Expirado

La desigualdad como problema para el desarrollo de América Latina

Miguel Carrera Troyano, Director del Instituto Interuniversitario de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca. Profesor Titular de Economía Aplicada en esa universidad. Esta es su ponencia:

América Latina tiene el dudoso honor de reunir a los países del mundo con una distribución de la renta más inequitativa. Como ejemplo, basta decir que el 10 % más rico de la población recibe casi el 50 % de la renta (frente a sólo un 23 en España), mientras que el 10 % de los ciudadanos más desfavorecidos apenas superan un 1 % (3 % en España). Por ello, a pesar de que los países de América Latina se encuentran en el grupo de renta media según la clasificación del Banco Mundial, los niveles de pobreza son muy elevados, alcanzando a más de 190 millones de personas en la región, de los cuales casi 70 millones viven en condiciones de pobreza extrema, según datos de Naciones Unidas.

Este nivel de desigualdad desborda el ámbito de la economía y se manifiesta en todos los ámbitos de la existencia hasta el punto que puede afirmarse que los ciudadanos de estos países viven “vidas diferentes”, en expresión acuñada por el Banco Mundial, en función de cual sea su nivel de renta. Las diferencias se extienden a la cantidad y calidad de la educación que reciben, el número de hijos de las familias, sus actividades comerciales y de ocio, los barrios donde habitan y el tipo de viviendas, su acceso a los servicios que ofrece el Estado y su capacidad para influir políticamente, como puso de manifiesto el PNUD. Además, la desigualdad está muy relacionada con las razas y etnias, con diferencias marcadas en salarios, porcentaje de empleo en sector formal, posesión de activos y acceso a servicios básicos, siempre inferiores para los indígenas y para los afroamericanos.

Durante años la corriente más influyente de la economía consideró que la desigualdad era “normal” y, además, funcional para el crecimiento. Normal porque según afirmaba la teoría de Kuznets, la desigualdad era un resultado del proceso de modernización, que no empezaba a la vez en todos los sectores, y funcional porque según el influyente modelo de Kaldor se suponía que los ricos ahorraban una parte mayor de sus ingresos y, con ello, la inversión y el crecimiento serían mayores si recibían una parte mayor de la renta. A esto se unía la crítica de las políticas redistributivas, porque implicaban pérdidas de eficiencia pues los impuestos erosionan los incentivos en los que se basa el sistema.

Esta corriente fue dominante durante los años ‘80 y los primeros del ’90, y en su seno se desarrolló la propuesta del llamado Consenso de Washington, decálogo de política económica para recuperar el crecimiento económico en la región. Lamentablemente, estas políticas no han obtenido los resultados esperados y, aunque los países de la región han recuperado el equilibrio macroeconómico, el crecimiento en la última década ha sido muy inestable y significativamente inferior al de los años 60 y 70. La desigualdad tampoco se ha corregido, sino que, por el contrario, se aprecia una convergencia de los países hacia niveles muy altos de desigualdad. De hecho en la última década la desigualdad ha crecido en países que tenían los más bajos niveles de desigualdad (como Venezuela, Argentina y Costa Rica), mientras que ha caído en Brasil, el país tradicionalmente más desigual.

Durante los años ‘90 se ha producido un cambio progresivo tanto en los valores dominantes sobre la desigualdad como en los trabajos teóricos y empíricos de los economistas que relacionan la desigualdad y el crecimiento. Frente al individualismo de los ‘80 y la confianza en la “mano invisible” del mercado, el rechazo a la pobreza absoluta es un valor ampliamente compartido en el comienzo del siglo XXI, como lo demuestran los Objetivos de Desarrollo del Milenio firmados por 190 países, a la vez que la desigualdad extrema es vista como causa de la pobreza y obstáculo a su solución. Del mismo modo, la igualdad de oportunidades concita cada vez un mayor consenso entre autores de distintas ideologías.

De igual modo, la teoría económica ha evolucionado hacia una visión más compleja del proceso de crecimiento donde la desigualdad de rentas (y sobre todo de activos) supone un obstáculo para el crecimiento y constituye un factor explicativo de las inferiores tasas de crecimiento que ha experimentado la economía latinoamericana respecto a los países asiáticos en los últimos años.

