Una dirigencia convocada ampliamente para un despegue educativo
Sobre ese tema expuso en la segunda sesión de la Cátedra el presidente de Quickfood y vicepresidente de la Copal, la coordinadora de la industria alimenticia, Luis Bameule. A continuación transcribimos su ponencia:
El empresario tiene responsabilidades muy importantes con la sociedad. Hay responsabilidades primarias y muy concretas que no siempre se manejan y se conocen con claridad. Tiene la responsabilidad de llevar adelante un proyecto concreto que no empieza y se termina en una sola operación. Es una secuencia que en lo posible debe durar lo más que se pueda. La idea es que la empresa se desarrolle de forma armónica y crezca. Eso es bastante diferente y mucho más abarcativo que de un simple negocio.
A veces se confunde el hombre de negocios con el empresario. La empresa es algo distinto y tiene una proyección mucho mayor. El empresario tiene una responsabilidad grande sobre el producto o servicio que presta. Ese producto generalmente lleva una impronta, una marca que por un lado lo identifica y le da sentido, y por otro lado lo hace el último responsable de lo que ese producto implica. Eso agrega responsabilidad.
El empresario necesita una rentabilidad, una utilidad. La utilidad es el medio más adecuado para mantener el nivel de inversiones y si es posible crecer a través del tiempo, para remunerar a los accionistas. Es bueno aclarar que cada vez más difiere el empresario con el dueño del capital de la empresa. Los empresarios hoy tienden a ser cada vez más administradores y no propietarios de la compañía. Pero el empresario tiene la obligación de conseguirle al inversor en esa compañía alguna renta y tiene otras obligaciones que son también primarias, como por ejemplo pagar los impuestos, la calidad del producto, el cumplimiento de los impuestos, de las obligaciones de tipo laboral, de los convenios colectivos, de los aportes patronales, y de las condiciones mínimas de seguridad.
Este tipo de responsabilidades -que se puede decir que son primarias- en una sociedad como la nuestra todavía no están muy claras. Por eso a veces perturba que se hable de responsabilidades sociales que van mucho más allá de esas responsabilidades primarias.
Muchas veces los empresarios o quienes pretenden llevar adelante una inversión explican por que no se puede ir adelante con responsabilidades sociales no tan primarias. Primero, por los cambios permanentes en las reglas de juego. Argentina –Latinoamérica en general- mantienen una constante alteración de sus reglas de juego. Esto es un dato bastante conocido. Para encarar un emprendimiento de largo plazo se requiere un mínimo de predictibilidad.
Las reglas de juego, particularmente en lo fiscal, se cambian con una frecuencia que realmente aterra. Además, como existe una cultura subyacente en el sentido de que el impuesto es alto, que presiona sobre la sociedad tanto en la empresa como en los particulares, y como la presunción o la percepción es que el impuesto no vuelve al contribuyente, entonces se desarrollada una cultura de evasión. Y eso termina generando una mayor presión sobre los que están inscriptos, sobre los que cumplen, que son casi siempre los mismos, sobre los que hay a veces una marcación casi personal, mientras que hay una buena parte de la sociedad que –o porque no esta inscripta o porque hace lo que puede- no entra en este esquema. Esta disparidad tampoco es un buen aliciente para cumplir con las responsabilidades sociales empresarias de tipo primario.
El empresario tiene una responsabilidad adicional como dirigente de la sociedad. No es simplemente un administrador de bienes de una compañía, sino que tiene responsabilidades mayores sobre un grupo de personas, que no son solo su personal sino los clientes, los proveedores, etc. Una de esas responsabilidades adicionales es influir para que las reglas de juego sean mejores.
En este punto muchas veces los empresarios confundimos lo que es trabajar para reglas de juego mejores, más claras y más transparentes, con reglas de juego que me sirvan exclusivamente a mí. Hay mucha energía utilizada por muchísimos empresarios para obtener por la vía del lobby no reglas de juego de orden general, que apunten a la transparencia, a un clima de competencia sana y abierta, sino más bien a obtener alguna ventaja puntual para el sector o para su propia compañía.
Esto no es propio solo de la dirigencia empresaria sino que lamentablemente vemos que se repite en muchos otros sectores de la sociedad. Y esto me lleva a pensar que como la dirigencia es un reflejo de lo que es la sociedad en general, hay en nuestra sociedad un problema cultural, hay problemas de educación.
Desde una dirigencia convocada ampliamente, a todos los sectores, deberíamos ver cómo se puede hacer para hacer un despegue educativo consistente, de largo plazo y que implique un cambio de verdad.