de signo contrario o diferenciadas.

Adviértase, una vez más, que consideramos la cultura como un modo de vida total y de realización/creación del presente y del futuro y no con el alcance restringido de lo artístico o literario. Dicho esto, preguntamos: ¿cuáles son los hechos precursores del estilo cultural del futuro?, ¿cuáles son las manifestaciones o caracteres esenciales de esta cultura emergente? Lo que percibimos como germinal en estos movimientos, lo resumiríamos (sin que esa sea una enumeración exhaustiva) en seis grandes expresiones:

• Afirmación de la propia personalidad y del derecho a singularizarse.
• Un estilo cultural meta-tecnológico, anti-productivista y de recuperación de lo festivo.
• La búsqueda de comunicación interpersonal profunda y auténtica.
• Rechazo de lo institucional como aquello que encorseta la vida.
• Desarrollo de la dimensión erótica y psicodélica de la cultura emergente.
• Retorno a la naturaleza y a la vida sencilla.

Desde esa óptica no es solamente un nuevo orden económico internacional lo que necesitamos sino un nuevo estilo de vida. No es un relanzamiento de la economía a escala de Estado lo más decisivo, sino un nuevo modo de vivir. Y, a nivel personal, tampoco la salida es tener más cosas, sino saber vivir como personas.
En fin: si lo que está en crisis es un modelo de civilización, de sociedad y de modo de vida, aquí es donde la cultura —como creación de un destino personal y colectivo— adquiere su pleno significado y dimensión como antídoto a la crisis: se trata de buscar, y de ir encontrando y realizando, un nuevo proyecto de sociedad y de civilización.

Vivimos en un mundo complejo y cambiante, en situación límite, puestos en una encrucijada, inmersos en una crisis, llegados a un punto de ruptura, en donde "algo viejo debe morir y algo nuevo debe nacer"... De muchas y variadas formas se designa el momento en que vivimos. "El mundo no es como debiera ser", así lo percibe la mayoría de la gente. Tampoco la vida es como debiera ser. De ahí que muchas personas —los alternativistas, podríamos denominarlos de una manera amplia— desean cambiar sus actuales formas de existencia, quieren saltar a una nueva manera de vivir... Por lo tanto, en este sentido y en este contexto, sí puede hablarse de la necesidad de una nueva cultura como antídoto a la crisis. Es decir, de un nuevo modo de pensar y de hacer.

Se trata de plantearnos el problema de un nuevo estilo de vida, más que corregir la crisis económica dentro de los marcos de una civilización fáustica, de una sociedad productivista y de existencias personales cuyo proyecto principal de vida es el de ganar dinero.
Plantearnos el problema de un nuevo estilo de vida, es plantearnos la necesidad de asumir nuevos modos de vivir. Ahora bien, ¿por qué se plantea este problema?, ¿qué significa un nuevo modo de vivir?

A la primera cuestión —¿por qué aparece este problema?— la respuesta es bastante generalizada entre todos aquellos que critican la degradación de la vida que vivimos en nuestro tiempo. Degradación por exceso y despilfarro en las sociedades de consumo; degradación por hambre y miseria en las sociedades subdesarrolladas y dependientes.
Y, ¿por qué un nuevo estilo de vida? Si decimos "nuevo", antes que nada significa hacer algo que antes no se hacía, cambiar, realizar algo diferente. Este "dejar de hacer", este "cambiar", y este "realizar", tienen que ver con algo que nos concierne de manera radical a cada uno de nosotros y es la causa de que "seamos": nuestra vida.

No se trata sólo de cambiar estructuras o de innovaciones tecnológicas que pueden ser necesarias. De lo que se trata es de cambiar nuestra vida o, para ser más precisos, nuestro estilo de vida, nuestro modo de vivir. Esto significa —como diría Fromm— "una sociedad cuyos miembros han llegado a un grado de independencia en que conocen la diferencia entre el bien y el mal, en que eligen por sí mismos, en que tienen convicciones y no opiniones, y fe, más bien que supersticiones ni esperanzas nebulosas... Significa una sociedad cuyos miembros han desarrollado la capacidad de amar a sus hijos, a sus prójimos, a todos los hombres, a sí mismos, a toda la naturaleza; que pueden sentirse unidos con todo, pero que conservan el estilo de la individualidad y la integridad; que trascienden la naturaleza creando, no destruyendo". Por primera vez en la historia, "la supervivencia física de la especie humana depende de un cambio radical en el corazón humano "(1).

El movimiento de nuevos estilos de vida es de origen occidental, producido en parte por la crisis que confrontamos, pero está acompañado por un descubrimiento y revalorización de los valores de oriente.
Sin embargo, habría que preguntarse también: ¿por qué vamos a cambiar de estilo de vida?, ¿qué nos puede mover a tomar esta determinación?... Para la mayoría de la gente, lo que les lleva a cambiar son situaciones o condiciones de existencia. Ahora bien, ¿existen, hoy, situaciones que pueden llevarnos a convencernos de la necesidad de cambiar nuestro estilo de vida?

Creo que sí. Bastaría con que nos percatáramos de la clase de "callejón sin salida" donde está llegando la humanidad. Bastaría con que intentásemos ahondar en las causas de insatisfacción que, en grado diverso, sufre el hombre contemporáneo.
Y ahora, si estuviésemos convencidos de la necesidad de un nuevo estilo de vida, habría que plantearse: ¿qué es lo que establece o configura un nuevo estilo de vida? Todos tenemos un estilo de vida que viene dado por los valores que en nuestra práctica elegimos como prioritarios. Insistimos en esto de "nuestra práctica" porque el doble juego de valores es moneda corriente en nuestro mundo. El divorcio entre el decir y el hacer, el encubrimiento ideológico, permiten discursos paralelos o contrapuestos a lo que se hace en la realidad.

Buscar un nuevo estilo de vida no consiste exclusiva ni fundamentalmente en producir un cambio individual o grupal en los patrones de consumo. Es un cambio con implicaciones tan globales que no se trata de una transformación estructural únicamente sino, ante todo, de un cambio cultural... Ante nosotros tenemos el reto de crear y de ser protagonistas de una nueva civilización y de un nuevo modo de ser persona.

1) FROMM, Erich: Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. FCE, México, 1956.