Esta literatura económica ha puesto en primer plano dos cuestiones que tenían un papel marginal en la literatura del crecimiento durante los ochenta: las imperfecciones en el funcionamiento de los mercados (principalmente en el de capitales) y las consideraciones de economía política (sobre el papel de las instituciones y la influencia de los procesos políticos y el ejercicio del poder sobre el crecimiento).

Con información asimétrica e incompleta las instituciones financieras no prestan a las personas que no pueden aportar garantías reales de la devolución de los préstamos, excluyendo, por tanto, no sólo a los más pobres, sino también a buena parte de la población que podría obtener altas rentabilidades de sus inversiones. De este modo sólo los ricos pueden invertir alcanzándose con ello niveles bajos de rentabilidad y de crecimiento en la economía. Por otro lado, la desigualdad está asociada a mayores niveles de inestabilidad e inseguridad que afectan a la inversión en la economía. De manera complementaria, el gasto público responde en buena medida a los intereses de las elites, sin poner las bases para la acumulación del capital humano y físico que necesitan los países para crecer en la era de las tecnologías de la información y las comunicaciones.

Este cambio en valores y conocimiento económico se proyecta muy directamente sobre la agenda de política económica. Así, en el Consenso de Washington las cuestiones distributivas estaban ausentes, la confianza en el papel del mercado como asignador de recursos infravaloraba sus fallos y las instituciones no constituían un foco de atención. En la actualidad, se ha pasado de un rechazo tajante a las políticas redistributivas, a la búsqueda de políticas que simultáneamente favorezcan el crecimiento y la equidad. También se proponen políticas redistributivas que favorezcan la equidad, considerando que los efectos positivos de largo plazo sobre el crecimiento de la mayor equidad pueden compensar los costes de eficiencia en el corto plazo.

Principalmente, las políticas destinadas a proveer de activos a los más desfavorecidos, ya sea a través de la mejora de las oportunidades educativas, la reforma agraria o los microcréditos, concitan un amplísimo respaldo como instrumentos que pueden disminuir la desigualdad, contribuir a la desaparición de la pobreza extrema y favorecer el crecimiento económico. También se destaca el margen para políticas redistributivas del Estado tanto a través de políticas fiscales progresivas (con la introducción de impuestos sobre la propiedad) como, sobre todo, con políticas progresivas de gasto enfocadas a la provisión de servicios e infraestructuras a los más pobres. Dentro de estas políticas se destacan muy especialmente los programas de transferencias condicionadas como Oportunidades de México o Bolsa Escola de Brasil. Son programas focalizados que transfieren renta a las familias más pobres si invierten en capital humano (es decir, si los hijos van a la escuela y son objeto de seguimiento sanitario).

Esta convergencia entre valores y literatura económica puede ser especialmente relevante a la hora de construir las alianzas y las bases electorales necesarias para llevar adelante las políticas que favorezcan la equidad, de manera que las políticas no sólo sean atrayentes para los pobres y la clase media, sino también para una parte de la elite políticamente influyente. Esta elite se ha demostrado poco permeable a valores morales, pero puede encontrar en esta nueva “ortodoxia económica” una razón para esperar beneficios de largo plazo de estas políticas, aunque a corto plazo impliquen mayores impuestos o recibir menores beneficios del Estado.

De hecho, puede afirmarse que existe una oposición entre los objetivos de corto y largo plazo de las elites de estos países. De un lado, se situaría el objetivo de corto plazo de obtener los mayores beneficios posibles en el momento presente, rechazando, por tanto, cualquier subida de impuestos o cualquier cambio de la política económica que suponga una pérdida de renta para los más ricos. Sin embargo, a estos objetivos de corto plazo se enfrentan otros objetivos de largo como una mayor acumulación de capital humano y físico y una mayor estabilidad política y social que permitan conseguir un mayor crecimiento que, a su vez, permita maximizar el valor futuro de su patrimonio y una mejora en su calidad de vida. Para que en América Latina sean posibles políticas progresivas hace falta que las elites asuman que una transformación del statu quo puede ser beneficiosa en el largo plazo para todos los ciudadanos latinoamericanos y que la mejora general de los niveles de vida va a beneficiar también a las clases altas y a las empresas que verán ampliarse sus mercados.

