La incapacidad de desarrollar instituciones eficaces, flexibles y honestas
Sobre ese tema expuso en la tercera sesión de la Cátedra el profesor Eusebio Mujal-Leon, de la Universidad de Georgetown. Transcribimos su ponencia en esta página:
Quisiera presentarles la cara complementaria de la crisis en lo que se refiere a la política. Porque si bien estoy muy de acuerdo que los componentes centrales para organizar son el Estado, la economía y el trabajo, me parece que la otra pieza fundamental es el análisis de la política, el análisis de cómo se hace la política y relacionado con eso, la incapacidad o la capacidad de llevar a cabo proyectos estratégicos de desarrollo.
Una parte muy importante del problema relacionado con la globalización es la política. Y la crisis de la política me parece que está muy profundamente arraigada y de ahí parte una parte importante de los problemas relacionados con las cuestiones del desarrollo. Efectivamente creo que todos podríamos ponernos de acuerdo en torno a lo que son las características fundamentales de lo que es la globalización. Esto implica una mayor integración económica internacional, una mayor competitividad, una lucha bastante feroz para la reducción de los gastos, un incremento en el rol de los organismos y las organizaciones multilaterales a coste de la capacidad de los Estados y de la autonomía de los Estados en términos de estas cuestiones. También a nivel nacional implica un aumento en el riesgo de desagregación social. Es decir, un desarrollo social muy profundo que no solamente toca a los países en vías de desarrollo sino que también toca a importantes sectores de las poblaciones de los países desarrollados. Porque si bien la brecha entre los ricos y los pobres se ha incrementado en los últimos quince años en el mundo en vías de desarrollo, ha habido un incremento notable en la inequidad dentro de los países más ricos. Y los puestos de trabajo que se han ido generando tienen menor remuneración, menores requisitos de formación, así que ha habido una especie de rebaja no solamente en lo económico sino que hasta en la formación cultural de lo que es la clase de los que trabajan.
Todo esto para mi plantea una serie de cuestiones a nivel económico, a nivel social pero quiero centrar mi atención en lo que se plantea en términos de problemas políticos. Porque todos esos elementos de la globalización que son elementos de la crisis no hacen más que resaltar la importancia del buen funcionamiento de las instituciones.
La definición más importante entre países que han logrado desarrollarse y los que no han podido desarrollarse no está en lo económico, en lo social, sino en lo institucional. Es decir, en la incapacidad de desarrollar instituciones eficaces, flexibles y honestas. Esto es un problema no solamente para países subdesarrollados, sino también para países desarrollados. Es un problema muy grave, porque la capacidad institucional genera credibilidad y eficacia. Genera credibilidad hacia adentro, hacia fuera y también eficacia en la negociación con los socios, con las instituciones externas. Y si no se genera esa credibilidad y eficacia, las instituciones y el Estado no pueden llevar a cabo su labor.
Esto es el complemento de la crítica de todo el análisis que podremos hacer de los años noventa no solo en la Argentina sino también en tantos países del mundo, porque efectivamente se descuidaron las raíces institucionales del problema. El tema del Fondo Monetario no apunta solamente a errores de economistas sobre política económica. El tema no son los errores económicos. El error fundamental es y ha sido el error político. Es decir, buscar la explicación de porqué y cómo el Fondo y el menor grado del Banco Mundial, no reaccionaron cuando tendrían que haber reaccionado sabiendo lo que estaba ocurriendo en Indonesia, en Corea, en la Argentina, en Brasil, etc, durante los años noventa.
No reaccionaron ante el fenómeno de la corrupción. El Fondo estaba al tanto, y no hizo nada. Entonces es una responsabilidad política porque no hubo una acción en contra de eso, sabiéndose perfectamente de lo que representaba la corrupción como costo, no solo económico sino como costo social.
Hay investigaciones que demuestran que la corrupción representa un impuesto del treinta por ciento sobre el costo de la producción. Entonces por eso insisto en la explicación política del porqué de esto.
A la vez los Estados no asumieron su cuota de responsabilidad. Más bien a las elites políticas les vendieron la idea de que el Estado tenía que ser reducido a su más mínima expresión. Es decir, que el Estado era un estorbo y que por lo tanto se tenía que darle a la economía libre flujo y reducir al Estado a su mínima expresión. Habría que preguntarse porque se vendió y también porque se compró con tanta rapidez y con tanta falta de crítica y de análisis. Porque de hecho la experiencia en los últimos 250 cincuenta años demuestra que no es posible el desarrollo económico sin un Estado fuerte y capaz.
Podemos discutir qué quiere decir un Estado fuerte y capaz, pero si nosotros miramos al mundo más desarrollado empezando por Francia, pasando por el continente de Norte América y llegando a Australia y al Japón, lo que vemos es un denominador común que es un Estado que funciona. No entiendo cómo se pudo haber comprado y vendido la idea de que se tenía que eliminar al Estado cuando la evidencia estaba clara de que para acceder y mantener el desarrollo era necesario un Estado importante. Y ese Estado como árbitro, como entidad que cuidaría la legitimidad de las instituciones frente a la sociedad. Y que cuidaría también la legitimidad del consenso social. Porque no puede haber reforma social y económica que no tenga consenso social. No puede sostenerse. En ese sentido, uno de los errores de los economistas es que pensaron en términos económicos y en términos de ecuaciones, y no en términos políticos de las necesidades de tener base de apoyo. No es posible llevar a cabo la reforma sin ese apoyo social.
Me estoy refiriéndome a reformas estructurales, que en muchos casos eran necesarias, privatizaciones que en muchos casos fueron necesarias desde el punto de vista del Estado que existía en muchas partes, ineficaz, corrupto, clientelar. Pero en vez de reformar el estilo y el tipo de las instituciones, lo que se hizo fue que se llevaron a cabo privatizaciones truchas, que beneficiaban a los amigos. No les importó a los agentes locales ni a los agentes internacionales cuidar esas privatizaciones.
Cuando hablamos de reformas estructurales tenemos que suponer que implican desempleo. Por lo tanto el Estado y la sociedad tienen una obligación efectivamente para paliar las consecuencias de reformas que eran necesarias. Se había desarrollado en muchos de los países de América Latina un Estado hipertrofiado, ineficiente y clientelar. Las reformas eran necesarias, pero fueron hechas mal, porque no hubo ni reforma política anterior ni reforma política mientras ni después. Y por eso, el énfasis que le pongo a la problemática política.