Expirado

Se acabaron las sociedades cerradas

El Pastor Federico Schäfer, presidente de la Iglesia Evangélica del Río de La Plata, propuso encarar procedimientos grupales en los que el diálogo intercultural, la buena comunicación, la dinámica de grupos, el trabajo interdisciplinario y en equipo, y hasta consensos ecuménicos e interreligiosos, son imprescindibles. Esta es su ponencia:

Decíamos en presentaciones anteriores, que la puesta en práctica de la responsabilidad social, especialmente en relación a la empresa, implicaba un proceso de aprendizaje a los efectos de generar hábitos éticos. Debe ser un proceso de aprendizaje interdisciplinario y en equipo, en el que se puedan consensuar procedimientos, visto que ante la complejidad estructural de la sociedad y la empresa, no basta la sola conversión a principios éticos del individuo.

Si preguntamos a un empleado, funcionario o socio de una determinada empresa, por qué su empresa --digamos por ejemplo-- no cumple con ciertas demandas del cuidado del medio ambiente, probablemente nos irá a responder, que él es sensible al problema, pero que no todos los socios, miembros del directorio o compañeros de trabajo comparten los mismos principios y que él solo no puede revertir las conductas de toda una empresa.
Esto es un verdadero problema con el que se topa el apostolado en este campo (y en otros) en las sociedades modernas y pluralistas en las que nos toca vivir, en las que más y más las responsabilidades éticas son referidas a la conciencia individual de cada persona y de hecho conviven y deben convivir personas de las más diversas extracciones: culturales, religiosas, ideológicas, sociales, políticas y adherentes a distintas corrientes de administración económica. Se acabaron, por lo menos en Occidente, las sociedades cerradas, dominadas por o convencidas de un pensamiento único.

Por otro lado las mismas empresas muchas veces se consideran encorsetadas en opresiones derivadas de la necesaria competitividad, de la evolución de los mercados, de la globalización económica, de presiones impositivas estatales, etc. que eventualmente no les dejarían margen suficiente para una mejor actuación ética.
Vemos, pues, que la sola buena voluntad individual no alcanza; qué es necesario encarar procedimientos grupales en los que el diálogo intercultural, la buena comunicación, la dinámica de grupos, el trabajo interdisciplinario y en equipo y hasta consensos ecuménicos e interreligiosos son imprescindibles.

Todo esto es, así lo creo, lo que estamos intentando de realizar en este Foro Ecuménico Social. Estoy contento de poder colaborar en el mismo y pondero los esfuerzos que realizan todos los que se han comprometido con lo que aquí hacemos. A la vez deseo animarnos a continuar con ahínco en este loable emprendimiento.
Asimismo quiero destacar el hecho de extender nuestras iniciativas a otros países y aliarnos con iniciativas similares existentes en otras latitudes, donde, sin duda alguna, el trabajo en red es y será de importante ayuda. De cara a la globalización hay muchas materias pendientes en relación a la responsabilidad social y en función de la dignidad humana, que no se arreglan sólo en un país. No quiero dejar de mencionar aquí los méritos que corresponden a nuestro director, el Lic. Fernando Flores Maio, en relación a su incansable y perseverante tarea de mantener activo a nuestro Foro y acrecentar el número de relaciones institucionales, de colaboradores y participantes.

Para meditar a propósito del sustento filosófico de nuestro Foro, quiero hacer mención de unas palabras del Antiguo Testamento, que siempre me han impactado (y que entre otros conceptos bíblicos también son un sustento para el accionar social y diacónico de la iglesia cristiana de la que soy miembro). Estas palabras se encuentran en el capítulo 29 del libro del profeta Jeremías. Allí Dios encomienda al profeta, que había zafado de ser deportado a Babilonia y había quedado en la destruida ciudad de Jerusalén, a enviar una carta a los judíos desterrados por el emperador Nabucodonosor. Entre otros buenos consejos recomienda: "Trabajen a favor de la ciudad a dónde los desterré, ( ) porque del bienestar de ella depende el bienestar de ustedes".

Nos solemos quejar, cuando a la hora de hacer un balance de nuestras actividades, descubrimos: a) que somos pocos los que tenemos el idealismo de luchar por el bien común, y b) que el impacto que logramos con nuestras actividades representa apenas una gotita que cae sobre una plancha hirviente.

Tendemos a desanimarnos ante la envergadura de la tarea que tenemos por delante. A pesar de ciertos éxitos obtenidos puntualmente, nos sentimos como pedaleando en el aire. Esta desazón no solo afecta a individuos de buena voluntad, sino a instituciones enteras. Organizaciones donantes del "primer mundo" se preguntan, qué sentido tuvo la inversión de millones (en moneda dura) en el apoyo a proyectos de desarrollo y promoción humana en el así llamado "tercer mundo" (o como también suelen decir: en el Sur) durante las últimas décadas, cuando las estadísticas mundiales muestran que la pobreza, la desocupación, la desnutrición, la miseria en todas sus formas, etc., en el mismo lapso han aumentado en vez de disminuir.

Los que somos creyentes, obtenemos de la fe y la esperanza las fuerzas y el tesón para seguir luchando a pesar de las adversidades y las estadísticas negativas, y algunas veces incluso en lugares o en proyectos por otros considerados campo perdido. En este sentido, creo que toda tarea realizada a favor del bien común o por nuestros semejantes desfavorecidos, tiene sentido, aunque su impacto cuantitativo no califique para las estadísticas.
Pero, y esto es lo que deseo resaltar especialmente, el texto del profeta Jeremías, ni siquiera nos pide idealismo, altruismo, vocación pionera o fe obstinada. Dice, repito: "Trabajen a favor de la ciudad, por el bien de la ciudad, porque del bienestar de ella depende el bienestar de ustedes". Los judíos deportados al escuchar esta frase probablemente habrán pensado: Este Jeremías está totalmente desubicado. ¿Cómo vamos a trabajar de buena gana en favor de nuestros enemigos?

Pero la frase tiene su lógica bien utilitarista. Aún el más egoísta se tiene que dar cuenta, que a la larga, si no cuida de su entorno, sea social o ambiental, este entorno se le va a venir encima como bumerang. Del bienestar de la ciudad, o sea del todo de la comunidad en la que estoy inserto, depende mi propio bienestar. Entonces, aunque la responsabilidad social que ejerzamos no nazca del impulso que nos da eventualmente un mandato divino o no surja de nuestra eventual convicción humanitaria, será simplemente consecuencia de nuestra propia conveniencia, quizás de la fría estimación de nuestros beneficios.

Sea cual fuere, entonces, la premisa para nuestro actuar responsable, siempre va a redundar en nuestro propio beneficio, por pequeños que nos parezcan los resultados obtenidos o por enormes que nos parezcan las tareas aún pendientes. Por medio de esta sencilla reflexión, es mi deseo transmitirles que sí vale la pena, pues, comprometerse en el campo de la responsabilidad social individual o empresarial, por más complejos que sean los procesos que debamos encarar para llevarla a la práctica.

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Perspectiva estructural de la Responsabilidad Social

Alejandro Bernhardt, Director General Esade Business School Campus Buenos Aires, aseguró que en la Argentina, a diferencia de otros países, se han aplicado instrumentos no genuinos para enfrentar las pujas distributivas, con lo que las mismas se instalaron con un carácter crónico. Esta es su ponencia:

La evolución económica de Argentina ha tenido dos rasgos importantes: períodos de rápida expansión seguidos de abruptas caídas y una baja tasa media de crecimiento a largo plazo. Ambos aspectos han impactado profundamente sobre la estructura social, generando procesos de exclusión y poniendo a vastos sectores ante el riesgo permanente de retroceso en la escala socioeconómica.
Un derivado de este proceso ha sido la instalación en la sociedad argentina de las pujas distributivas, entendidas como un conjunto de comportamientos y acciones basados en ciertas creencias, supuestos y preconceptos a través de los cuales los individuos procuran el incremento o mantenimiento de su bienestar neto, generando externalidades negativas.

Las pujas distributivas existen en estado latente en cualquier sociedad, y se activan ante un insuficiente consenso distributivo y/o a raíz del retroceso o crecimiento económico por debajo de las expectativas. La presencia de los factores que movilizan las pujas distributivas se traduce en demandas sociales concretas solamente si los individuos y sectores tienen la voluntad y la posibilidad de poner de manifiesto aquéllas, sin que sean bloqueadas por la actuación de instrumentos de política económica. Estos instrumentos pueden ser genuinos, cuando actúan positivamente sobre los consensos distributivos o favoreciendo la expansión del producto social a distribuir, o no genuinos, cuando se limitan a interferir en la manifestación de las pujas distributivas a través de mecanismos compensadores temporarios o válvulas de seguridad transitorias.

En general, durante muchos años en la Argentina –a diferencia de otros países- se han aplicado instrumentos no genuinos para enfrentar las pujas distributivas, con lo que las mismas se instalaron con un carácter crónico, actuando como un freno adicional a la posibilidad de mantener un crecimiento económico sostenido.

La pregunta a formular sería ¿qué nos impide aprender de la experiencia ajena y copiar los procedimientos utilizados por los países que han tenido éxito en sus políticas orientadas a la contención de las pujas distributivas y a la expansión permanente del producto? Los impedimentos se originan en la actuación de tres filtros, que en la práctica pueden operar en forma individual, de a dos o los tres simultáneamente. El primero de ellos sería el filtro de vigilancia, de naturaleza técnica, es decir la falta de preocupación por reunir los datos necesarios para conocer y comprender lo que sucede en el entorno, que respondería a la pregunta ¿tratamos de ver? El segundo sería el filtro de mentalidad, de naturaleza cultural, es decir la imposibilidad de conocer y comprender lo que sucede en el entorno, por la actuación de paradigmas. Este filtro respondería a la pregunta ¿podemos ver? Por último, el tercero sería el filtro de poder, de naturaleza institucional, es decir la renuncia a la voluntad de conocer y comprender lo que sucede en el entorno. Este último respondería a la pregunta ¿queremos ver?
Si la actuación de estos filtros no obstaculizara la correcta apreciación de la realidad, veríamos que los modelos recientes de desarrollo sostenible se han basado en dos instituciones fundamentales: economía de mercado con aceptación y responsabilidad social y democracia real con compromiso ciudadano.

Del mismo modo, en tal caso, veríamos que estas instituciones tienen cimientos culturales, representados por: a) vigencia de valores propicios para el desarrollo económico; b) superación de hipótesis conspirativas como explicación de las dificultades que impiden el crecimiento; c) institucionalización de la resolución de las pujas distributivas y d) establecimiento de reglas de juego claras y permanentes.

Estos cimientos culturales se asientan sobre dos pilares fundamentales:
1) La calidad de la lógica distributiva, y
2) La calidad de la responsabilidad social.

La calidad de la lógica distributiva implica cuatro eslabones: distribución de oportunidades, distribución de esfuerzos, distribución de ingresos y distribución de la riqueza, mientras que la calidad de la responsabilidad social abarca la solidaridad social correctiva y la solidaridad social estructural.

La distribución de oportunidades y la distribución de esfuerzos tienen que ver con la solidaridad social estructural, mientras que la distribución de ingresos y la distribución de la riqueza tienen que ver con la solidaridad social correctiva. Una sociedad sensata se ocupa de la solidaridad social estructural, es decir que procura generar una equitativa distribución de oportunidades, a partir de la cual la iniciativa y la voluntad de los miembros de la sociedad dan como resultado una cierta distribución de esfuerzos. Procediendo de esta manera es innecesario luego ocuparse de la solidaridad social correctiva, salvo puntuales situaciones de emergencia, ya que la distribución del ingreso y de la riqueza en tal caso no quedarían sujetas a discusión, por cuanto serían el resultado del esfuerzo de cada uno realizado a partir del aprovechamiento de las oportunidades que la solidaridad social estructural distribuyó de manera equitativa.

La solidaridad social estructural, además de volver innecesaria la solidaridad social correctiva (como conducta permanente), es difusora de principios que fortalecen la trama de valores propicios al desarrollo económico, con lo que la senda del crecimiento sostenible y la genuina mejora del nivel de vida de todos los habitantes se vuelven metas mucho más accesibles.

Expirado

Un ejemplo de articulación entre el sector público y el privado

Horacio Fernández, Director de Total Austral, se refirió a un caso de articulación público-privada con la municipalidad de Neuquén y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Esta es su ponencia:

En el grupo Total Austral la Responsabilidad Social es parte de un concepto más amplio que llamamos “desarrollo sostenible”. Las empresas de energía como Total son organizaciones que necesitan planificar en el largo plazo. Entonces el tema de la sostenibilidad es una necesidad estructural para desarrollarse en el mediano-largo plazo. El grupo opera en 140 países y por lo tanto tiene una experiencia muy rica sobre la forma de relacionarse con las comunidades.

El concepto de desarrollo sostenible incluye también los temas de higiene, seguridad y medioambiente.
En el tema ambiental, aparte de preocuparnos por los lugares donde operamos tenemos una conciencia global en el sentido que monitoreamos minuciosamente nuestras emisiones de gases con efecto invernadero, y tratamos también de reducir el fenómeno del calentamiento global en todas las operaciones, por ejemplo con técnicas de captura del dióxido de carbono producido por la combustión de los gases. Estamos haciendo un experimento para inyectar este gas en reservorios geológicos de profundidad. O sea que el tema del medio ambiente también lo tomamos desde una posición global y no solamente puntual de los centros operacionales.

Otra parte interesante del desarrollo sostenible que nosotros estudiamos es el del futuro energético. Básicamente frente a una crisis energética se puede trabajar en dos áreas: una es optimizar las reservas existentes, o sea darle la mejor y más eficiente utilización a esas reservas, ahorrando energía en todo lo posible, y la otra es explorar tecnologías alternativas como ser la energía solar, eólica etc. O sea que se va a ir reduciendo progresivamente la dependencia de los hidrocarburos y se va a ir pasando a otros tipos de energía; esa es otra parte importante del desarrollo sostenible.

Finalmente llegamos a la Responsabilidad Social Empresaria, que involucra aspectos internos de la empresa, como ser la ética empresaria, códigos de conducta, políticas de reclutamiento y no discriminación. Implica además aspectos externos a la empresa, o sea la vinculación con las comunidades, y que nosotros llamamos desarrollo local. En la Argentina trabajamos con las comunidades en donde realizamos nuestras operaciones, básicamente en Neuquén y en Tierra del Fuego.
Tenemos un ejemplo muy interesante de articulación público-privada con la municipalidad de Neuquén y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Es un proyecto en el que seleccionamos trece familias debajo de la línea de pobreza, que viven en la colonia “Nueva esperanza”. Es un asentamiento en una zona muy inhóspita. Estas familias estaban ocupando terrenos en el centro de la ciudad y las trasladaron con promesas de urbanización de esa zona. Lamentablemente la urbanización no llegó con toda la velocidad que se esperaba.

Hace un año y medio el Ministerio de Desarrollo Social convocó a doce empresas para que lo ayudemos en proyectos comunitarios que ellos tenían identificados en todo el país. Nosotros tomamos justamente el de esa ciudad de Neuquén por la vecindad con nuestras operaciones. Hicimos un diagnóstico con un equipo de consultores, especialistas en desarrollo social y micro emprendimientos. Luego tomamos contacto con la Fundación Hueche, fundada por el obispo De Nevares, que tenía una filial en la misma colonia “Nueva Esperanza”. La Municipalidad de Neuquén también nos brindó su apoyo para el proyecto. Lo que hicimos fue intentar de sacar de la línea de pobreza a trece familias de productores de cerdos que carecían de todo asesoramiento técnico y alimentaban sus cerdos en el basural de Neuquén que se encuentra a pocos metros de la colonia. Tratamos de provocar en ese grupo de gente un cambio mental, para que empezaran a producir para el mercado, con todas las reglas del arte en materia sanitaria y transformaran sus economías de subsistencia en pequeñas empresas que venden al mercado.

La idea fue contratar equipos técnicos que los instruya desde lo veterinario al marketing. También nosotros aprendimos en este proceso. La enseñanza más importante con la que nos quedamos es la manera de articularse con entes del gobierno y con otras organizaciones de la sociedad civil. Realmente el tema es complejo pero enriquece mucho y pone en la misma sintonía todos los actores del grupo.

La segunda enseñanza es descubrir que el mayor valor agregado que nosotros pudimos dar como empresa es capacidad de gestión, capacidad de organizar a este grupo de gente en tareas productivas, concebirlos como un equipo y ponerlos a trabajar como si fuera una unidad productiva de una empresa. El dinero que invertimos no fue mucho, y se volcó más a contratar técnicos que a dar ayuda económica. En realidad no dimos ninguna ayuda económica a esta gente.
La ayuda económica vino después cuando se probó que el proyecto funcionaba. El Ministerio de Desarrollo Social hizo un aporte en dinero importante para construir los chiqueros nuevos.

Finalmente tuvimos la satisfacción de ver cómo puede la gente salir de la pobreza con su propio esfuerzo. Esta gente ha recuperado su autoestima y dignidad al ver que salieron con sus propios medios de la marginación social y se han convertido en productores insertados en el mercado de su ciudad.

Expirado

Una gestión de responsabilidad social exitosa

Luis Bameule, Vicepresidente y CEO de Quickfood / Marfrig Group, advirtió que las empresas tienen que estar puestas a prueba no solo a través de los productos sino por lo que hacen puertas adentro, cómo manejan sus efluentes ambientales, cómo se desempeña el personal, si la gente está cómoda o no. Esta es su ponencia:

El término Responsabilidad Social Empresaria es de uso más frecuente, más que en el pasado. La empresa en los últimos tiempos posiblemente sale más de los límites internos de una fábrica, de un comercio. Tiene una relación más directa o más abierta con la comunidad, con el público. La parte “social” de la responsabilidad es lo que tiene que ver con la personas, tanto las que trabajan en una empresa grande, pequeña, mediana como las otras personas que están en relación con la empresa. Hay responsabilidades sociales muy básicas, como las que tienen que ver con entregar un producto o servicio de calidad en tiempo y forma, pagar los impuestos, cuidar el medio ambiente, y pagar en tiempo y forma los salarios. Pero también hay algunas responsabilidades nuevas que se conocen como “responsabilidades sociales”, que hacen más amplio este paquete de relaciones con la sociedad.

Una es la formación del personal, la capacitación. Cada vez más en los tiempos que se viven en las empresas tenemos que ayudar a desarrollar a nuestros colaboradores, a veces porque con el nivel de formación con el que llegan a las compañías no es el suficiente. En la Argentina hay serios problemas de educación y para ser competitivas las empresas requieren un nivel de capacitación, de formación, que desde la escuela no se llega a completar. Poco a poco se termina el sistema en el cual una persona entraba a una empresa y durante una cantidad de años hacía siempre lo mismo. Cada vez hay una dinámica mayor. La empresa implica además un proyecto de largo plazo.

Eso nos lleva preguntar por otra responsabilidad social dentro de la empresa que es cómo se hace para darle sostenibilidad al proyecto. Las empresas a veces atraviesan períodos de bonanza, períodos de dificultad, y esto me lleva a relacionar lo que es la Responsabilidad Social Empresaria con el marco de reglas, con el que una empresa debe funcionar dentro de una sociedad.

La sociedad y sus instituciones deben reconocer el valor de la empresa. La empresa le sirve a la sociedad porque da trabajo, multiplica bienes, aporta impuestos y también obviamente le da una satisfacción a quienes invirtieron en una compañía a través del fruto de todo eso que es la ganancia. Pero también requiere reinversión. Este proceso de largo plazo necesita ser alentado por este marco de reglas. Esto no implica ni subsidios ni ninguna prebenda, sino simplemente un marco básico de reglas dentro del cual moverse.

El empresario, para ser verdaderamente empresario y ser responsable socialmente, tiene también que aceptar la competencia. Pero en general cuesta aceptar la competencia. Obviamente no es lo mismo vivir en un marco de competencia interna o externa, o estar solos en el mercado, o tener una reserva de mercado que nos permita hacer la utilidad que queramos. Así es muy fácil ser generoso, donar algo a una institución y decir que somos responsables socialmente.
Si además de aceptar la competencia somos capaces de tener rentabilidad, consolidar esta situación a través del tiempo, y formar una comunidad de personas que crezca dentro de la empresa, empieza a cumplirse el objetivo de una gestión de responsabilidad social exitosa.

En estos tiempos y como está el mundo hoy en día, hay algunas empresas que van más allá del producto, del impuesto, del salario o de la capacitación. Hoy en día tienen que trasparentarse, mostrarse como son, tienen que estar puestas a prueba no solo a través de los productos sino qué hacen puertas adentro, cómo están manejando sus efluentes ambientales, cómo se desempeña el personal, si la gente está cómoda o no está cómoda. En el tema de las reglas y del marco y del largo plazo, no puedo dejar de compartir en este punto mi preocupación por cómo han funcionado y funcionan las reglas en nuestro país; Argentina es el cambio de reglas permanente, lo cual hace que por épocas una actividad sea estimulada y por épocas una actividad sea restringida. Un ejemplo: hasta hace un tiempo nosotros éramos muy bien vistos si lográbamos exportar un volumen creciente, si nuestros productos luchaban por acceder a los mercados y discutíamos con nuestros amigos europeos por las políticas de subsidios agrícolas, etc., porque no nos dejaban entrar a esos mercados. En los últimos tiempos giramos 180 grados. Argentina impone cupos, cuotas, etc.

Nunca los cambios de reglas ayudan a consolidar gestiones de largo plazo. Es difícil plantear una inversión cuando no se sabe que va a pasar con las reglas el mes que viene y las inversiones son necesarias para seguir cumpliendo con la responsabilidad social de seguir siendo competitivos, dar más trabajo, etc. Esto también le marca un dilema al accionista, a los propietarios de las empresas si seguir redoblando la inversión o decir, no, voy a parar con esto porque las reglas no son las mismas o pueden cambiarse. La mayor parte de las responsabilidades en la empresa son sociales, todas tienen que ver con personas. En este sentido la mayor parte de los empresarios en general tendemos a estar muy hacia adentro de la compañía. Debemos mostrarnos más no sólo para exponernos a la crítica de afuera o a la competencia sino también para plantear nuestras opiniones, decir lo que nos parece bien y lo que nos parece mal. Me permito compartir con ustedes mi preocupación porque veo una gran ausencia de pensamiento empresario o la opinión empresaria en nuestra sociedad argentina. No hay soltura o expresión libre acerca de cómo vemos las cosas, hay cosas que están bien y hay cosas que no están bien y creo que el empresario que está en contacto con la realidad diaria tiene que poder expresar libremente que es lo que ve y como lo ve.

Si voy a producir un artículo que tenga colocación en el exterior tengo que saber si voy a ser libre de exportar o no exportar, quiero saber que tipo de cambio voy a tener, no quiero con esto que me garanticen las utilidades, y si alguno lo plantea de ese modo no me parece que está cumpliendo con su responsabilidad social en el tema. Pero se debe conocer el marco de reglas y normas que regirán mi negocio.

Tres conclusiones

La primera, la mayor parte de las responsabilidades de las empresas son sociales porque tienen que ver con las personas;
La segunda, para poder ser responsable hay que ser libre. Si se me impone a qué precio vendo, a quién exporto, si tengo o no tengo la energía disponible, etc, soy menos libre y si soy menos libre me siento menos responsable;
La tercera, en este mundo moderno y globalizado hay que reconocer cada vez más a la persona como eje de la sociedad. Las instituciones funcionan si las reglas se mantienen relativamente estables; si cada uno juega su rol asumiendo sus respectivas responsabilidades se construye el capital social, base fundamental del desarrollo armónico.

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